La homofobia se ha visto incrementada en los últimos años de una de las peores maneras posible: con violencia física. Es duro, muy duro encajar esa nueva realidad para quienes han nacido ya en un clima de tolerancia, para quienes, a pesar de que todavía había un amplio margen de mejora, era posible caminar de la mano de tu pareja o besar a alguien del mismo sexo. Ha de ser terrible saberse de nuevo en el punto de mira de esta "caza al maricón".
Todos esos jóvenes que nacieron, incluso, después de la aprobación en 2005 de la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo, han de estar perplejos y aterrados ante esta situación -en días así, el recuerdo de Pedro Zerolo es tan necesario como inevitable-. No son los únicos, también las personas más veteranas, especialmente las que se batieron el cobre luchando por la igualdad que ven ahora cómo la violencia es incluso mayor que en el pasado. Las miradas de desaprobación, los gestos de asco, incluso, los insultos con tintes apostólico-romanos se han transformado en palizas, en brutales agresiones... hasta en asesinatos.
Hoy más que nunca es preciso llamar a las cosas por su nombre. Escuchaba ayer en radio a una periodista defender el derecho a amar a quien uno o una quiera sin verse amenazada por ello. No sólo es, tenemos el derecho de besar, de acostarnos con quien queramos, de meter mano, de disfrutar del sexo sin amor con quien nos de la gana -siempre que la otra persona también quiera-... y quien no apruebe esa postura, que tire de cilicio en su intimidad.
La polémica añadida a esta oleada de agresiones homófobas es si Vox tiene o no tiene que ver en ello. Lo cierto es que desde la llegada del partido de extrema-derecha los delitos de odio se han disparado. Hace meses lo demostré estadísticamente con la xenofobia y el racismo -del que Ortega Smith volvió a hacer gala de ello ayer mismo asociándolo a la homofobia-. La manera desacomplejada de las hordas de cabezas huecas que presumen de fascistas, de racismo, machismo y LGTBIfobia coincide en el tiempo el clima de impunidad y radicalismo de ultraderecha que ha generado Vox. Eso es innegable.
Por otro lado, y como sucede con los neonazis o facistas de nuevo cuño, si algo evidencian con estos ataques homófobos no es su poder, sino su debilidad. La estrategia de atacar en grupo es la primera señal de cuán cobardes son estos miserables; la segunda, que su "caza al maricón" nunca se produce a la persona gay que pueda hacerles frente con su físico, sino a personas que rehúyen de la violencia y cuya apariencia física no intimida en absoluto.
No verán agresiones homófobas contra uno de esos armarios roperos de dos por dos que llenan, sin ir más lejos, las calles de Chueca en Madrid...y mucho menos agresiones de uno contra uno. La cobardía de los agresores les hace temblar las canillas si no cuentan con el abrigo de su piara y si no se enfrentan al débil. Una cobardía equiparable a su hipocresía, porque buena parte de estos homófobos andan después en foros gays de internet en busca de encuentros homosexuales con discreción "que soy hetero y sólo quiero descargar".
Esa es la realidad, como que la sociedad en conjunto rechaza a estos criminales. Sin embargo, a las palabras han de acompañarle los hechos, plantarse ante chistes de mal gusto, poner en evidencia a quienes utilizan la orientación sexual como insulto, intervenir rápidamente cuando se percibe la menor señal de agresión homofóbica verbal o física... Como he señalado desde este espacio tantas veces referido al fascismo, somos muchos y muchas más y mejores; hagamos que lo sienta ese puñado de indeseables que no tienen espacio en nuestra democracia.