Andalucía votará el próximo 19 de junio. Al fin Juan Manuel Moreno Bonilla ha hecho público lo que todo el mundo sabía, menos aparentemente él. Justifica la medida del incumplimiento de sus repetidas promesas de agotar legislatura en la necesidad de contar un presupuesto para 2023, cuando en realidad lo que hay detrás es aprovechar los vientos de cola de la recién estrenada presidencia del PP de Feijóo y la debilidad de Pedro Sánchez al que, entre otros, el lobby eléctrico pretende quitar de en medio.
Escuchar a Moreno Bonilla sustentar su decisión de adelantar cinco meses las elecciones en la necesidad de elaborar un presupuesto recuerda a lo sucedido en Castilla y León: fue exactamente el mismo argumento esgrimido por Mañueco al que, una vez reelegido introduciendo a la extrema-derecha en la Junta, ya no le pareció tan crucial, especialmente porque abriría la primera brecha con su nuevo socio.
Esto es, exactamente, lo que sucederá con Moreno Bonilla, que sudará sangre, sudor y lágrimas para aprobar las cuentas para 2023, dado que todo indica que tendrá a su derecha a Macarena Olona como vicepresidenta. Moreno convoca cuando Olona ya lleva tiempo calentando en el banquillo andaluz, luciendo lunares y castañuelas cuando es preciso.
En su anuncio de adelanto electoral, el PP ni siquiera ha pasado de puntillas por el hecho de que 2022 lo estamos pasando con el presupuesto de 2021, porque la debilidad de su gobierno impidió tener uno que se ajustara al contexto económico actual. Ni siquiera ha comentado cómo Moreno Bonilla protestó la inyección de los Fondos Europeos porque no decía no tener capacidad para gastarlo en tiempo y forma pese a las carencias andaluzas. Si esto ha sucedido con Vox como mera muleta, imaginen teniéndolo en el seno de la Junta, como pronostican todas las encuestas.
Aunque el PP se vaya a merendar a Ciudadanos, con un Juan Marín risueño que todavía está viéndolas venir, no tendrá suficientes votos para gobernar en solitario. A diferencia de lo que ya le sucediera a Ayuso, que pese a su arrolladora victoria en Madrid no consiguió la mayoría absoluta, Vox no se contentará con ser socio en la oposición: tiene hambre de poder y, siendo Olona su candidata, voracidad desmedida.
¿Qué implicará esto para quienes habitamos esta tierra? Que si Moreno Bonilla de veras quiere ese presupuesto, habrá de hacer demasiadas concesiones a Vox, lo que se traducirá, como ya hemos visto en Castillo y León, en un recorte de derechos y libertades civiles, de igualdad, en todavía mayores desequilibrios en la justicia social de lo que el PP por sí solo se encarga de introducir, como las becas educativas para ricos que acaba de aprobar Ayuso subyugada por Rocío Monasterio.
Tras de sí, el tándem PP-Cs nos deja una Sanidad con un estado de bienestar en la UCI; una Sanidad pública infradotada en la que el aumento del gasto ha venido motivado por una pandemia global -faltaría más- y por los conciertos con la Sanidad privada. Como consecuencia directa de ello, del colapso asistencial en que nos ha sumido, los seguros privados se han disparado como nunca antes, mientras el mismo consejero de Salud realizaba anuncios publicitarios desde centros sanitarios privados. Terrible.
La Educación pública no ha salido mejor parada, con un crecimiento desorbitado de los centros privados de Formación Profesional mientras la insuficiencia de plazas públicas es más que premeditada, por citar un ejemplo. Tampoco la igualdad ha mejorado, ventilándose las subvenciones a los colectivos feministas que prestaban servicio a las víctimas de violencia machista.
Moreno Bonilla, que es cierto que se sabe fuerte en una Andalucía que no perdona aún al PSOE el saqueo de los ERE y tiene a un líder en construcción (Juan Espadas), quiere reforzar su candidatura con el entusiasmo de la era Feijóo y la esperanza de cortar el ascenso a Vox. Sin embargo, la candidatura de Olona va a movilizar y mucho al sector más ultra de Andalucía, que hace de la caza y los toros su segunda religión, mientras la primera -la Católica- la ondea como hace con la bandera nacional, para adornar porque a la mínima de cambio que vaya en favor de sus intereses personales la pisotea.
Enfrente, con ese PSOE debilitado y la izquierda aún conformándose en bloque con una precipitación que no barrunta nada bueno en cuanto a convencimiento de voto, Teresa Rodríguez se perfila como la única líder realmente definida, convencida y, al menos coherente con su discurso desde que abandonó la docencia por la política. Cosa bien distinta es que ello le sirva para lograr situar su visión andalucista donde ella desea y no, en el mejor de los casos, como cuarta fuerza política. [Nota al margen: desconfíen de los partidos cuyo máximo valor para pedir el voto sea frenar al fascismo].
Pinta feo en Andalucía para quienes menos tienen, para quienes precisan más justicia social. Lo apunté en su día y a medida que descontamos para ese 19-J se confirma: los resultados electorales en Andalucía serán, si no gemelos por no contar con tantas fuerzas regionalistas, sí mellizos y eso, con el fascismo en el gobierno andaluz, será letal para la democracia. El mismo fascismo que ayer Feijóo aplaudía que se había frenado en Francia. Cinismo en estado puro.