"No ha habido pueblo en la tierra que en el siglo XX haya sufrido más las crueldades de los dictadores y los autócratas rusos que los propios rusos. Desde el principio, la Rusia de Putin ha respondido a este legado con diversas formas de negación, ocultación y censura concentradas, y los efectos más evidentes han recaído sobre el concepto que el electorado y (esto es importante) los dirigentes tienen actualmente de sí mismos". En un artículo de este lunes en El País, el filósofo alemán Wolfram Eilenberg hace referencia a la cultura de la negación de la memoria histórica de Rusia para apuntar a las políticas de Vladímir Putin con respecto a las atrocidades de Iósif Stalin, incluido el llamado Holodomor en Ucrania, cuando el dictador soviético mató de hambre (traducción del ucranio) a 3,5 millones de personas en la entonces república soviética.
En realidad, Putin ha condenado las matanzas de Stalin en alguna ocasión y varios actos públicos, incluido un Muro del Duelo cerca de la Plaza Roja de Moscú para homenajear en 2017 a las víctimas del dictador georgiano. Los hechos hoy, no obstante, parecen acercar más al Putin primerizo en el Kremlin que dijo sobre Stalin que era un "líder capaz" y admitía la colocación de sus bustos rindiéndole honores en academias militares. Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio.
Sean más o menos intensos, los esfuerzos del presidente ruso y sus aliados por tratar de dulcificar u obviar el pasado dictatorial de la Unión Soviética en la época de Stalin (1941-1953) y construir una memoria a medida de sus aspiraciones imperalistas y antidemocráticas solo son comparables a los de aquellos que, en España, sin ir más lejos, se empeñan en construir una memoria falsa de nuestro país que oculte, por ejemplo, las violaciones sistemáticas de derechos humanos por parte de colonizadores ilustres en América Latina, disfrazándolas de excursiones civilizatorias y humanitarias, o que elogie el orden y la seguridad que, según estos adulteradores de la Historia, trajo Franco con su dictadura.
Aunque lo hayamos constatado con bastante sorpresa, Putin está haciendo en Ucrania exactamente lo que se espera de un gobernante autoritario ultranacionalista que se ha montado sutilmente una historia (sic) de Rusia distinta a la que ha sido, con la ayuda de sus satélites culturales, mediáticos y económicos, sí, pero con la complicidad occidental de quienes prefieren mirar para otro lado, incumplir sus compromisos en materia de seguridad con Moscú y espolear incansablemente los muchos bajos instintos de la bestia con las aspiraciones de Ucrania a entrar en la OTAN para que el presidente de Ucrania acabe admitiendo, en plena masacre rusa, que nunca podrá estar en la OTAN.
Sobre los errores de ignorar, disfrazar o negar la memoria histórica, hay sentencias demoledoras, empezando por Orwell ("Quien controla el presente controla el pasado y quien controla el pasado controlará el futuro") y terminando por las distintas versiones atribuidas a otros tantos autores sobre la importancia de conocer el pasado para comprender el presente y, si es preciso, intentar por todos los medios no repetirlo. Esto último es exactamente lo contrario de lo que está haciendo el PSOE en el Gobierno de España, y convenía ponerlo en el contexto ucraniano, además, porque sorprende que se haga precisamente ahora, solo con el apoyo de la derecha y la ultraderecha y justo cuando todas somos testigos de las consecuencias de un poder ultranacionalista y autoritario en la línea ideológica de Vox.
PSOE, PP, Vox y Ciudadanos impedirán reformar el Código Penal para juzgar los crímenes del franquismo. No han dado ni una oportunida a la toma en consideración de la propuesta registrada por sus socios de investidura de ERC, PNV, Bild, Más País, Compromís, Junts, BNG y la CUP. Nada, ni media. Alegan los socialistas -cuyas víctimas franquistas también se cuentan por miles- que no dan su apoyo a la propuesta porque "tras analizar la jurisprudencia y un reciente auto de Constitucional, se generan dudas de que el derecho internacional ampare la irretroactividad", una posición que ha sostenido el bloque de la oposición con un argumentario más duro.
"Dudas", dicen, no certezas, pero no dan ni la posibilidad de intentarlo; todo ello, además, como se subraya en la informacion de Público, cuando la ley de Memoria Democrática está parada. Parece que los gobiernos no pueden hacer varias cosas a la vez, esto es, resolver cuestiones coyunturales (pandemia o Ucrania) y construir los mimbres estructurales de un Estado más democrático que garantice, a su vez, la respuesta más justa a estas graves coyunturas. Me pregunto qué más tiene que ocurrir en España o en Europa para que el Partido Socialista -o sus dirigentes cuando llegan al poder- asuma que el pasado más cruel merodea ya por aquí porque el PSOE ha sido cómplice del silencio y la ocultación de la memoria histórica durante años. No se trata, como Putin, de poner un monumento a las víctimas aquí y hacer que no ves un busto de Stalin allá, sino de educación, cultura, reparación y justicia. ¿También se lo tenemos que decir en ruso?
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