Punto de Fisión

La conjura de los fachas

El exvicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias, y la candidata de Podemos a las elecciones europeas, Irene Montero, atienden a medios a su llegada para declarar en el Juzgado de lo Penal nº 14 de Madrid. Alberto Ortega / Europa Press
El exvicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias, y la candidata de Podemos a las elecciones europeas, Irene Montero, atienden a medios a su llegada para declarar en el Juzgado de lo Penal nº 14 de Madrid. Alberto Ortega / Europa Press

No deja de sorprenderme el odio, el encono y la sevicia que la fachosfera mantiene contra el matrimonio Iglesias-Montero. Se trata de una cruzada ideológica alentada por los medios de ultraderecha y coreada por una turba de forofos que no parece tener fin, ni siquiera cuando hace tiempo que Irene fue apartada del ministerio de Igualdad y mucho más tiempo desde que Pablo abandonó la política activa. Se trata de una inmunda atarjea de odio, alimentada, regada y cuidada minuciosamente desde periódicos, radios, televisiones y redes sociales, hasta el punto de que cuando Iglesias abrió la taberna Garibaldi en Madrid, sus enemigos jurados le hicieron una publicidad impagable y hasta un pobre juntaletras llegó a escribir que lo de meterse a tabernero equivale a una puerta giratoria.

En un video que se hizo viral, Eduardo Inda presumía de ser la peor pesadilla de Pablo Iglesias y amenazaba con seguir dándole mala vida, al estilo de un supervillano del Caprabo. Furioso porque Iglesias lo había llamado mentiroso -un adjetivo que se queda muy corto al repasar la larga trayectoria de bulos, informes falsos, invenciones y mierdas varias que ese estercolero denominado OK Diario ha vertido sobre Podemos-, Inda declaró a voz en grito que su labor como periodista no consiste en informar, mucho menos en publicar la verdad, sino en acosar e intentar demoler a Pablo Iglesias. Tanta inquina y tanta mala sangre hace sospechar si Inda e Iglesias no tendrán una relación secreta, como Blofeld y James Bond, que al final son medio hermanos en Spectre.

En el juicio al que acudían a prestar declaración el lunes por la mañana, Montero e Iglesias tuvieron que enfrentarse a una manada de energúmenos que les llamaron de todo, los insultó a gusto y uno de ellos, un simpatizante de Vox, le dijo a la cara las ganas que tenía de encontrárselo a solas. Seguramente, en todas las democracias occidentales, no ha existido jamás un delito de acoso continuado e indecente contra dos figuras públicas como el que sufrieron Montero e Iglesias en su domicilio de Galapagar durante varios meses: nada menos que la ministra de Igualdad y el vicepresidente del gobierno. Del presidente Sánchez hasta el último socio del gobierno, prácticamente no se oyó una sola palabra de condena, el mismo silencio elocuente y cómplice que acompañó la repugnante cencerrada del lunes en las puertas de los juzgados.

Sostiene Pablo Iglesias, con mucha razón, que el hecho de que un nazi pueda amenazar impunemente a la candidata de un partido a las elecciones europeas lo dice todo sobre la calidad democrática de nuestro país. De la calidad periodística da fe el hecho de que acrediten a cualquier homínido como reportero por el simple procedimiento de darle un micrófono, extravagancia folklórica que demostró con creces Bertrand Ndongo, el tío Tom de Vox, al pegar a una señora con el suyo y luego llamar "piojosa" varias veces a otra. Después Ndongo grabó un video donde hablaba de Alfonso Rojo y su época como reportero de guerra, cuando lo que hace él cada vez que acude a cubrir una noticia es ver cómo se las apaña para montar una bronca.

La doble vara de medir, según las protestas caigan de un lado o de otro, es visible apenas se repara en la sentencia de 4 años y 9 meses de prisión impuesta por el Tribunal Supremo a un grupo de antifascistas tras los altercados en un mitin de Vox en Zaragoza. Día tras día descubrimos que hay policías infiltrados en asambleas vecinales contra los desahucios, pero ni uno solo dedicado a investigar las organizaciones neonazis, probablemente porque ya los conocen a todos. Al menos uno de los ultras que fue a increpar a Iglesias y Montero en los juzgados, Francisco Zugasti, cuenta con antecedentes policiales por su participación en los incidentes de Galapagar, donde intentó agredir a un agente. La impunidad campa a sus anchas y cualquier día de estos la sangre va a llegar al río.

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