Esta ha sido la legislatura en la que la prostitución ha llegado por fin al Congreso de los diputados. Después de décadas haciendo como que no existía y siendo únicamente un debate y una exigencia del movimiento feminista, por fin ha entrado en Congreso con varias propuestas (aunque ya se habían tomado algunas medidas desde el Ministerio de Igualdad). La más visible ha sido la propuesta del PSOE para prohibir el proxenetismo que se debatió el martes. Desde luego creo que prohibir el proxenetismo es imprescindible, así que me alegraré cuando se apruebe. Siempre me alegro cuando se producen avances para las mujeres, sea cual sea el partido que las propone.
Sin embargo, como en otras muchas ocasiones, en esta y otras legislaturas, vemos como cuestiones internas de los partidos se anteponen al feminismo. Ya muchos periodistas han escrito sobre eso y sé muy bien que dada mi posición de cargo público de un partido no hay manera de que lo que diga no se considere partidista, aunque jamás he tenido ningún inconveniente en alabar los logros del PSOE en feminismo y he manifestado mi opinión en las cuestiones de feminismo libremente. He procurado también no criticar ni descalificar a ninguna feminista en público. Para mí estas son cuestiones básicas. Así que me alegro de que se aprobara la Ley Orgánica el 7 de junio pasado. Al hilo de la cuestión me surgieron algunas reflexiones.
Resultó deprimente la manera en que la mayoría de las radios y televisiones se ocupaban del asunto al día siguiente. Me temo que no hemos conseguido que se entienda el debate sobre la prostitución, ni siquiera qué estamos debatiendo o que esta es una cuestión relacionada con el feminismo. La mayoría de los medios obviaban el punto de vista feminista de sus programas y reportajes, pero eso sí, opinaban unos señores muy serios sin ninguna idea de todo lo escrito por nosotras durante décadas. Nada nuevo, ya lo sé, pero hubo algunos programas delirantes. La palma se la llevó una encuesta de LaSexta en la que confundían todos los términos y presentaban una encuesta cuyo resultado era, como poco, sorprendente: la mayoría de la población está a favor de regular la prostitución, en contra de considerarla un trabajo y muy mayoritariamente a favor de penalizar duramente al putero (¡!). Maravilloso. Y no voy a mencionar otros programas, algunos supuestamente serios, que resultaron en esa mañana duros de escuchar. Debajo de todo latía, me temo, que el feminismo no es visto con la misma simpatía que antes y que la reacción está a pleno rendimiento y es muy real. Y eso no va contra unas feministas u otras, va contra todas y es parte del nuevo ambiente en el que respiramos.
En cuanto al debate en el Congreso en sí, desgraciadamente, se ha perdido una oportunidad para presentar una ley integral abolicionista. Era el momento. Una ley que prohíbe el proxenetismo es un avance pero no es una ley abolicionista y, en parte, es una oportunidad perdida. Curiosamente son varias las comunidades autónomas en donde UP Y PSOE (y otros partidos autonómicos) se han puesto de acuerdo para aprobar leyes verdaderamente abolicionistas, aunque limitadas en su alcance. ¿Por qué no echar mano de ellas? Una ley abolicionista tiene que contar con medidas sociales reales que permitan a las mujeres salir de la prostitución, y eso tiene que ver con itinerarios de inserción social y laboral; es decir, con recursos. Tampoco es de recibo una ley abolicionista que no se ocupe de la situación de las migrantes en situación irregular. Miles de Mujeres en situación irregular tienen como único ingreso la prostitución. Si mañana no pueden hacerlo y tampoco trabajar ¿qué se supone que tienen que hacer? Sabemos que eso es muy complicado y mi paso por el Ministerio de Igualdad me ha confirmado que la cuestión del abolicionismo no es compartida por todos los ministerios con el mismo entusiasmo. Espero algún día, cercano, poder escribir de todo ello.
Pero más allá de todo esto, hay una cuestión que se pudo ver en el Congreso y en los medios y es que los términos del debate siguen empotrados allí de donde algunas queremos sacarlos hace tiempo. Todos los argumentos, a favor y en contra, tenían relación exclusivamente con la situación material de las mujeres en prostitución. Y esto es importantísimo (de ahí la necesidad de presupuesto y medidas sociales) pero la prostitución no son casos particulares replicados hasta el infinito, es una cuestión estructural que afecta directamente a la igualdad de todas, a la consideración de la igualdad en una sociedad dada, a su defensa, a su reconstrucción permanente. A la igualdad y a la dignidad de las mujeres, a su consideración plena de sujeto.
La prostitución esconde mucho dolor humano, no cabe duda, pero si lo reducimos todo a este argumento (es decir, si todo lo limitamos a las víctimas) corremos el riesgo de no entender que estamos hablando de un sistema de opresión (de dos, en realidad: patriarcado y capitalismo); de una institución cuya utilidad hoy día es la de reforzar el patriarcado que atacamos en otros frentes. Si hablamos de libertad individual o de la falta de ella el problema se nos aparecerá como un montón de casos individuales que pueden solucionarse con medidas parciales, no entenderemos por qué ellas son las compradas y ellos los compradores, y por que está posición no es reversible (si la pensamos reversible el patriarcado estalla). No enteremos por qué unas están en un lado y los otros en el otro y qué significan para la sociedad, y para hombres y mujeres, esas posiciones. La prostitución contamina la mera idea de igualdad y de dignidad personal. Las sociedades que han normalizado la prostitución y no la cuestionan son sociedades en las que la igualdad entre mujeres y hombres está poco valorada.
La situación en la que ellas estén nos importa a todas y para ofrecer condiciones dignas hay que modificar muchas más cosas que el CP (entre ellas la legislación de extranjería). Pero lo más importante es desmontar ese milenario privilegio, construido como un derecho, masculino: la idea con la que crecen los hombres de que por el hecho de ser varones tienen el derecho/la posibilidad de acceder al cuerpo de las mujeres por precio; la diferencia irreductible entre el ser humano que está del lado bueno del privilegio y el ser humano mujer que sabe que la prostitución es una de sus opciones de vida (muchas veces la única) si no tiene suerte. Esa diferencia, nos marca absolutamente en nuestras subjetividades, en la manera en que nos situamos en el mundo, en nuestras oportunidades vitales. Marca la manera en que la sociedad se construye y nos construye. La igualdad es imposible mientras exista la prostitución porque poniendo a las mujeres del lado malo de la institución, el patriarcado se reconstruye permanentemente y contribuye a edificar toda una suerte de significados que son materiales y simbólicos sobre la desigualdad, imposibles de sortear mientras siga funcionando. Lo de este martes es un primer paso que espero se mejore en el trámite parlamentario. Y espero una verdadera ley integral defendida por la mayoría más allá de los partidos y las estrategias. Solo avanzaremos si lo hacemos juntas. Y si no hemos aprendido eso, es que no hemos aprendido lo más importante: quien es y dónde está el enemigo.
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