"Me duele España" decía Unamuno cuando se le iba la mano con la fabada, un grito culinario y metafísico que resonó a principios del siglo XX y que, más de cien años después, Artur Mas ha convertido en un práctico y quirúrgico: "Me sobra España". Los diversos avances médicos en el campo de la cirugía ya permiten que un político español (perdón, catalán) pueda proclamar a gritos que Cataluña lo que necesita es una liposucción, quitarse toda la grasa hispánica de encima como una mujer que entra el quirófano y se saca media tonelada de culo. O como un culo que quiere iniciar vida propia.
Artur Mas (que merecería llamarse Artur Menos y no sólo por su afición al arte de restar) ha puesto nombre a un mal que ya nos afecta a muchos españoles, no necesariamente residentes en el Ampurdán, y es que esta patria ya nos va cargando mucho. Los patriotas, los descendientes de don Pelayo, del oso que se comió a Fabila y del sobaco de Isabel la Católica, dicen que España es uno de los países más antiguos del mundo y algunos respondemos: claro, precisamente por eso aquí huele tanto a muerto.
Lo malo es que no va a resultar muy buen negocio irse de una patria para instalarse en otra que casi parece la misma. No hay más que ver esa penúltima parida de encargar otra versión de Eurovegas en cuanto Madrid les ha ganado la mano. Mas ha visto el corte de mangas de Aguirre y no ha podido aguantarse la envidia. Nada de universidades, ni de laboratorios, ni de colegios: voy a gastar el dinero que no tengo en un putiferio acojonante, para que se chinchen esos españolazos.
Personalmente, no soporto ya esta España de charanga y pandereta, esta agrupación geográfica de analfabetos que idolatra a becerros de latón del estilo de Mariano Rajoy, Rodríguez Zapatero, Belén Esteban y Cristiano Ronaldo; me gustaría extirparme de esta nación en quiebra como un hombre harto de su sexo al que ya le pesan mucho los testículos, pero no precisamente para instalarme en otro sexo, otro terruño y otra bandera. Hace poco, en una novela llamada (lo mismo que este blog) Punto de fisión, me inventé un grupo nacionalista chulapo que ponía bombas en la Cibeles en nombre del chotis y que defendía la zarzuela como un proyecto de idioma. Casi me sale un documental.
A estas alturas de la película, España es básicamente una deuda. Una deuda con la Historia, con la cultura y con Bruselas. Una deuda con los judíos, los moriscos y los gitanos. Una deuda con catalanes, vascos, andaluces y gallegos. Una deuda con todos los ciudadanos hartos de tanta estafa y que ven que el único futuro prometido es un aeropuerto vacío, un parlamento podrido y un casino trucado. Una patria fallida, como todas. Buena gana de refugiarse en otra.
Comentarios
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