Del consejo editorial

Algo nuevo bajo el sol

Jorge Calero
Catedrático de Economía Aplicada

A primera vista, esta crisis no se diferencia sustancialmente de otras crisis económicas previas en el capitalismo. Una sobreabundancia de capital que se destina progresivamente a actividades de riesgo creciente, especialmente en los mercados financieros, ante la caída del rendimiento de las inversiones productivas. Un crecimiento de burbujas de diferente índole (financieras y, especialmente en el caso español, inmobiliarias) y su posterior estallido. Procesos, estos últimos, sorprendentemente abundantes a lo largo de la historia y que comparten un guión prácticamente idéntico. Aunque a cada una de las personas que participa en ellos la situación le parece única, están interpretando, efectivamente, papeles que ya se interpretaron hace siglos. El libro de Charles Kindleberger Manías, pánicos y cracs los describió hace ya años de forma magistral, de tal modo que al leerlo en la actualidad uno tiene la impresión de que el autor estaba pensando específicamente en los compradores de viviendas, los constructores y los bancos españoles.
Sin embargo, sí hay un elemento que marca diferencias muy relevantes. En realidad, utilizando la terminología marxista, se trata de un cambio cuantitativo que genera potencialmente cambios cualitativos en la estructura y efectos de la crisis. Me refiero a la enorme acumulación de capital que se ha generado, durante las dos últimas décadas, en las zonas económicas especiales del sureste de China. Una acumulación basada en la mayor migración de la historia, la que están realizando millones de jóvenes chinos procedentes de zonas rurales con destino a la "factoría del mundo". Las condiciones de trabajo (y, en general, de vida) de esta población migrante son casi inconcebibles desde la Europa actual; sin embargo, son estas condiciones uno de los núcleos a partir de los que se ha generado la crisis actual. La intensidad de la explotación de la fuerza de trabajo tiene el doble efecto de, por una parte, reducir hasta anular la posible competencia en la mayoría de los productos y, por otra, acumular un capital que buscó destinos fuera de China. La combinación de ambos efectos explica buena parte de nuestros problemas actuales: dificultades de crecimiento y exceso de deuda privada y pública.

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