Dominio público

Vox: bajar la guardia en el peor momento

Ana Pardo de Vera

La Comisión Europea propuso el pasado domingo suspender el desembolso de fondos europeos a Hungría por sus continuas violaciones a los principios del Estado de derecho, sobre todo, en materia de lucha contra la corrupción y fraude en los procedimientos de contratación pública. Hungría está gobernada por Viktor Orbán, el aliado ideológico de Santiago Abascal, presidente de Vox.

Las encuestas dicen que el partido de ultraderecha español está en horas bajas a ocho meses de las elecciones autonómicas y municipales y a poco más de un año de las generales. Casi nadie recuerda que, si el PP hubiera tenido en los tiempos de Pablo Casado los mismos escaños que esos sondeos dan ahora a Alberto Núñez Feijóo, este país estaría cogobernado por Vox y supervisado por Vladímir Putin en este momento. Como Hungría. O Italia. O Suecia. O Brasil.

La "hostia" electoral en Andalucía -recuperando la desgarradora contundencia en 2015 de Rita Barberá cuando la suya en València- y los líos internos que ésta ha acarreado al partido de ultraderecha, con la ¿salida? de Macarena Olona, pueden hacer bajar la guardia a los y las demócratas, pensando -otra vez- que la extrema derecha en España está amortizada y se diluirá de nuevo en el PP como un azucarillo. Es decir, se transformará en humo sulfuroso y volverá a la caverna a dar por saco, pero con menos estrépito, que es el plan de Feijóo copiado a José María Aznar y a Mariano Rajoy.

No estamos, sin embargo, ni en 1996 ni en 2011, años de sendas victorias de los dos expresidentes del PP y hoy, la situación internacional es la nacional más que nunca. El domingo 11 de septiembre, se celebraron las elecciones en Suecia, con el resultado que conocemos: ganaron los socialdemócratas pero el centroizquierda no suma para gobernar. La ultraderecha, islamófoba y racista a gritos tan rabiosos como los de Orbán, obtuvo un segundo y contundente puesto que sí podría darle el Gobierno junto al resto de la derecha y los liberales.


Este domingo, 25 de septiembre, se celebran elecciones en Italia y las encuestas apuntan a un Gobierno que integraría a las fuerzas de Silvio Berlusconi y Matteo Salvini, firmes aliados de Putin, encabezado por la ultraderechista mussoliniana -ergo, fascista pura- Giorgia Meloni. El analista Álvaro Argüelles, de El Orden Mundial, informaba la semana pasada sobre cómo el presidente ruso lideraba una operación en Libia para enviar hacia las costas italianas migrantes encerrados allí gracias a la perversa financiación europea. Putin busca, según EOM ("Rusia cuenta con más de 3.000 mercenarios del Grupo Wagner en Libia desde 2019"), sacudir el espantajo racista y los falsos miedos antimigración para que los italianos/as den el Gobierno a Meloni y su banda de extremistas.

Es lo que tiene contratar sicarios para que te limpien las fronteras y la conciencia de pateras, señores de la UE: siempre habrá alguien dispuesto a pagar más que tú, por ejemplo, para ganar una guerra mediante la desestabilización de Europa y el mundo.

Más lejos, pero en el pulmón del mundo y sin ser ajeno a la alianza ultraderechista mundial que busca Putin, también se celebran unas elecciones cruciales. Brasil decidirá el 2 de octubre si reelige al actual presidente Jair Bolsonaro o al expresidente Lula da Silva en unas elecciones que, de momento, darían la victoria a Da Silva por muy poco (un 51% de voto aproximadamente y con unos medios de comunicación muy hostiles) ¿De qué (no) serán capaces Bolsonaro y sus socios mundiales (Donald Trump, Putin, Orbán, Meloni, Abascal en su laberinto,...) por hacer caer a Lula? Cualquier cosa es posible. Y en España, también, ¿o ya han oído a Feijóo renegar de un pacto con Vox?


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