Del consejo editorial

Estos horarios nuestros

 JORGE CALERO

Cuando escucho a Ignacio Buqueras, presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles, pienso que pocas personas tienen en España una tarea más ardua. Tarea importantísima, sí, pero de muy difícil ejecución.
¿Qué horarios tenemos? Es habitual que el trabajo se prolongue bien entrada la tarde, casi la noche.
Reuniones, a menudo inconducentes, que se convocan para las seis
o las siete de la tarde, hora en la que nuestros vecinos europeos están en su casa. Cenamos cada vez más tarde. Cenar a las once es fascinante para los turistas, pero poco compatible con una vida familiar –incluso laboral– estable. Vemos la televisión tarde: hay programas de máxima audiencia que empiezan a

medianoche.
Nos hemos ido acostumbrando a estos horarios, sin embargo, tienen unas desventajas muy notables, a las que también nos hemos acostumbrado. En primer lugar, dormimos poco: como media, dormimos 40 minutos menos que el resto de europeos. La falta de sueño es uno de los factores que incrementa la probabilidad de sufrir accidentes laborales, en los que nuestras cifras siguen siendo pavorosas. Los resultados de la falta de sueño aparecen también en las aulas de los centros educativos, donde los jóvenes bostezan más de lo debido. Los jóvenes y, en ocasiones, también los profesores. Y, como dice Daniel Pennac en su libro Mal de escuela, la primera condición que debe reunir un buen maestro o maestra es haber dormido bien.
Una segunda desventaja de los horarios que nos hemos impuesto es que trabajamos muchas horas, pero con una productividad reducida. En bastantes lugares de trabajo se ha desarrollado una cultura en la que el cumplimiento se mide, por compañeros y por superiores, en función del número de horas pasadas en el lugar de trabajo (aunque sea tomando café) y no de los resultados. Nuestro país se encuentra en el grupo de países europeos en el que más horas se trabaja. Trabajamos, por ejemplo, una media de cinco horas más por semana que en Noruega.
Tercera desventaja de nuestros horarios: son especialmente nefastos para las familias (más específicamente, para las mujeres) con hijos. La conciliación entre vida laboral y vida familiar es difícil (más bien imposible) en muchos sectores del mercado de trabajo. Muchas mujeres que aspiran a un buen recorrido laboral se ven forzadas a retrasar o cancelar la llegada de los hijos. Esto ha sido así durante muchos años en los países avanzados. Pero las consecuencias han sido especialmente severas en España, ya que ha contribuido a que tengamos la reducidísima tasa de 1,38 hijos por mujer. ¿Quién se anima a trabajar y a tener y cuidar hijos con bajas de maternidad todavía muy reducidas, nuestros horarios y poca oferta de escuelas infantiles?
Las soluciones no son fáciles; algunas de las que se están explorando afectan sobre todo a los trabajadores públicos, ampliando una brecha ya existente en sus condiciones de trabajo con respecto a los trabajadores del sector privado. Quizás el primer paso que debamos dar es dejar de considerar normales comportamientos –institucionales e individuales– que nos han llevado a la actual situación, poco racional e ineficiente. Cada uno de estos comportamientos debe ser puesto en tela de juicio –no sólo por la Comisión Nacional–, considerando si son sostenibles desde el punto de vista social y económico.

Jorge Calero es  Catedrático de Economía Aplicada

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