En 2020 es cuando se cumplen dos siglos del comienzo de una iniciativa socio-cultural que estaría llamada a influir notablemente en la vida de nuestro país. Hablo del Ateneo. Ha querido el destino que la efeméride coincida con un momento, duro, que el mundo atraviesa hoy.
El Ateneo ha sobrellevado épocas también trágicas. Pero yo quiero, en primer lugar, tener un recuerdo para con personas quienes han fallecido en estos días amargos; personas socias y otras quienes, sin serlo, venían a nuestra casa, aportando conocimientos, participando, sumando.
Creo que no sería justo por mi parte decir ningún nombre si no puedo decirlos todos. Algún amigo personal. Algún gran artista que ayudó a nuestra Asociación en tiempos difíciles... El Ateneo, pequeña parte de España, mas parte al cabo, ha sufrido y seguirá sufriendo junto a ella.
Ateneo Español se llamó justamente el primero, que hoy conmemoramos. Lo crearon los hijos -intelectualmente hablando-, del general Riego, el héroe de Cabezas de San Juan. Un país -y también un continente, América-, tienen con él gratitud.
Aquel Primer Ateneo, -como escribiera el profesor D. Alberto Gil Novales, de quien tuve la suerte de ser amigo-, duró exactamente lo mismo que la experiencia democratizadora a cuya luz nació: tres años. Más adelante, en 1835, los supervivientes -vueltos del exilio-, lo refundaron ya con su nombre actual: Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid.
Este Ateneo tiene, pues, dos fundaciones, como la ciudad de los Buenos Aires. E igualmente, verdaderas las dos. Ello explica que parezca que siempre estamos en nuestro Centenario, o fracción. Es cierto: hemos celebrado en 1935, en 1995, en 2010... Y celebramos ahora en 2020. Con toda justicia. Con merecimiento. Nuestras vicisitudes, ya digo, no son distintas a las de nuestro país.
Entonces conmemoraremos también, con legítimo orgullo, en 2035. Quiera el porvenir que sean días más felices.
Ahora se hablará, no sin fundamento, de los grandes hitos de la historia de nuestra asociación, que son varios. Se glosará la vida y la obra de quienes, gigantes, hallaron sitio en el Ateneo de Madrid y lo hicieron mayor aún.
Todo esto, necesario y saludable, se hará -seguro-, bien hecho. Como siempre ha sido.
Sin embargo, lo determinante en una conmemoración, es el día siguiente. El pasado del Ateneo es ya inmarcesible. En el futuro está el desafío. Y en mi opinión, exige más que fuegos artificiales, que sirven para iluminar la noche, pero sólo un momento.
A nadie escapa que vivimos una época difícil. A nivel global.
Yo tuve el privilegio (así lo considero en perspectiva) de formar parte de una Dirección -la de Convergencia presidida por el filósofo Carlos París-, a la cual nos tocó un tiempo también muy complicado. Fue la ruina económica mundial a partir de 2008. Se trató de una crisis sistémica, prolongada varios años, y que afectó muy señaladamente a las ayudas públicas, mermándolas en medida enorme. Como el recuerdo de aquellos días es todavía reciente, no necesito decir más. Ojalá que lo de ahora no dure lo de entonces, ni suponga -para las estructuras de financiación-, una desarboladura tan grande.
Una crisis puntual, no sin dolor, se supera. Pero cuando se prolonga años, el escenario resulta mucho más dañino. Y no obstante, incluso en períodos así, es posible salir adelante sin traicionar a cuanto te da razón de ser, sentido de existencia. Puedo afirmarlo.
En aquel sexenio tan duro, no se cambió el estatus de asociación del Ateneo de Madrid. Es decir, no se quitó la Dirección de sus socios y sus socias.
No se subió la cuota mensual, mas que el IPC. Se giraron, bien es cierto, dos mensualidades extraordinarias (de carácter voluntario) en aquellos más de seis años. Pero no hubo un alza consolidada como tal. Se pensó en el bolsillo del socio, que también sufría, como la entidad, los efectos de la crisis.
No se despidió a un solo trabajador empleado, empleada, del Ateneo.
Pero además, la Convergencia de D. Carlos París duplicó los espacios disponibles, con cuatro nuevas salas multiusos. Fueron, puedo decirlo, un factor clave para mantener el Ateneo de Madrid. Siguen siéndolo.
El legado póstumo de nuestro admirado filósofo, está en las obras de rehabilitación del edificio ateneísta que actualmente lleva a cabo el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, Ministerio de Fomento cuando Carlos París y su Equipo gestionaron la concesión de las obras. (Puede consultarse al respecto la página 565 del tomo III de "Ágora de la Libertad: Historia del Ateneo de Madrid", de Víctor Olmos. Editorial Ulises, año 2019).
Vengo a señalar, que dura crisis -incluso, muy dura-, y logros (incluso grandes logros), no son incompatibles cuando hay buena dirección, cuando hay buen equipo.
En aquellos años, visitaron el Ateneo de Madrid, participando en actos, un Premio Nobel de Literatura y un ex-Ministro de Economía de la República Federal Alemana, por citar solamente dos ejemplos.
En aquellos años, en la primavera del 2011, tuvo lugar el acto más relevante en muchas décadas. Pasadas y, probablemente, por venir. Fue la rueda de Prensa donde los jóvenes organizadores del 15-M anunciaban la movilización. Fue, naturalmente, unos días antes de aquella fecha, ya histórica. Y fue en el Ateneo de Madrid. (Puede consultarse en la obra ya referida de V. Olmos, tomo III, página 517).
Hubo poca concurrencia. A aquellos jóvenes, entonces, casi nadie les conocía. Pero lo que cuatro días después organizaron, vino a cambiar para siempre, al decir de los expertos, España.
Lo valore luego, cada cual, como lo valore. Que no es ese el objeto aquí. Mas sí decir, que es difícil encontrar en muchos años pasados -y lo será posiblemente en unos cuantos futuros...-, un acto de tan honda repercusión a posteriori. A mi entender, nos muestra una enseñanza: no siempre lo que más relumbra, trasciende más.
En ese Ateneo capaz de anticiparse a su tiempo, creo yo. Eso significó Carlos París y su Convergencia. Lo significa, pues sigue vivo el ánimo. "Un Ateneo de Madrid independiente, plural, participativo y democrático", era el lema y sigue siéndolo.
Por experiencia, sé que el Ateneo de Madrid confunde a neófitos. La belleza de su actual sede - que lo es desde 1884-, tanto más llamativa, cuanto el exterior -monumental, pero sobrio-, no parece prefigurarla-; la magnificencia -digo-, de varios espacios del Ateneo (el Salón de Actos, el Despacho Azaña, la Sala de la Cacharrería, la Biblioteca...), inducen al visitante, incluso al asiduo, a creer que el Ateneo es propiedad estatal, o de algún consorcio. ¿Cómo si no se mantiene todo aquello?
Y no obstante, el Ateneo de Madrid es -en puridad-, una asociación. Aunque recibe subvenciones públicas -merecidas, ya que pública es la mayor parte de su actividad-, tiene otras fuentes de financiación, siendo la principal las cuotas de sus asociados y de sus asociadas.
He ahí una clave de su libertad: no depende de una sola fuente, aunque de todas precise.
El otro puntal del Ateneo independiente, radica en su propia dinámica electiva: frecuente, directa, y a múltiples niveles de Dirección (no sólo la Junta de Gobierno). Hay quien opina -yo comprendo el argumento y lo respeto, pero no lo comparto-, que tenemos votaciones demasiado a menudo; que ello es obstáculo para planes de largo recorrido y la continuidad de proyectos. Es una dinámica exigente, sí. Pero permítaseme también aquí, tirar de experiencia propia: he estado nueve años seguidos en la Junta de Gobierno; cinco elecciones consecutivas.
Las elecciones frecuentes, permiten renovar la confianza. A la vez, son un dispositivo de seguridad para el control periódico a las tareas de gobierno. Los intentos que en nuestra historia han sido por desvirtuar el modo asociativo ateneísta, han pasado siempre - inequívocamente-, por querer distanciar más años las elecciones.
De que los buenos proyectos pueden tener continuidad incluso aunque cambien las Directivas y sufran retrasos, constituye prueba el mismo legado de D. Carlos París; las obras actualmente en curso, como ya he dicho.
No hay excusa, en mi opinión, para que el Ateneo de Madrid deje de ser una asociación dirigida por sus propios integrantes. Ningún mal tiempo, ninguna crisis. Según ya he escrito, nosotros vivimos una -larga-, y no la usamos como pretexto para subvertir el sistema democrático de la entidad, que es histórico.
Carlos París pensaba que la tradicional independencia del Ateneo, es buena para la entidad. También yo lo pienso, y la Convergencia lo piensa, y lo defendemos. Pero digo más: la independencia ateneísta, es buena para la propia asociación y para el conjunto de nuestro país.
Ya no quedan grandes entidades que sean como el Ateneo de Madrid.
Si no son ya de propiedad estatal, dependen -en su legítima elección-, de este o de aquel grupo económico, político, o mediático. Legítimamente, repito. Pero nuestro mundo necesita de espacios como el Ateneo de Madrid. Es ahí -precisamente-, donde las distintas opciones -culturales, políticas, científicas, artísticas...-, que respeten al prójimo, pueden medirse en igualdad. No jugando en casa, mas en una Casa que por ser de todos (quienes respeten), es de nadie.
En que la sigan dirigiendo sus asociados y sus asociadas, está justamente la garantía.
Hay otras opciones, por supuesto. Gravitan, cíclicamente, sobre el Ateneo. Tienen sus medios, sus razones y sus defensores. En su derecho (subrayo). Pero excuso decir, que no son mis opciones, como no lo eran del Presidente París, ni lo son de la Convergencia.
En el 200 Aniversario de la primera fundación del Ateneo de Madrid, recordamos a nuestros muertos y a todos los muertos. Tomamos conciencia de que la vida y la libertad son frágiles, como las flores más hermosas.
Defenderlas es la tarea de dos siglos, la tarea de mañana.
Comentarios
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