Arranca un nuevo curso y la actual coyuntura económica es una prueba de fuego para todo el mundo. La inflación desbocada, con un precio de la energía que no parece tocar techo pese a contar con el tope al gas, evidencia que en el pasado no hicimos los deberes en materia energética y que en el presente nuestros representantes suspenden en sentido de Estado. Buena parte de la ciudadanía tampoco sale bien parada, poniendo en práctica el refrán 'a río revuelto, ganancia de pescadores', lo que termina convirtiendo la cuesta de septiembre en un ascenso en el que, además, se sufren constantes empujones.
La clase política no está a la altura; lo vemos en Bruselas, cuyos mandamases tardaron demasiado en conceder a España y Portugal el estatus de isla energética, negándose a terminar con la estafa del establecimiento del precio marginalista de la electricidad y ahora, cuando admite que es parte de la solución, arrastrando los pies para ello.
En España la situación no es muy distinta. La inflación no baja del 10%, habiéndose trasladado a la subyacente que convierte el día a día en una travesía por el desierto para muchas familias. La vicepresidenta Yolanda Díaz afirma su intención de tratar de topar el precio de una cesta de la compra de productos de primera necesidad, mientras las cadenas de distribución siguen incumpliendo la ley pagando a los productores por debajo de precio de coste. Un absoluto sinsentido que aún pone más en guardia a quienes nos surten de leche, fruta, carne...
Los expertos llevan meses poniendo encima de la mesa la necesidad de un pacto de rentas similar al que lideró el ministro Enrique Fuentes Quintana en la Transición, vanagloriada precisamente por quienes hoy imposibilitan replicar la experiencia. Otro sinsentido que hace que sea la ciudadanía la que se pone en guardia, desconfiando cada vez más de que se pueda llegar a una solución consensuada. En cierto modo, el pueblo se siente abandonado por el sistema, que lo engulle.
Sin embargo, de nada sirve instalarse en esa visión pesimista de la realidad. Este martes asistiremos al debate en el Senado sobre las medidas de ahorro energético y supondrán una buena prueba de cuánto podemos confiar en unos y otros. Del planteamiento que haga cada uno de sus posturas y de la predisposición a seguir trabajando juntos para alcanzar el imprescindible pacto de rentas -para el que también es necesaria la CEOE y tampoco está a la altura-, la ciudadanía aumentará o menguará su sensación de desamparo.
Por otro lado, hacer descansar sobre la clase política todo el peso de las medidas para mitigar una crisis que trasciende el ámbito nacional es lo cómodo o, incluso, lo oportuno cuando lo que se pretende es sacar tajada de la crisis. El precio de la vuelta al cole se ha disparado por encima de los 400 euros, habiéndose incrementado la demanda de libros de texto de segunda mano casi un 70%... que también han disparado su precio casi un 10%.
Ver cómo las personas no son capaces de romper con las depredadoras leyes del mercado cuando éste es de segunda mano resulta un tanto descorazonador. La máxima de "a mayor demanda, subida de precios", se aplica a este mercado de reutilización causticando a la red de protección que debiera tejerse. Argumentos como la apuesta por la digitalización para ahorrar en libros de texto no son solución: lo vimos en el confinamiento, cuando prácticamente un millón de alumnos y alumnas -un 12%- no tuvo acceso a la educación a distancia por carecer de nuevas tecnologías.
Aunque haya un segmento de la sociedad que vive ajeno a la pobreza que aumenta en España, lo cierto es que hay familias que incluso tendrán que recurrir este año a la compra de calzado de segunda mano. A pesar de ello, en lugar de fomentar el mercado alternativo de la segunda mano como una red de rescate y de imprescindible sostenibilidad, hay quien lo ve como oportunidad de enriquecimiento, como ha sucedido con el mercado de la vivienda. Muchos de esos oportunistas son quienes después culpan únicamente a la clase política de la crisis que nos azota, pero ellos también forman parte de la rueda y, además, en primera línea, dando estocadas.