Punto de Fisión

M. A. Rodríguez en la intimidad

 

M. A. Rodríguez en la intimidad
El director de Gabinete de Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez, en una foto de archivo. -EP

Igual que en el final de El mago de Oz, este fin de semana ha quedado a la vista el titiritero que mueve los hilos de Ayuso, la voz que da las instrucciones al pinganillo y que resuena desde el cráneo de la presidenta a toda la Comunidad de Madrid, con ecos y regüeldos en diversos medios de derecha subvencionados generosamente con dinero público. Tampoco es que fuera un secreto a voces, pero sorprender a Miguel Ángel Rodríguez a la luz, en plena faena, sin el disfraz de Isabel y sin el camuflaje propio de su oficio, no deja de ser emocionante. Es un giro de tuerca inesperado, como si en El mago de Oz descubriéramos que es el Espantapájaros quien maneja los hilos.

Ese descubrimiento explicaría, entre otras cosas, el desconcierto existencial y la mirada perdida de Dorothy -perdón, quiero decir de Ayuso- esas veces en que se queda pensando en las posibilidades de tropezarte con tu ex en un dúplex de 387 metros cuadrados. Las cosas que tendrá que oír la presidenta a diario, algo a medio camino entre el zumbido de la conciencia y un tinitus con resaca: "Di que es una inspección de Hacienda sacada de quicio. Di que es una persecución política y que es Hacienda quien le debe 600.000 euros a tu novio. Di que tu padre era un hombre honrado. Pon un doble de coñac. No, eso no lo digas".

El caso es que se abrieron las cortinas un momento desde el gabinete y lo que se escuchó fue: "Os vamos a triturar. Vais a tener que cerrar. Idiotas. Que os den". La periodista a la que iba dirigido el mensaje preguntó si era una amenaza y Rodríguez respondió: "Es un anuncio". Esta facilidad de expresión, esta economía narrativa, son las que me disuadieron de trabajar en política. Yo soy expansivo por naturaleza, novelista por vocación, y necesito al menos dos párrafos para anunciar el cierre de un periódico por el motivo de que me están inflando los cojones. También es verdad que crecí en Simancas, un barrio pobre de Madrid, y carezco de la exquisita educación y el tacto diplomático de Miguel Ángel Rodríguez.

En su amplia experiencia como director de Comunicación del PP, primero, y de secretario de Estado de Comunicación, después, Rodríguez aprendió a comunicar mensajes de la manera más escueta y nítida posible. En 2011 le multaron por llamar "nazi" al doctor Montes y 11 años después pidieron su comparecencia en la Asamblea de Madrid por placar a la periodista Andrea Ropero para evitar que le hiciera una pregunta de más a Ayuso. También mantuvo un breve intercambio epistolar con Espinosa de los Monteros ("Jódete, imbécil: Avalmadrid. Así os empuren. Idiotas") en el que el ex líder de Vox replicaba que los niños y los borrachos nunca mienten. Un microrrelato que explica la tormentosa relación de amor y odio entre Vox y PP en 24 palabras.

Del mismo modo que detrás de todo gran hombre siempre hay una gran mujer (y detrás de ésta, está su esposa), detrás de toda gran presidenta siempre hay un pinganillo, y detrás del pinganillo se oculta el jefe de gabinete. Es difícil saber dónde concluye este juego de muñecas rusas, por eso nunca sabremos si Miguel Ángel Rodríguez tiene otro mini-yo que le va susurrando instrucciones al oído o si simplemente se le ocurren sobre la marcha, inspirado por el Espíritu Santo. En sus primeros tiempos parecía estar asesorado por el Yoyas o por Torrente, el brazo tonto de la ley, aunque se ve que ahora ha alcanzado la cúspide del estilo de madurez: "Os vamos a triturar". Pura poesía. En su descargo dice que los insultos y amenazas a la periodista eran comentarios en el ámbito privado: por eso sólo los leyeron unos 12 millones de personas. Da miedo imaginar cómo serán los murmullos en la intimidad del pinganillo.

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