Punto de Fisión

Matemática rusa

Todavía se desconocen las circunstancias exactas de la muerte del oligarca ruso Boris Berezovsky, pero no se descarta que se desconozcan aún más. Es el momento justo para hacer especulaciones, precisamente la ocupación favorita de Berezovsky, antes de que lleguen los desmentidos oficiales. Pudo suicidarse con un yogur de polonio, pudo ahorcarse del pomo de una puerta, pudo pegarse catorce balazos en la espalda, vete a saber. Hasta pudo palmar de muerte natural porque lo natural para un opositor ruso en el exilio es tropezar con un piolet.

Berezovsky tenía amigos a montones, así que el círculo de sospechosos abarca desde las Kuriles hasta las Kuriles pasando por los dos polos y la línea del Ecuador. Era un matemático de la escuela soviética que aprendió fundamentalmente a sumar y a multiplicar por uno mismo mientras que la división y la resta se las aplicaba a los demás. Merced a este equitativo reparto de las funciones aritméticas, amasó una inmensa fortuna en los tiempos de Yeltsin, cuando descubrió una sencilla fórmula por la cual la miseria y el hambre de millones de rusos inflaba los números de su cuenta corriente.

Por regla general, los matemáticos viven en la pobreza, rodeados de abstracciones y raíces cuadradas, pero Berezovsky prefería las cifras contantes y sonantes a unos cuantos trazos de tiza dibujados en una pizarra. Dueño, entre otras reglas de tres, de una petrolera, una areolínea y un canal de televisión, Berezovsky lo tenía ya todo preparado para iniciar la cuesta abajo. Decidió hacerlo a lo grande, intentando quitarle la silla bajo el culo al zar, deporte de riesgo al que los rusos son muy aficionados y que por lo general acaba mal. Como el Jackass pero en la intimidad.

Como matemático, Berezovsky no comprendió que no se puede despejar a Putin de una ecuación sin acabar en el mínimo común múltiplo. Kasparov también lo intentó y fue a parar a la cárcel, aunque sólo porque los asesores de Putin se pensaban que era campeón mundial de monopoly. No en vano, la cárcel es la residencia favorita de la disidencia rusa y también el destino de vacaciones habitual de los intelectuales desde que Dostoievsky veraneó en Siberia hace ya siglo y medio. Ahora algunos opositores frioleros optan por irse a Londres, una pequeña escala técnica antes del más allá.

El entorno de Berezovsky asegura que el hombre estaba muy deprimido desde que perdiera un juicio multimillonario contra su colega Abrahamovich, una trifulca legal que le costó los cuatro mil millones de euros que reclamaba, más doce millones de euros en abogados y la compañía de su amante oficial Yelena Gorbunova, una hembra estratosférica que le seguía sacando una cabeza incluso cuando Berezovsky lograba encaramarse a un taburete. En los mentideros de la capital británica corre el rumor de que la culpa la tuvo el taburete. Podría ser.

 

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