Desde lejos

Apoyos y precios

Hay quien sostiene que todo tiene un precio, que cualquier persona es capaz de venderse si le hacen la oferta adecuada. Nunca ha acabado de convencerme del todo ese axioma. Debo de haber sido educada a la antigua usanza, porque sigo creyendo que existe gente honrada que no está dispuesta a traicionar sus ideas por mucho que le paguen. Pero la realidad, ya saben, suele ser tozuda, y la realidad política lo es de manera singular.

Así que, en medio del actual debate en torno a las recientes elecciones autonómicas, surge de nuevo el asunto de los apoyos que unos partidos se prestan a otros. Y que, por supuesto, se compran y se venden: tú me ayudas con las leyes en mi barrio, y yo te apruebo los presupuestos en el tuyo. O cierro los ojos cuando haces algo que no me gusta. O te doy un carguito por aquí, una prebenda por allá...

Y no hablo sólo del voto del PP a favor de Patxi López en el Parlamento vasco y su posible precio. Es que, además, se da por supuesto que los dos partidos que durante esta legislatura han apoyado al PSOE en las Cortes de Madrid, PNV y BNG, dejarán de hacerlo a partir de ahora. Los gallegos, porque se sentirán desligados de un partido con el que ya no gobiernan en su país. Los vascos, porque estarán resentidos por haberles quitado el poder en el suyo. Son las reglas de la democracia. El juego de la política.

Bien, de acuerdo. Pero ¿y las ideas? ¿Qué ocurre con las ideas? ¿Qué pasará si el Gobierno presenta por ejemplo un proyecto de ley que al PNV o al BNG les parezca imprescindible para el futuro del país? Siguiendo las reglas, votarán en contra. Todo esto me recuerda a cuando éramos pequeños y decíamos: estoy enfadada contigo, así que ya no te ajunto. Vaya inmadurez la de los políticos. O vaya cinismo, que es aún peor.

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