Dominio público

El triunfo de 'Mary Shelley' Bolaños

Ana Pardo de Vera

Hasta once partidos posibilitaron este jueves que el proyecto de presupuestos generales del Ejecutivo para 2022 fuese aprobado en el Congreso con una mayoría absoluta holgada de 188 escaños. Las cuentas, negociadas hasta el punto final con Esquerra, PNV, EH Bildu, PDeCAT, Más País, Compromís, Nueva Canarias, Partido Regionalista de Cantabria y Teruel Existe, son el fruto de la alianza Frankenstein, como bautizó despectivamente Alfredo Pérez Rubalcaba a un Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos que, cuando el que fue secretario general del PSOE lo dijo, era solo posible, mientras Felipe González y otros socialistas de su pelaje clamaban por una gran coalición entre PP, PSOE y, si acaso, Ciudadanos.

La operación de suma de escaños liderada por el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, y la participación activa de la titular de Hacienda, María Jesús Montero, en los contenidos, supone una virguería política a la que es de justicia reconocerle el mérito. Con el PNV haciéndose el remolón hasta el final para mantener la tensión a la que nos tienen acostumbrados, finalmente la Cámara Baja alumbró los segundos presupuestos consecutivos del Gobierno de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, unas cuentas que, si bien no rompen estrictamente la dinámica de bloques izquierda-derecha si consideramos al PP una derecha homologable a las europeas, introducen un elemento de transversalidad decisivo para el reconocimiento de la España plurinacional y territorial. Entre todos los votos de apoyo a los presupuestos del Ejecutivo se suman sensibilidades tan distintas como independentistas, liberales, regionalistas, municipalistas, nacionalistas, progresistas, europeístas, ecologistas, internacionalistas, feministas o izquierdistas. Lo único que no hay son conservadores y nostálgicos de la España de hace 80 años. Ni falta que hacen.

España nunca ha estado mejor dibujada que en el equipo lanzador del proyecto de cuentas para 2022 y aunque es verdad que queda el trámite del Senado y la posible vuelta de los presupuestos al Congreso, la realidad es tozuda y lo que une al equipo de Mary Shelley Bolaños es tan adherente como imprescindible en una recuperación que está siendo más complicada de lo previsto: los/as ciudadanos necesitan ya estas cuentas para que el Gobierno pueda centrarse en culminar la contrarreforma laboral antes de que empiecen los tiempos de descuento electoral en Andalucía y el resto de España.

La comunidad que preside Juanma Moreno junto a Ciudadanos y el apoyo externo de Vox ve ahora más cerca la convocatoria electoral a la que se resistía Moreno, aupado en las encuestas pero sin mayoría absoluta y, lo que es peor, sin un Cs que pudiera garantizarle la semi-lejanía de la ultraderecha. Las presuntas malas artes de Génova, filtrando el audio del vicepresidente Juan Marín (Cs) sobre la inutilidad partidista de sacar los presupuestos, han penalizado, y mucho, a Moreno Bonilla, que se ha quedado sin presupuestos para Andalucía y con la presión de Vox y de la dirección nacional de su partido para que convoque ya los comicios.


Pablo Casado y Teodoro García Egea es lo que pretendían y seguramente lo hayan conseguido: convertir a Moreno en el conejillo de indias del PP para ir preparando a la opinión pública sobre la normalidad que supone una coalición con la ultraderecha para gobernarnos. Y, al mismo tiempo, cargarse la imagen de derecha moderada del presidente andaluz frente a la ciclónica y provocadora Isabel Díaz Ayuso. La presidenta madrileña que, por cierto, ha visto cómo, frente a sus únicos presupuestos en tres años de gobierno y sin frankensteins de ningún tipo -apenas Cs un tiempo-, el Ejecutivo de Sánchez lleva dos leyes con el apoyo de once partidos.

Es difícil no compadecer a Moreno en semejante tesitura, pero es lo que tiene no unirse al resto de fuerzas democráticas, incluidas las derechas alemana o francesa, en un pacto contra la antidemocracia y el autoritarismo que suponen Vox y sus colegas chillones. Ahora será la ultraderecha quien utilice al PP para gobernar, ya que a éste no le queda otra que contar con él, y Vox ya ha advertido de que el tiempo de los apoyos externos se ha terminado; de que toca entrar en los gobiernos. Solo pensarlo provoca urticaria en el cerebro, pero ahí está la bestia, enseñando la pezuña negra para cargarse nuestros derechos, por ejemplo, a no ser acosadas, torturadas, violadas o asesinadas por un machista. Necesitamos políticas sociales y presupuestos como éstos pre-aprobados este jueves, y más ambiciosos aún ("En este hemiciclo, las izquierdas estamos simplemente frenando retrocesos", Gabriel Rufián, ERC), que muestren a la gente que existe una alternativa a la oscuridad despiadada de la (ultra)derecha y pasa por derechos, derechos y derechos.

(*) Gracias de corazón a los trabajadores de Cádiz por su papel decisivo en esta batalla diamantina contra la decadencia social.


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