Punto de Fisión

Maneras de matar perros

Alain Delon y su perro Loubo. Imagen de archivo
Alain Delon y su perro Loubo. Imagen de archivo

Alain Delon murió y, según su última voluntad, será enterrado en su finca de Douchy junto a los restos de sus 35 perros. También quería irse acompañado de su última mascota, Loubo, un pastor belga malinois, una de las razas más inteligentes, aunque no tanto que sospechara la que se le venía encima. Delon había dicho numerosas veces que se alegraba de abandonar este mundo, ya que en las últimas décadas se le había vuelto incomprensible, feo y odioso, más o menos igual que él, quien pasó de ser un icono de belleza masculina incontestable a un vetusto fósil machista, racista y homófobo. Aparte de su legado cinematográfico, una de las pocas cosas buenas que tenía era su amor a los animales, un amor que incluía el sacrificio de su perro Loubo, recostado a su lado para toda la eternidad, como si fuese un faraón francés.

Entre los grandes escritores que demostraron su devoción perruna se cuentan Twain, Schopenhauer, Hugo, Tolstoi o Stevenson, quien no sólo no podía imaginarse el paraíso sin perros, sino que decía que ellos estarán allí mucho antes que nosotros. Los perros son criaturas inverosímiles, poseídas por un amor insensato, absoluto e incondicional hacia su dueño, una pasión infinita que confirma la sublime definición de Borges: "el amor es una religión con un dios falible". En cambio, el amor humano casi siempre está teñido de crueldad, de egoísmo y quizá de algo peor: no hace falta más que leer el testamento de Delon para hacerse una idea de cuánto quería realmente a Loubo. Cabe preguntarse si el actor amaba tanto a su perro como para suicidarse en caso de que le precediera en el viaje; a fin de cuentas, hace dos años, después de varios reveses de salud, llegó a solicitar la eutanasia.

Siguiendo con los perros, esta semana, Arcadi Espada ha vuelto a primera línea de actualidad al declarar en una entrevista que las mascotas son horribles, un verdadero peligro público y que deberían ser exterminadas. Está claro que se refería exclusivamente a los perros, ya que difícilmente puedes tropezarte con un gato o un guacamayo de paseo por la calle, eso sin contar que, según la Real Academia, en su primera acepción, una mascota también puede ser humana: "persona, animal o cosa que trae buena suerte". Sin duda, Espada estaba pensando en la segunda acepción, "animal de compañía". Asegura que las mascotas no hacen más que ensuciar y llenarlo todo de virus, una afirmación con la que estoy de acuerdo no tanto en referencia a los perros sino a las mascotas de la derecha y la ultraderecha: Alvise Pérez, Dani Desokupa, Javier Negre, Vito Quiles o el propio Arcadi Espada.

Más allá de su problema con los perros, Arcadi Espada mostró al mundo su sensibilidad sin parangón cuando escribió que los niños con síndrome de Down causan daños morales y gastos económicos, que eran "hijos tontos, enfermos y peores". Aparte de la prosa de mierda, no hace falta rebuscar mucho para encontrar en esas repugnantes declaraciones un eco de la eugenesia nazi. Alain Delon podía ser muy guapo, sí, pero también era un maltratador, un homófobo, un machista y un racista de tomo y lomo, mientras que Arcadi Espada será muy inteligente y muy culto, sí, pero no es más que un ego que se peina a portazos, un tipo que, cuando salió la sentencia a los violadores de la Manada, se preguntaba cómo sería la vida sexual de la víctima y si habría un video sobre el tema. Hasta un perro se lo pensaría dos veces.

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