Punto de Fisión

Iker y los gobiernos paranormales

Iker y los gobiernos paranormales
Iker Jiménez, imagen de X.

No sé en qué momento los parapsicólogos, los amigos del misterio y demás detectives del más allá decidieron ampliar su radio de acción y pasar de la ficción a la realidad. Mientras hablaban de ovnis, de aparecidos, del Triángulo de las Bermudas o de la Sábana Santa, tampoco le hacían daño a nadie y hasta podía uno echarse unas risas o sacar material para una novela con sus chorradas. Cuánto echo de menos aquellos tiempos en que los chavales de mi barrio íbamos de noche al cementerio, a ver si grabábamos una psicofonía, y lo único que pillábamos era a un radiotelegrafista ligando por onda corta o una emisora tartamuda radiando una canción del Fary. Allá, a comienzos de los ochenta, todo el mundo había visto un platillo volante, uno por lo menos, pero ahora que vamos por la vida con una cámara incorporada al móvil, los marcianos no asoman la gaita ni por descuido. Los fantasmas sí, los fantasmas van en tropel al programa de Iker Jiménez.

Puesto que, por lo que se ve, el auge de la telefonía móvil ha torpedeado buena parte de las ciencias ocultas, Iker y sus colaboradores han decidido internarse en otros campos de investigación con el fin de explicarnos los secretos del coronavirus, las construcciones megalíticas, el negocio de las vacunas o la guerra de Ucrania. Bajo el supuesto de que ni los médicos, ni los científicos, ni los historiadores nos cuentan toda la verdad, Iker y su cuadrilla de magufos se arremangan los brazos y bajan literalmente al barro con el fin de despejar dudas y contarnos esas incómodas verdades que no quieren que sepamos. Por ejemplo, que el cambio climático es una mandanga, que el problema viene por las estelas químicas que dejan los aviones en el cielo y que se usan para controlar el tiempo atmosférico. O que las caras de Bélmez son manifestaciones de espíritus atormentados revelándose a través del cemento, no manchas provocadas porque una señora se hartó un día de fregar el suelo de la cocina.

La solvencia científica de los parlamentos de Iker me recuerda el currículum del autor de un libro para hipocondríacos que me regalaron unos amigos al cumplir los veintitantos: "Todo lo que sé sobre medicina lo he oído por ahí o me lo he inventado". Una lástima haberlo perdido, porque tenía un consejo infalible para distinguir si un dolor agudo en el pecho eran gases o un ataque cardíaco: suba seis o siete pisos a la carrera y compruebe si al final se tira un pedo. Sobre la solvencia ética de Iker, puede decirse más o menos lo mismo; no hay más que ver el video donde uno de sus reporteros, Rubén Gisbert, se reboza bien de barro para dar el pego ante las cámaras y hacer un directo de los que estremecen a la audiencia. "Me has fallado" dijo Iker, refiriéndose a que Gisbert no había visto cómo un vecino lo grababa con la cámara, cual marciano aterrizando desde Fachalandia.

El bochorno ha sido fenomenal, aunque no tanto como el hecho de que un ectoplasma periodístico acuda en medio de una catástrofe humanitaria a sembrar bulos y sacar carnaza para montar después una tertulia que era un fenómeno paranormal en sí misma. Mucho peor que la ducha de fango de su enviado especial fue un mensaje de Iker avisando que "en el parking de Bonaire hay muchos cuerpos, muchos cuerpos. Muchos". Tras la tarea de limpieza se descubrió que no había ningún cuerpo, ninguno, ni uno, demostrando que, en efecto, todo lo que sabe Iker sobre la DANA, la política institucional o el coño de la Bernarda, lo ha oído por ahí o se lo ha inventado. Bien podía enfocar sus esfuerzos y los de sus ayudantes en esclarecer el gobierno para anormales que hay en la Comunidad Valenciana, con un presidente que ya ha soltado veinte mentiras distintas y ni una sola verdad, o bien estudiarse ellos mismos, a ver si encuentran la vergüenza que no tienen. Lo más misterioso que ha ocurrido en Valencia fue la aparición, rodeando a los reyes, de un montón de neonazis no identificados.

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