El paracaidismo siempre es una opción de mucho peligro en política, sobre todo cuando el paracaídas no se abre a tiempo. O peor todavía, como le ha ocurrido a Pepu Hernández, cuando el paracaídas se abre antes de tiempo, con el paracaidista aún dentro del avión, la tela expandiéndose a lo largo y lo ancho del aparato y sofocando a azafatos y pilotos. El jaleo subsiguiente, digno de una película de dibujos animados, amenazaría con provocar un accidente aéreo de los que luego el humo en el horizonte va deletreando el Quijote en apache.
Al contrario que en el clásico de Cervantes, el sanchismo en política resulta básicamente quijotesco, una insensata persecución de utopías felices desde las cuales hasta parece plausible la idea de colocar a un entrenador nacional de baloncesto como candidato a la alcaldía de Madrid. Más que nada porque Pedro Sánchez, en su juventud, fue un buen jugador aficionado y con Pepu quiso hacer una canasta de tres puntos con un solo dedo desde fuera de la pista. Los buscatrufas no han tardado ni cinco minutos en rastrear los trapos sucios del recién llegado y le han encontrado varios, aparte del baloncesto. La pelota ha rebotado con fuerza en el aro y ahora anda botando entre las filas del propio equipo, perjudicando caras, ambiciones y órganos genitales.
Debido a su afición personal a los Globbetrotters, Sánchez no pensó en la posibilidad máxima que sueña desde siempre cualquier españolito: poner a un entrenador de fútbol al frente de la cosa pública. Puesto que somos una monarquía y a mucha honra, lo mejor es recurrir al deporte rey. Habría que ver el tráfico en la capital dirigido por Camacho o por Mourinho, adoptando el 4 4 2 en la Castellana, algo no demasiado difícil de imaginar teniendo en cuenta que antes pasaron por el banquillo diversos técnicos especialistas en el tiro al pichón y hasta una experta en curling, Ana Botella, que barría las calles apartando con la escoba vagabundos y mendigos.
Sin embargo, mezclar paracaidismo y baloncesto no parece muy buena idea, sobre todo cuando la competencia a este lado del Manzanares ha fichado a Iñigo Errejón, quien por fin da la talla después de alcanzar la mayoría de edad. La historia del PSOE madrileño en los últimos tiempos es triste, muy triste, es la historia del soldado Ryan, con tres hermanos Ryan muertos y un cuarto hermano Ryan, el paracaidista, al que hay que ir buscando por ahí, detrás de las filas enemigas, entre tanques y nidos de ametralladoras. En el PSOE se ven tan faltos de personal que se encuentran a dos pasos de organizar un cásting en La Voz o en Mira quién baila, pero están escarmentados desde que la última vez lo ganó Carmona. El único candidato lógico que reunía todas las condiciones, avales deportivos incluidos, era Jaime Lissavetzky, pero quedó algo desmejorado después de las puñaladas a traición recibidas en las últimas elecciones. En lugar de actuar al primer impulso, Sánchez debería haber consultado a un seleccionador nacional de seleccionadores, verbigracia, Florentino Pérez, quien seguramente le habría endosado a Lopetegui.
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