Punto de Fisión

Carvajal y la inocencia presunta

Carvajal y la inocencia presunta
Daniel Carvajal durante su comparecencia ante la prensa con la Selección española.- EUROPA PRESS

En una entrevista que le hicieron en 1957, el mismo año en que recibía el Premio Nobel y tres años antes de morir en un accidente de tráfico, Albert Camus confesaba su amor por el fútbol, deporte que practicó durante varios años en el equipo de la Universidad de Argel, donde jugó primero de delantero y luego de portero. Llegó a decir que el fútbol era la actividad que más le había enseñado sobre la moral y las obligaciones de los hombres. Mucho debe de haber cambiado el fútbol desde entonces, no en cuanto a las reglas de juego sino a la atmósfera que se respira dentro y fuera del campo: esos jugadores que dan un cursillo acelerado de teatro apenas les rozan un poco, esos entrenadores que recomiendan pisar la cabeza del contrario, esas muchedumbres de aficionados que corean sentencias de muerte sobre el árbitro.

No sé qué opinaría Camus a estas alturas de las lecciones de moral futbolística al ver el célebre gol de Maradona con la mano, el tocamiento de huevos de Michel a Valderrama, los berridos incontenibles de Bilardo en el banquillo o esos cánticos vergonzosos desde las gradas de cualquier estadio clamando consignas racistas, machistas y homófobas. La victoria a cualquier precio no parece un principio ético demasiado firme, que digamos. Se lo mire por donde se lo mire, el fútbol hoy día da mucho asco.

Tanto asco que, finalmente, la gota que ha hecho rebosar el vaso no han sido los árbitros comprados o alquilados, ni los negocios amañados en satrapías árabes, ni los escándalos de banderas neonazis y batallas campales entre las pandillas ultras de determinados equipos. No, al final ha sido un beso forzado y, más que el beso en sí, el engorilamiento de un directivo medieval empeñado en no enterarse de nada. Al final han sido las mujeres quienes han irrumpido en un reducto fundamentalmente masculino para dinamitarlo mediante la denuncia de una serie de conductas inaceptables y la convocatoria de una huelga con el fin de mejorar su remuneración salarial y sus condiciones laborales. Han tenido que ser las futbolistas quienes redescubrieran el poder de los sindicatos en un país lleno a rebosar de sindicalistas de pesebre y trabajadores aborregados.

Lo menos que se puede decir sobre el comunicado que sus colegas masculinos -los internacionales de la selección nacional- presentaron ayer martes sobre la polémica del caso Rubiales es que llega varias semanas tarde y es más tibio que las manos de Poncio Pilatos. Sin embargo, Dani Carvajal ha ido tres pueblos más allá, se ha adueñado del balón y ha bordado unos cuantos regates en el medio campo con los que ha acabado por hacerse la zancadilla a sí mismo.


Primero dijo que Jenni Hermoso no era una víctima, que hay estamentos legales que lo deben decidir; luego explicó que hay que solidarizarse con Hermoso, aunque no cree que Rubiales lo esté pasando bien; finalmente el miércoles aclaró que se había expresado mal, que en ningún momento dijo que Jenni no fuese una víctima, sino que se debía contar la presunción de inocencia, aun con varios videos grabados de la celebración de la final y otro video de Rubiales ilustrando paso a paso cómo tuvo lugar el ósculo que es para ponerlo en First Dates en bucle.

Para terminar de arreglarlo, en sus declaraciones del martes, Carvajal especificó que no había denuncia y este miércoles la propia Jenni Hermoso formalizó la denuncia ante la Fiscalía. Con lo fácil que es no hacer declaraciones cuando no tienes ni la menor idea del juego que se está jugando. Cuando le preguntaron al entrenador alemán Jürgen Klopp su opinión sobre la crisis del coronavirus, respondió que ese no era un tema sobre el que contara la opinión de un entrenador de fútbol. Lástima que Carvajal no siguiera su ejemplo y decidiera pasar la pregunta a un abogado en vez de retratarse de cuerpo entero con la que está cayendo. A ver si Camus iba a tener razón y no hay nada mejor que el fútbol para enseñarnos lo que es la moral y las obligaciones de los hombres.

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