La pandemia del coronavirus ha supuesto una enorme sacudida a nuestra forma de vivir y entender la vida. Además del drama humanitario, de los miles de enfermos y fallecidos, la enfermedad nos ha encerrado a casi todos en casa, poniendo por delante las cosas que realmente son importantes: la familia, la alimentación, la salud, la educación. Debemos aprovechar la oportunidad para aprender la lección y prepararnos mejor para el futuro, dando un valor superior a cosas que, por imprescindibles, nos parecía que no corrían riesgo: un servicio de salud competente, un mercado abastecido de los bienes de primera necesidad, un hogar confortable e interconectado con el mundo,...
En este sentido, desde una perspectiva verde y ecosocial podríamos decir que hay al menos cinco grandes lecciones que podemos aprender de esta situación.
1.- Debemos reforzar los servicios públicos, en particular la Sanidad y los Servicios Sociales. Es una de las claves de este aprendizaje forzoso. Tenemos que mejorar nuestros sistemas de salud sin escatimar en gastos. ¿Por qué gastamos miles de millones en tener tanques, cazabombarderos y sistemas de misiles carísimos como sistema de defensa ante un más que improbable ataque de un país enemigo, y sin embargo tenemos desprotegidos a nuestros ancianos y a nuestro personal sanitario mermado y mal dotado ante las mucho más probables epidemias por llegar? Un tanque vale lo que 440 respiradores médicos, y un caza F-35 lo que 3.200 camas UCI. ¿En qué momento decidimos que es más importante protegerse de una hipotética invasión que de la siguiente epidemia? Además, invertir en salud y en servicios sociales es a la larga un ahorro para la propia sociedad. Aumentando y mejorando los empleos en el sector de los cuidados estaremos en mejores condiciones de abordar la próxima crisis epidemiológica, que la habrá.
2.- Podemos reducir mucho las emisiones, bajando la movilidad y fomentando el teletrabajo. Con ello combatimos el cambio climático, que no se olvide es la gran amenaza de nuestro futuro como sociedad, y mejoramos la calidad del aire y por lo tanto la salud. Ya empiezan a publicarse los primeros estudios que relacionan la contaminación con el impacto del coronavirus. Nada sorprendentes, pues la evidencia en este sentido ya era abrumadora antes de la aparición de esta enfermedad. Con un aire más limpio disminuirán las alergias y las afecciones respiratorias, con lo que los virus lo tendrán más difícil.
Pero además el confinamiento demuestra que muchos de los desplazamientos que hacemos normalmente son prescindibles, superfluos. Muchas reuniones de trabajo, incluso internacionales, se pueden celebrar por videoconferencia, ahorrando millones de litros de combustible. Mucha gente puede desarrollar gran parte de su trabajo desde casa, una tendencia creciente en toda Europa y que en España parecía estar aparcada. Bueno, el coronavirus nos ha demostrado que se puede teletrabajar ahorrando muchas horas de desplazamientos con la consiguiente reducción de gases emitidos a la atmósfera y también accidentes de tráfico, pero para ello debemos avanzar en la mejora permanente de nuestras redes digitales. Ese ahorro en desplazamientos permitirá además que muchas personas puedan liberar tiempo para dedicar a sus aficiones, a la cultura o al cuidado de sus seres queridos.
Sin embargo, existe el riesgo de que la falta de planificación, de voluntad política o la presión de los lobbies nos traigan los peores escenarios de incentivo del vehículo privado en detrimento del transporte público. Una salida de estas características sería una catástrofe ambiental y para la salud pública. Es el momento de que todas las administraciones den un paso adelante y garanticen recursos para el transporte público incluyendo infraestructuras y ayudas al transporte sostenible y en especial la bici.
De cómo reconfiguremos la movilidad post Coronavirus va a depender en gran medida la sostenibilidad de nuestro modo de vida, de nuestras ciudades y del planeta.
3.- Tenemos que mejorar nuestra soberanía alimentaria, fomentando los circuitos cortos y de proximidad, garantizando el autoabastecimiento de alimentos frescos y reduciendo las importaciones. Esta crisis deja patente que no podemos confiar nuestra alimentación a la globalización y en este sentido seguramente debamos reformar las reglas de la Organización Mundial del Comercio. Los países tienen que poder proteger y fomentar la producción y el comercio locales, aunque salgan un poco más caros, porque es un seguro de resiliencia para el futuro. De esa manera además contribuiremos a mejorar la vida de nuestros agricultores y ganaderos, comeremos más sano y conservaremos nuestros paisajes rurales y naturales.
4.- A pesar de la ceguera neoliberal de algunos, es evidente que es necesario reformar la fiscalidad para poder abordar un mayor gasto sanitario y de cuidados, desincentivar los combustibles fósiles, mejorar las infraestructuras del transporte público y reforzar la economía digital. Es imprescindible también avanzar en la anhelada senda de la renta básica universal, para cerrar de una vez la brecha de la pobreza y la exclusión social, pero para ello hacen falta recursos que no pueden llegar de otra forma que a través de un sistema fiscal más justo, verde y progresivo.
5.- Finalmente, en esta rápida reflexión de lecciones aprendidas, no podemos olvidarnos de la cooperación internacional. En primer lugar, la Covid-19 nos ha demostrado que necesitamos nuevos mecanismos de solidaridad europa. La Unión Europea no tendrá sentido para los ciudadanos si no demuestra que es capaz de abordar en común retos como la reconstrucción económica tras la pandemia, y la imprescindible transición ecológica que se debe abordar simultáneamente para evitar caer en una crisis aún mayor. El rechazo a los coronabonos evidencia que existen todavía demasiadas reticencias nacionalistas en Europa como para emprender una andadura conjunta sólida.
Y mayores aún son los retos a nivel de Naciones Unidas. Desde nuestro punto de vista (lógicamente opuesto al de Trump y otros halcones nacionalistas) esta crisis demuestra que la OMS y los organismos de la ONU son imprescindibles y necesitan más medios y sobre todo más poderes para actuar en beneficio de toda la humanidad. Somos los primeros en criticar el gasto a veces excesivo de estos macro-organismos, pero el que la gestión sea mejorable no invalida la necesidad de su existencia. Necesitamos más cooperación internacional, no menos, y ello implica avanzar decididamente en la mejora de los mecanismos de gobernanza a nivel mundial.
El confinamiento durante semanas en nuestras propias casas paradójicamente nos está proporcionando una cierta solidaridad de especie a la que ni la inminente emergencia climática nos había conminado. Y esta conciencia de especie es tremendamente valiosa y poderosa.
Todos unidos contra el virus es algo más que un lema y deberíamos darle el impulso necesario para no olvidar las lecciones aprendidas. Nosotros como verdes nos comprometemos a intentar aplicarlas.
Comentarios
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