Punto de Fisión

El PSOE es otro

Foto de archivo del presidente de Castilla-La Mancha y secretario general del PSCM-PSOE, Emiliano García-Page (i), y el secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en un mitin en el Palacio de Congresos de Toledo, en septiembre de 2022. EUROPA PRESS/Fernando Sánchez
Foto de archivo del presidente de Castilla-La Mancha y secretario general del PSCM-PSOE, Emiliano García-Page (i), y el secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en un mitin en el Palacio de Congresos de Toledo, en septiembre de 2022. EUROPA PRESS/Fernando Sánchez

Ser del PSOE es un acto de equilibrio muy difícil, un continuo andar en la cuerda floja, ya que unos días te inclinas a la derecha y otros días te vas hacia el centro; unos días aplaudes a Zapatero y otros días aguantas a Felipe; unos días se te cae la O de obrero y otros días la S de socialista. Tengo yo un gran y viejo amigo que es del PSOE a vida o muerte, al estilo forofo, igual que mi hermano es del Real Madrid o yo de William Faulkner, y hay veces que lo pasa muy mal, en especial con los muertos de Marlaska en la frontera marroquí y el abandono del pueblo saharaui. Ser del PSOE es, por decirlo en lenguaje evangélico, que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha.

García-Page tiene un gran nombre, Emiliano, con un apellido que parece que fuese a desembocar en Zapata, el legendario caudillo revolucionario, y que finalmente se queda en García-Page, un compuesto que suena más bien al de uno de esos generales mexicanos que se cambiaron de chaqueta a la hora del triunfo. Cuando lanza sus declaraciones intempestivas y viradas hacia la derecha, García-Page da la impresión de ser al menos dos García-Page, uno del PSOE y otro del PP, impresión que se acentúa al corroborar que tiene un hermano gemelo, Javier, quien se dio de baja de la militancia socialista hace unos meses, harto de la deriva del partido hacia la izquierda. Esta duplicación biológica tendría gracia si al menos hubiese alguna forma de distinguirlos, como a Zipi y Zape, pero en realidad son prácticamente idénticos, como el PSOE y el PP.

Mucho más dramática y compleja resulta la existencia de Pedro Sánchez, un hombre que en sí mismo contiene multitudes, no tanto como Walt Whitman sino como una especie de cajón de sastre que tiene que tiene que lidiar cada día con la derecha y con la izquierda, con catalanes y con vascos, con feministas de verdad y con feministos de fogueo, con Zapatero y con sus amigos cuarentones molestos con Irene Montero, con Felipe González y con García-Page. Para mantenerse en el poder, a veces, hay que tragar sapos y culebras, con el peligro de que el sapo, en contacto con los labios, se transforme en una princesa podemita que te la líe parda.

De ser un poeta célebre, más que Whitman, Sánchez sería un avatar de Rimbaud, que dejó de escribir poesía muy joven y se marchó a Yemen para dedicarse al tráfico de armas. Por esas cosas del francés, Rimbaud se pronuncia "rambó", que suena casi igual que Rambo, una coincidencia curiosa que David Morell, el autor de First Blood -la novela que dio pie a la saga cinematográfica-, dijo que se le ocurrió cuando buscaba un nombre para su personaje y su mujer llegó a casa con unas manzanas rojas llamadas "rambo", de origen francés. García-Page, en cambio, es mejor pronunciarlo a la inglesa, "Peich", porque parece un socialista de Chiquito de la Calzada: no puedo, no puedo, no puedo.

Rimbaud (no confundir con Rambo) dijo una vez una frase impresionante, "yo es otro", que vale perfectamente como lema del PSOE en cualquier tiempo y lugar. El Felipe que prometía sacarnos de la OTAN era otro Felipe. El Zapatero que recurrió a brutales políticas neoliberales para hundirnos más en la crisis era otro Zapatero. El Sánchez que fue consejero en Caja Madrid en la época de Miguel Blesa era otro Sánchez. Donald Trump ha dado con un filón parecido en la duplicidad racial de Kamala Harris, que antes promocionaba su herencia india y que "de repente se ha vuelto negra". En efecto, Harris es negra sólo por fuera, igual que Obama: más allá de la piel ambos resultan perfectos engranajes del partido demócrata, igual que Trump lo fue durante ocho años, antes de hacerse naranjito. Lo confirmó Larry Holmes poco después de conseguir el cinturón de campeón mundial de los pesos pesados: "Yo fui negro una vez, cuando era pobre". En el PSOE ni se acuerdan.

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