Posos de anarquía

La inercia de Moreno Bonilla choca con Teresa Rodríguez

La inercia de Moreno Bonilla choca con Teresa Rodríguez
Los candidatos y candidatas a la Junta de Andalucía antes del debate. - RTVE

El candidato popular a la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno, no perdió el primero de los debates, pero tampoco lo ganó. Adoptó un perfil tan bajo, tan excesiva y forzadamente moderado que resultó soporífero por momentos, sin meterse en harina en ninguna cuestión, con las encuestas a su favor y la premisa de "cuanto más hable, más la puedo fastidiar". La izquierda, representada por Inmaculada Nieto (Por Andalucía) y, muy especialmente, Teresa Rodríguez (Adelante Andalucía), fue quien más se perfiló como alternativa, mientras un desdibujado Juan Espadas (PSOE) ejerció más como representante de Pedro Sánchez que como candidato andaluz.

Moreno Bonilla quiso poner en práctica las teorías políticas del que un día fuera su presidente de partido, Mariano Rajoy, que sin duda pasará a la historia como el político que, sin moverse, más ha avanzado. A pesar del papel de víctima que quiso adoptar, lo cierto es que el popular no tuvo a cinco rivales en el debate, más bien dos y medio, concediendo esa media porción a Espadas, para el que estas elecciones pintan más bien en bastos.

Cada fascistada que salía por la boca de Macarena Olona (Vox), como negar la violencia machista o criminalizar a la inmigración ilegal explotada por buena parte de su electorado que recolecta las fresas andaluzas de sus postres, eran ataques que se ahorraba Moreno Bonilla, aunque fue Rodríguez quien prácticamente le plantó cara en solitario. La candidata de Adelante Andalucía llamó "racista" a la ultra, acusando a Vox de ser "el brazo político del terrorismo machista". En su intento por no dar cancha a la candidata de extrema-derecha, el resto de candidatos pecó de prudencia e intolerable laxitud.

Juan Marín (Ciudadanos), por su parte, tampoco arañó siquiera la candidatura de Moreno Bonilla. Cierto es que su papel era uno de los más complicados, incapaz de criticar la gestión de un gobierno del que todavía forma parte; quizás por eso terminó mendigando votos para revalidar coalición con el PP en San Telmo, sacando pecho con unas medallas que, en realidad, no tienen el brillo de unas cifras que respalden: la Sanidad Pública andaluza se encuentra en el furgón de cola de España en materia de listas de espera, el desempleo presenta los terceros peores números del país e, incluso, cuando presumió del aumento de sueldo al profesorado obvió decir que éste ha llegado a menos de un mes del inicio de la campaña electoral.

Espadas terminó el debate pidiendo el voto para absolutamente todos los colectivos para los que prácticamente no propuso medidas durante el debate -alguna más que Olona, que como medida económica sólo propuso despedir a empleados públicos y se olvidó de la Sanidad, la Educación o las políticas sociales-. Si bien es cierto que Espadas tuvo algún momento de acierto, como cuando rebatió la bajada de impuestos de la que se jactaba triunfalista Moreno Bonilla pero que, en realidad, ha beneficiado mayoritariamente a los más ricos, en ningún momento brilló. Su falta de carisma, de empuje y de iniciativa propia -entonando en varias ocasiones lemas plagiados de los discursos de Sánchez- no lo presentaron como alternativa fiable. Algo que se encargó de apuntillar Moreno Bonilla, obsesionado en remarcar que Espadas viene del PSOE de los ERE, caso de corrupción por el que los socialistas aún sufrirán penitencia en estas elecciones.

Nieto, por su parte, fue de menos a más. Fue la única que tuvo que presentarse, consciente de que si al menos a Espadas lo conocen en Sevilla de su paso por la alcaldía, a ella hay andaluces que aun no le ponen cara. En su primera intervención tuvieron que darle paso los moderadores porque no terminaba de arrancar, pero poco a poco entró en calor. La candidata de Por Andalucía enumeró algunas de las desvergüenzas de la gestión PP-Cs en materia sanitaria, educativa o, incluso, de reparto de fondos europeos a los que, como recordó, se negó el PP viajando hasta Europa en la era Casado para impedir que España los recibiera.

Teresa Rodríguez quiso presentarse como el único de los seis partidos realmente andalucista sin dependencias de Madrid, reclamando un regionalismo que se plasme en todos los campos, acogiendo organismos nacionales que hoy concentra la capital, un cambio de modelo económico que, sin dar de lado la sostenibilidad, recupere el tejido industrial y una dignificación de la clase obrera, venga de donde venga. Rodríguez frenó la inercia que disfruta Moreno Bonilla, pero aún habrá de doblar -o triplicar- esfuerzos si quiere pararla en seco. Ella fue la única de los candidatos que en su minuto final pidió la movilización del voto de izquierda, no tanto para ella, como para cualquiera de las izquierdas con tal de frenar las políticas desmanteladoras del estado de bienestar de la derecha.

Moreno Bonilla confía demasiado en las encuestas, sabedor de que' lo peor' que le puede pasar es tener que cogobernar con Vox, como él mismo ya avaló en Castilla y León. A fin de cuentas y habiendo perdido las elecciones de 2018, fue gracias a la extrema-derecha como él llegó a San Telmo. Lo paradójico del asunto es que con una moderación exagerada, impostando un tono clerical, Vox ya ha calado en su gestión en la actual legislatura y, aunque para él sea un mal menor, amenaza con hacerlo en mayor medida tras el 19 de junio.

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