Pedro Sánchez atraviesa una de sus peores crisis de valoración interna en lo que va de legislatura. Pareciera que se hubiera empeñado en impulsar su imagen exterior como líder internacional en lugar de apuntalar la nacional. En esta coyuntura, cuando se le reprocha que no pisa la calle, el presidente se sacó ayer de la manga una acto en La Moncloa con un grupo de ciudadanos y ciudadanas al estilo del programa Tengo una pregunta para usted de TVE. Si Mahoma no va a la montaña... que se la traigan.
El empeño de Sánchez por labrar su imagen de líder internacional puede ser una buena jugada a largo plazo. Si algo ha demostrado el líder socialista es su visión, la puesta en práctica de su Manual de Resistencia con el que ha conseguido superar desafíos que habrían terminado con muchos otros. El relumbrón reputacional que está paseando por el mundo y muy especialmente por Europa podría reportarle a la postre más rédito, incluso, que el obtenido por Macron, más pendiente de sus reuniones con Putin que de la política interior a las puertas de unas elecciones en las que terminó imponiéndose.
Sin embargo, precisamente por la astucia que se le presupone a Sánchez, sorprende el acto que organizó ayer el Gobierno en La Moncloa. El presidente se regaló un baño de multitudes que, lejos de deslizar algún tipo de crítica contra su gestión, le pasó la mano por el lomo. En un momento en el que la demoscopia juega en contra del presidente y cuando la oposición más le reprocha que ha perdido contacto con la realidad, Sánchez destila aires palaciegos y pide que sea la ciudadanía la que se desplace hasta su trono.
Su vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, anda embarcada en su proyecto Sumar de escucha activa a la ciudadanía y, quizás, también tuvo algo que ver este intento de Sánchez por seguir esa estela. La diferencia es que mientras la primera se ha propuesto recorrer España para realizar la escucha, el líder socialista la encarga a domicilio con efectos muy dispares.
Por otro lado y asumido este espíritu positivo de escucha activa, convendría que el Gobierno comenzara a consultar más a sus socios de investidura antes de plantarse en el día de votaciones de sus iniciativas. A fin de cuentas, sus socios representan a la ciudadanía a la que ahora quieren regalar momentos y no parece muy coherente pedir el voto a estos partidos sin haberles hecho previamente partícipes de lo que van a votar. Durante la legislatura ya han recibido numerosos toques de atención y algún que otro susto, como la aprobación de la reforma laboral por la torpeza del diputado del PP Alberto Casero. Escuchar es esencial en democracia y hemos terminado dándole un carácter extraordinario. Da qué pensar.