Punto de Fisión

La saga criminal de los Hammer

Armie Hammer rompe su silencio tras años de acusaciones
Armie Hammer en una imagen de archivo,04/3/2018 , Oscars- ZUMA PRESS 

El problema de las teleseries documentales es que, para empezar, les suele sobrar metraje: seis capítulos si tienen ocho; cinco si tienen seis; y todo así. La realidad no da para tanta sorpresa y tanto giro argumental, especialmente si la sorpresa viene anunciada en el tráiler y el giro lo ves venir desde los títulos de crédito. Pero qué le vamos a hacer, se ve que en la televisión de pago vale más un matrimonio tedioso que un romance feliz, un peñazo de tres o cuatro capítulos que una buena y honesta película de hora y media. Es como si les pagaran por fotograma, igual que ciertos escritores parecen cobrar por palabra. Henry James aseguraba que en el arte la economía es siempre belleza, pero no podía imaginarse que la economía editorial iba a inflarse a base de ladrillos de cinco mil páginas.

House of Hammer, la teleserie de HBO que analiza las denuncias de abuso sexual contra el actor Armie Hammer, no resulta especialmente larga, apenas tres episodios de una hora, pero se hace bastante pesada entre las reiteraciones, las insinuaciones y las conjeturas que no llevan a ninguna parte. Una pena porque el material de fondo es fascinante: una familia de ricachones cuyos machos alfa han repetido durante cinco generaciones un aterrador esquema patriarcal de egolatría, violencia, impunidad y despotismo hasta desembocar en el benjamín de la familia, un actor guapo, arrogante y millonario que resulta la encarnación misma del Pijus Magnificus.

Blindado de abogados hasta las cejas, Armie Hammer siempre ha negado las acusaciones con argumentos de lo más estrafalario. Este mismo fin de semana, por ejemplo, admitía por fin que sí, que era cierto que había marcado a una de sus ex novias, Paige Lorenze, con un cuchillo -una pequeña 'A' mayúscula cerca de la ingle, como el hierro de la ganadería-, pero explicó que se trataba de un gesto romántico. En el documental queda claro que a Hammer también le gusta golpear y dejar moretones en la piel de sus parejas, una especie de marca personal, para que supieran quién estaba al mando. Courtney Vucekovich, otra de sus víctimas, declaró que le había dicho que "quería romperle una costilla, asarla a la barbacoa y comérsela". Sin embargo, las fantasías caníbales no son nada comparadas con el testimonio de Effie Angelova, quien lo acusa de haberla violado durante cuatro horas.

La tía del actor, Casey Hammer, ejerce de Virgilio en este descenso a los infiernos de una dinastía que hace que los potentados criminales de Succession parezcan filántropos desorientados. La saga se remonta al bisabuelo, Armand, dueño de la Occidental Petroleum Corporation, un magnate siniestro y despiadado que, entre chantajes y tratos bajo cuerda, se codeaba con los inquilinos de la Casa Blanca, del Kremlin, del Palacio de Buckingham y del Vaticano. La catástrofe del 6 de julio de 1988, en el que 167 operarios perdieron la vida cuando la plataforma Piper Alpha ardió en medio del Atlántico Norte por culpa de una serie de negligencias criminales, es un buen ejemplo del modo en que Armand Hammer era capaz de salir de un pozo de mierda sin una sola mancha en el traje.

Casey afirma que su padre, Julian, hijo de Armand, no sólo abusó de ella, sino que a veces le ponía una escopeta en la sien y amenazaba con pegarle un tiro. El día en que le puso una guía telefónica en la cabeza a lo Guillermo Tell para hacer puntería decidió salir corriendo. Julian fue detenido por homicidio tras matar de un balazo a un amigo que le pidió que le devolviera el dinero que le adeudaba, pero logró que retiraran los cargos gracias a un soborno de cincuenta mil dólares. El hermano de Casey, Michael, padre del actor, heredó el grueso de la fortuna de Armand y durante un tiempo organizó orgías con menores de edad antes de dedicarse al petróleo. Por desgracia, el documental apenas toca de refilón el negocio de lápices con que el bisabuelo labró su fortuna en la URSS, así como su posible vinculación con los servicios secretos soviéticos: su padre, Julius, era un judío de origen ruso emigrado a los Estados Unidos, fundador del Partido Comunista Americano, que cambió su apellido por el de Hammer en honor a la hoz y el martillo.

Es una lástima que, como tantos otros documentales sesgados de este estilo, no se preste voz más que a una de las partes y que además se incluyan recreaciones fantasiosas de hechos no verificados. Tampoco ayuda mucho que, junto al testimonio de un sólido periodista de investigación, se incluyan numerosas declaraciones de una tiktoker cuya única relación con el caso es haberse leído el libro de memorias de Casey Hammer. La verdad, el documental hubiese ganado mucho presentándose directamente como una ficción, una teleserie al estilo de Succession, Dallas o Los Colby, aunque entonces resultaría directamente increíble. Casi tanto como la entrevista que estos días le hizo Bill Maher a Armie Hammer, riéndole las gracias y limpiándole los bajos, haciéndolo aparecer ante el mundo como un buen chico arrepentido, a ver si un día de éstos vuelven a llamarlo de Hollywood.

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