Se ha montado un buen follón por la decisión de Ayuso de financiar con becas públicas el Bachillerato y el FP privados, más de 43.000 euros en ayudas. Según dice la Comunidad de Madrid estas becas irán destinados a alumnos en una "situación económica desfavorecida", lo cual parece ilógico teniendo en cuenta que ahora podrán beneficiarse de ellas familias con rentas incluso superiores a los cien mil euros. Sabíamos que la economía no es una ciencia exacta, pero ignorábamos que pudiera equivocarse tanto. Por lo visto, se trata de una exigencia de Vox para no discriminar a los alumnos de la privada. La verdad es que este programa educativo bien podía haberse llamado "Los ricos también lloran", o mejor "Los ricos también maman".
Parece algo de puro sentido común que las becas existan con el fin ayudar a los alumnos de familias con las rentas más bajas y también que no se debería regalar con dinero público a los afortunados que pueden costearse una educación privada. Sin embargo, Ayuso siempre se ha caracterizado por tratar el sentido común a patadas. En esto de las becas para niños ricos, como en tantas otras cosas, Ayuso recuerda al personaje de Lloyd Bridges en Aterriza como puedas, aquel director de vuelos de un aeropuerto que escogió un mal día para dejar de fumar, de beber y de esnifar pegamento. Cuando le dicen que encienda las luces de la pista para que los pilotos del avión siniestrado puedan aterrizar, Lloyd Bridges dice: "No. Eso es lo que ellos esperan".
No es el único marrón que ha saltado estos últimos días, pero como el personal anda muy escandalizado con la estafa de las mascarillas de lujo que el Ayuntamiento compró porque allí nadie conocía el timo de la estampita, Ayuso ha aprovechado para colar de rondón unos cuantos marrones más. Por ejemplo, los 38 millones de euros asignados al empresario venezolano Roger Swirodowicz, vinculado con los opositores al gobierno de Maduro, por una serie de adjudicaciones a dedo en medio de la emergencia sanitaria. Por ejemplo, la indemnización de más de un millón de euros a las residencias privadas por el traslado de ancianos durante la pandemia, a pesar de que la Abogacía General de la Comunidad de Madrid advirtió que los centros privados no tienen derecho al abono de contraprestaciones económicas.
Firme defensora del neoliberalismo, Ayuso jamás dudará un segundo en echarle una mano a la Mano Invisible, esa que supuestamente mueve los mercados al tuntún, pero que cada día nos encontramos vendiendo hospitales y autopistas a empresario acaudalados por cuatro perras, y mangoneando directamente en nuestro bolsillo. La Mano Invisible consiste en un juego de trileros en el que, mientras estás mirando el dedo, te han robado la luna. A ver si un empresario acaudalado, por el simple hecho de serlo, no va a tener derecho a que le den las cosas gratis, ya sea un hospital, una autopista o una beca para sus hijos. De otro modo, pronto dejaría de serlo: acaudalado y empresario.
Otro de los marrones que han saltado estos días a la chita callando es el descubrimiento de que Ayuso llevó 100 unidades USB con forma de chulapa y estampados con la bandera madrileña en su viaje a Nueva York, a donde viajó en septiembre del pasado año con el propósito de enseñarles a los neoyorquinos lo que es la libertad, a ser posible debajo de la estatua homónima. Entre los contenidos del USB hay un pase de diapositivas que repasa los logros políticos de Ayuso sin hacer referencia ni al exterminio de ancianos en las residencias ni a su labor de doblaje de un perro. Se la define como "luchadora liberal por la libertad" y es una pena que a nadie se le hubiera ocurrido meter de banda sonora el reggaeton de Calle 13, Atrévete, te, te, con ritmo de chotis. Tú viniste a matar como Kill Bill. Tú viniste a beber cerveza de barril. Que tú eres callejera, Street Fighter. Y aún hemos tenido suerte de que no destine un aluvión de ayudas en las guarderías para los concebidos no nacidos.
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