Del consejo editorial

Horarios comerciales y modelos de ciudad

 

CARME MIRALLES-GUASCH

Cuando se anuncian medidas como el cambio de horarios en los comercios, se tiende a pensar en valores exclusivamente cuantificables y a corto plazo (como el incremento de las ventas y de la facturación, etcétera). También se asocia a la libertad como un valor filosófico relacionado con los negocios y el mundo empresarial. Sin embargo, los horarios comerciales implican elementos mucho más sutiles, intangibles, a largo plazo y de interés colectivo. El horario de apertura y cierre de las tiendas es un elemento fundamental del carácter de las ciudades: es una expresión de la calidad de vida de una sociedad y también una de las estrategias que permiten mantener el comercio de calle. Son esas tiendas de tamaño diverso y de especialidades mil que nos acompañan en los recorridos
urbanos a pie.

El cambio en los horarios comerciales es un ataque, sutil pero efectivo, al concepto de ciudad mediterránea –próxima y compacta–. Se trata de un modelo urbano que, cuando se pierde, es difícil de recuperar, como bien saben muchas ciudades francesas donde el pequeño comercio ha desaparecido –y con él la calidez y la seguridad del espacio público–, en favor de grandes superficies en las periferias urbanas con un horario amplísimo.

Este es el escenario al que se asiste en muchas ciudades americanas donde faltan referentes urbanos, cohesión, centralidad y espacio público de calidad, aunque, eso sí, se pueda ir a comprar a cualquier hora del día. Pero incluso en estas latitudes se está apostando por modelos de ciudad con valores urbanos que contemplen unidades barriales, recorridos a pie y, unido a ello, tiendas de barrio que abran por la mañana y cierren por la tarde.
Además, la ley actual ya permite que ciertos comercios donde se venden artículos de primera necesidad tengan horarios amplios, por lo que el abastecimiento de estos productos a la población está garantizado.
Sin embargo, parece que la desregularización de los horarios va más allá, pues va unida a la armonización territorial y a la reducción de las actividades sometidas a licencias municipales. Es decir, todos iguales para que las grandes superficies comerciales puedan organizar mejor sus estrategias de venta sin que ninguna administración pueda interferir en sus negocios.

Carme Miralles-Guasch es profesora de Geografía Urbana

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