Posos de anarquía

Feijóo sin fundamento

Feijóo sin fundamento
Feijóo a su llegada al Senado. - Kiko Huesca / EFE

Alberto Núñez Feijóo, torna progresivamente en Mariano Rajoy. El modo en que intenta retorcer el lenguaje, siendo él finalmente el retorcido, recuerda cada vez más a su paisano. La última polémica sobre el aborto así lo evidencia, delatando que el actual presidente del PP ignora qué es un derecho fundamental y, al mismo tiempo y como sucede con la Constitución, dibujándolo como un hipócrita al abrazar un texto, la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH), cuyo articulado pisotea.

"No considero que el aborto sea un derecho fundamental porque no está recogido así en la convención de Derechos Humanos". Seguramente, esta frase sonaba mejor en su cabeza, incluso, le pareció una buena idea para tratar de contentar tanto al conjunto de su electorado como a todas las posturas dentro del PP. No ha sido el caso, en primer lugar, porque a pesar de ser licenciado en Derecho ignora qué es realmente un derecho fundamental. La RAE lo define como "derecho de una persona o de un ciudadano, que emana de la dignidad humana, del libre desarrollo de la personalidad y de otros valores; se ejerce individualmente o de forma colectiva. Sus contenidos vinculan a todos los poderes públicos; su reconocimiento se establece en normas dotadas de supremacía material y su regulación y restricción vienen reservadas a la ley, que ha de respetar el contenido esencial".

El propio Derecho bebe de esta definición para su concepción de derecho fundamental, ampliando sus miras a los pactos, convenios y tratados internacionales. Reducirlo a un texto con más de 70 años, como es el caso de la DUDH, sin tener en consideración la postura del organismo que la gestó, es cínico. Ya en 2017, el Grupo de Trabajo sobre la cuestión de la Discriminación Contra las Mujeres (WGDAW) en la legislación y en la práctica de la ONU expuso que "la decisión de continuar o interrumpir un embarazo es fundamental y principalmente decisión de la mujer, ya que puede determinar toda su vida personal y familiar futura y tiene un impacto crucial en el goce de las mujeres a otros derechos humanos".

Este mismo Grupo de Trabajo ha defendido en múltiples ocasiones que "se permita a las mujeres interrumpir un embarazo de forma voluntaria durante el primer trimestre [...], a pesar de los intensos esfuerzos realizados por los grupos de presión religiosos para presentar al cigoto como bebé". En esta misma línea, el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW) determinó que la criminalización del aborto es una forma de "violencia por razón de género que, según las circunstancias, pueden constituir tortura o trato cruel, inhumano o degradante". 

Podría seguir demostrando cómo organismos internacionales a los que pertenece España defienden el derecho al aborto, convirtiéndolo así en fundamental, incluso, a ojos de Feijóo. Como también podría apuntar que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha demostrado que, en países donde el aborto está restringido por la ley y/o no está permitida, la interrupción del embarazo de forma segura es un privilegio de las personas con mayores recursos económicos... es decir, buena parte del electorado del PP.

Asumido pues que tanto el CEDAW como el WGDAW determinan que el derecho a la interrupción del embarazo de forma segura es un derecho de igualdad para las mujeres, ¿por qué Feijóo se enzarza en simplones trabalenguas sin sentido? Sencillo, porque bajo un mismo paraguas quiere contentar a demasiadas personas; agrupar bajo el mismo techo todo el espectro de la derecha, incluida la más ultra, es imposible a menos que una parte de ella haga concesiones.

Seamos realistas y admitamos que una parte del electorado del PP considera que el aborto sí es un derecho; la diferencia respecto a la izquierda es que la regulación a la que aspira es tan restrictiva que termina por vulnerar dicho derecho. Otra parte, especialmente la ultracatólica, equipara la interrupción del embarazo con un asesinato. ¿Cómo conciliar ambas posturas? Complicado, incluso, aunque en el caso de los segundos entre en juego su hipocresía, como hacen con los anticonceptivos.

Feijóo ha optado por jugar con el lenguaje y es éste el que le ha jugado una mala pasada a él. Si la DUDH fuera esa guía para él como sugiere, quizás el PP defendería más artículos que de facto el PP vulnera con su Ley Mordaza o sus recursos contra el matrimonio igualitario: el 9 ("Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado"), el 14 ("En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país") o, incluso el 16 ("Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia, y disfrutarán de iguales derechos en cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disolución del matrimonio").

Feijóo no es el líder y mucho menos el mesías que quiso ser. No ha llegado para cambiar el PP, sino para obedecer. Ni pone orden en la casa ni marca su impronta. A medida que pasa el tiempo, cuanto más cerca están las citas electorales, más imagen de pelele ofrece. Ayer se marcó un Rajoy, pero a diferencia de éste, no avanza, retrocede. Rajoy tuvo la dudosa virtud de ser el político que, moviéndose menos, sin dar la cara, más avanzó electoralmente, callando bocas en su propio partido. No parece que Feijóo siga sus pasos y, lo que es peor, desprende una sensación tan volátil que la única confianza que genera entre los suyos es la certeza de que obedecerá. Menudo líder.

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