Dominio público

Buitrón: el humano que salvó miles de vidas

Antón Gómez Reino

Diputado de Galicia En Común en el Congreso y secretario general de Podemos Galicia

Buitrón: el humano que salvó miles de vidas
José García Buitrón.- PODEMOS

Pocos humanos pueden decir que han salvado la vida a miles de personas. José no lo decía. Lo hacía. Con cariño, con dedicación, con entrega. Con alegría. Con sus manos. Siempre pensé que las manos de Buitrón acreditaban que era un humano hecho de otra forma, con otra sustancia. De otra forma, mezcla de otro material (la tierra minera de su Toreno natal y la esencia rocosa de su Peña Ubiña querida), otra hechura (las manos grandes de nuestros mayores, herederos de un tiempo de esfuerzos y fatigas) y una gestualidad única. Las manos de Pepe bailaban. Danzaban armoniosa y rítmicamente. Danzaban ya fuera para operar (donde siempre fue un maestro), fuera para hablar, razonar y convencer (habilidoso orador nato, de esa oralidad franca y popular que hoy a veces damos por casi extinta) o para acariciar, pues Pepe era muy de acariciar delicada y cálidamente, de entregar en cada saludo, en cada abrazo, en cada guiño, un cariño reconfortante y profundamente humano.

Cuando lo veía destripar y arreglar su 2CV o cuando lo observaba limpiar los platos después de una -siempre copiosa- comida con una destreza casi mágica siempre adoraba imaginarlo en el quirófano. Salvando vidas como el artesano de los transplantes que era. Y como un aventurero. El aventurero más diligente y comprometido que he conocido. Tanto partía en helicóptero en medio de una tormenta, como arrancaba en su coche -cuando no existían autopistas como recordaba Tuco Cerviño- a por un órgano para un transplante, como diseñaba un programa de transplantes en Cuba, en Trinidad y Tobago o en Filipinas.

Profundamente pedagógico nos enseñaba cada día. Nos enseñaba con sus "cartas", que nos mandaba a modo de reflexiones siempre respetuosas pero nunca indulgentes sobre sus impresiones políticas. Enseñaba, enseñó de hecho a decenas, diría que a centenares de profesionales de la sanidad publica en "su" hospital de A Coruña, donde como bien recuerda su discípulo y amigo del alma Javier Rodríguez Rivera, se entregaba a "enseñar todo lo que sabia, con las cartas boca arriba, con generosidad y sin condiciones". A profesionales de la sanidad en Galicia, pero también de todo el mundo, especialmente de latinoamerica y particularmente cubanos, a los que acogía en su casa y en el hospital durante meses para que pudieran también salvar vidas en cualquier parte de la geografía del planeta.

Por que si, José (ya que el no lo decía, lo vamos a decir y recordar siempre sus amigos) ha salvado miles de vidas. Miles (si no me equivoco más de 2000) trasplantes de riñón de sus vecinos, de gallegos y gallegas en A Coruña. Pero con sus manos, con sus programas de trasplantes y con sus enseñanzas a tantos otros profesionales, José García Buitrón salvó (y mejoró) la vida a miles de humanos en Asia (en su experiencia filipina) en América (en Cuba, en Trinidad, en...) o en África, continente y desierto (el del Sahara) que recorrió y cartografió en 2CV y que es un capitulo aparte en sus pasiones y aventuras aprendidas y, como siempre con José, compartidas y transmitidas.

Y es que el cariño, el amor y la admiración de José por el humano no entendía de fronteras. Entendía de pueblos, de culturas y personas.  Entendía de mirar el mundo con una inmensa pasión humanista. Con la mirada atenta y risueña de un niño y con la experiencia y sabiduría de un humano tan grande como lo fueron las vivencias y aprendizajes de su vida. Entendía también del respeto por la naturaleza y por quien la habita. Su perro Draa (que recibe su nombre del río y las gargantas que bajan de la cordillera del Atlas hacia el atlántico), su gallo Federico y tantos otros seres vivos a los que cuidó con esmero lo acreditan. Y finalmente, José entendía de "avance social", como él decía: ¿cómo si no puede un médico jubilado, después de ser Senador y al tiempo que ejercía de padre, de abuelo, de compañero y de amigo, de militante y de dirigente, sacar tiempo para apasionarse tardíamente por la robótica y la inteligencia artificial y programar de modo autodidacta y en su casa robots y maquinas para su uso en enseñanza y medicina?

Quien haya llegado hasta aquí dirá, bien, este hombre era un personaje de aventura! Si, lo era. Pero... ¿y la política?

Si fue grande en la vida, grande fue este humano en su profundo compromiso social y político. Hasta el final en el tiempo (la noche anterior a su fugaz marcha participando y aportando en reuniones y asambleas) y en las consecuencias (habiendo vivido numerosas reprimendas y señalamientos profesionales por su compromiso).

Pepe fue militante antidictadura, persona clave para conseguir, allá en los 70 una carrera médica más democrática e igualitaria (con su activismo en tiempos en los que el MIR era un avance contra la cultura hereditaria, elitista y decimonónica de la medicina franquista) creador de sindicatos en el ámbito sanitario (y digo sanitario, no médico pues Pepe combatió la jerarquía, imperante en el mundo sanitario, de quien veía a los médicos como una élite superior al resto de trabajadores sanitarios, bien fueran encargados de mantenimiento de hospital o enfermeras) y "creador" de Sanidad Pública, de una magnifica generación comprometida que hizo de un humilde hospital de A Coruña -el CHUAC- una auténtica referencia en transplantes, el lugar más amable para quien lo precisa y una irreductible célula resistente ante los intentos privatizadores.

Comprometido con su tierra de acogida, Galicia y A Coruña, militó en Esquerda Galega, experiencia confluyente y novedosa para la época (en la que luego nos fijamos los confluyentes de mi generación) que supo sintetizar de forma revolucionaria, avanzada y acertada en el inicio de los 80 la mirada nacional (que no nacionalista -remarcaría Pepe-) y la propuesta social que Galicia precisaba (y si me lo permiten, precisa) consiguiendo, entre otras cosas, hacer de Domingos Merino, inesperado alcalde -a "la izquierda del PSOE", por decirlo en coordenadas y términos actuales- de A Coruña.

Se plantó, siempre respetuoso, pero siempre firme y decidió no claudicar cuando una parte de su generación pensó que no había más posibilidad de transformar la sociedad allá por el final de los 80. Decidió arrimar el hombro cuando el Zapatero (leonés como el) que trajo las tropas de Irak supo leer un humor social que pedía menos mentiras y más derechos. Se emocionó y movió ficha desde el primer día con Podemos y con su admirado Pablo -Iglesias- cuando la decisión fue "patear el tablero" y abogar no solo por más derechos, sino por menos privilegios. Se enroló con mirada amplia, en la construcción de la "unidad" de las izquierdas transformadoras donde con la implicación de perfiles como el suyo conseguimos algo i?édito: que una fuerza política transformadora obtuviera el 25% del voto en elecciones generales en Galicia e hiciera a Pepe (a su pesar) senador por A Coruña. Tras su andadura en el senado volvió A Coruña y (además de mil otras tareas y compromisos) fue capaz de construir a su alrededor una comunidad politica fraterna que hoy es "su querida gente", la que hoy tanto le llora, de Podemos A Coruña.

Y finalmente escuchó, escucha y escuchará, allá donde este, a su querida (por que José era de querer y de querer mucho a quien se lo merecía) Yolanda. Ya no la podrá aconsejar, como humilde y delicadamente me consta que hacía, con el respeto, la admiración y la amistad que José profesaba por Yolanda y que creo que puedo decir, que la Vicepresidenta -y esperanza hoy para tantas de nosotras- correspondía.

Ese fue José García Buitrón. Pepe, como le llamaban en el hospital y sus amigos de toda la vida, Josito (o incluso Pepito) como íntimamente nos dejaba llamarle a los más jóvenes que tuvimos la inmensa e irrepetible fortuna de tenerlo como compañero, confidente y amigo. Alguien capaz de lo imposible. Desde, sin separarse de ti en el fallecimiento de un padre, en la perdida más difícil de la vida, convertir en natural y delicado, diría incluso hermoso, el momento y el gesto de decidir entregar los órganos de un padre fallecido para que de nueva vida (lo hizo conmigo, su amigo, pero se que lo hizo con igual paciencia y dedicación con miles de familiares de pacientes que hasta ese momento eran para el desconocidos) hasta, probablemente lo más difícil: conseguir la unanimidad en el cariño y el homenaje sentido que en la siempre belicosa comunidad twittera, en su partida, José ha conseguido. Un detective salvaje, a modo de Bolaño.

Rebelde, gamberro, entregado, comprometido, admirador de la vida.

Recuerdo este primero de mayo verte acariciar a Maitén, mi hija menor, y pensar para mi que ojalá pudieras transmitirle todo lo que tenías para dar, experiencias y cariño, para toda la vida. Pero no. Tu fugaz marcha nos enseña otra vez algo de lo que hemos hablado mucho túy yo, la brevedad de la vida. ¿Qué vamos a hacer si ti, Pepe? Adaptando la canción de Silvio, diríamos, "¿qué vamos a hacer ahora que ya no podemos estar contigo?"

Recordarte. Y pensar, en cada momento difícil en política y en cada alegría de la vida, aplicando lo aprendido de la fortuna inmensa de haber compartido contigo, un hombre cuyos ojos, manos y hechos transmitían una humanidad tan sencilla, como extraordinaria y abrumadora.

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