Punto de Fisión

Felipe y la GAL viva

Es raro que Felipe González no acudiese a dar la barrila entre los fruteros que el domingo fueron a la Puerta de Alcalá. Estaba Fernando Savater, pobre hombre, que cada vez parece más Leticia Sabater; estaba Núñez Feijóo, que cada vez parece más Harold Lloyd colgado de un reloj; y estaba Díaz Ayuso, a la que cada día que pasa le gusta más la fruta. Es la frase por la que pasará a la posteridad, encubriendo ese "hijo de puta" que dirigió al presidente del Gobierno con su mejor estilo barriobajero, mientras que el número con que la recordarán por los siglos de los siglos es 7.291. Dice que le gusta la fruta, sí, pero lo que la vuelve loca son los fiambres y los chorizos.

Felipe pudo haber ido a la Puerta de Alcalá de telonero perfectamente, pero hacía demasiado buen tiempo como para desaprovecharlo y además ya les había hecho el trabajo sucio el jueves en El Hormiguero. El problema de llevar a Felipe a El Hormiguero es que a estas alturas casi no hay manera de distinguirlo de Trancas y Barrancas, las dos hormigas de peluche que dan la réplica a los invitados, más que nada por las paridas que suelta. Como buen jarrón chino que es, el expresidente no se prodiga mucho por las televisiones, pero cualquier día de estos Iker Jiménez le dedica un especial de Cuarto Milenio, un documental esotérico sobre la metamorfosis de Felipe en una cara de Bélmez.

A una semana de distancia del primer centenario de la muerte de Kafka, habrá que recordar que, en el caso de Felipe González, metamorfosis no hubo ninguna, si acaso un cambio de chaqueta: de la pana a la corbata de seda, del socialismo callejero al psocialismo psicológico, de las reuniones en la clandestinidad a los consejos de administración de las hidroeléctricas. Felipe lideró la reconversión industrial acallando a los sindicatos con la mano izquierda y repartiendo juego en el sector financiero e inmobiliario con la derecha, sin olvidar que el principal objetivo era reconvertir al bueno de Isidoro en una industria de sí mismo. Umbral dijo que un académico es un señor que se transforma en sillón, pero Felipe se transformó en sillón sin necesidad de pasar por la Academia.

En 1993 Umbral publicó La década roja, un libro donde, entre otras lindezas, dice: "FG es el nuevo Franco movido por los mismos poderes, de las Koplowitz a los yanquis". Poco antes, citaba al banquero Alfonso Escámez: "Mira, Umbral, con Franco no podíamos salir de España porque nos llamaban fascistas. Con Felipe, tengo sucursales en toda Europa. Cómo no voy a estar con Felipe". Lo de Gregor Samsa despertándose convertido en un escarabajo es una mierda al lado de la metamorfosis de Felipe González, un tipo que dirigía el país desde una mesa de billar y que cambió a Karl Marx primero por Groucho Marx y luego por Chico y por Harpo. En la entrevista del jueves sólo le faltó la bocina y salir pedaleando en monociclo.

Pablo Motos perdió la oportunidad de preguntarle por la ropa interior, uno de sus temas favoritos, así que nos quedamos sin saber si Felipe lleva calzoncillos de cuello vuelto. Motos tiene de periodista lo que yo de arzobispo, por lo que tampoco podíamos esperar que le preguntara por los GAL, por la cal viva o por qué los indultos a los independentistas catalanes le parecen un atentado contra la Constitución y los indultos a Barrionuevo o Griñán un ejemplo de salud democrática. Nos vamos a quedar sin saber quién es el señor X, lo mismo que nos quedamos sin saber quién diablos será M. Rajoy. Por consiguiente.

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