Hace siete meses que Alberto Núñez Feijóo fue designado presidente del PP nacional por aclamación, o casi (2.619 votos frente a los 2.670 posibles de todos los compromisarios/as), como él quería. Lo hizo tras venirse a Madrid a decapitar a la anterior dirección, capitaneada por Pablo Casado y su peculiar número dos, Teodoro García Egea, el hombre que susurraba a la espalda de los ministros del escaño azul mientras éstos se dirigían al hemiciclo del Congreso, según me comentaba no hace mucho uno de ellos. Juego sucio, sin duda, aunque más sucio habría sido que les echase encima huesos de aceituna, algo en lo que el murciano es campeón y de lo que podría haber hecho gala.
El atrincheramiento en la calle Génova no sirvió de nada ni a Casado ni a Egea, como saben, porque en su contra tenían, además de un malestar general, dos ambiciones superiores: la de Feijóo y la de Isabel Díaz Ayuso, que se sentía traicionada por haber visto circulando, gracias a Casado, el nombre de su hermano Tomás como cazador de comisiones en la Comunidad de Madrid. Lo que es, pero la omertá obligaba al entonces presidente del PP a callarse y prefirió denunciar a la presidenta madrileña en los medios y no en la Fiscalía, que es donde debería, cavando su tumba política sin remedio.
El expresidente de la Xunta -algunas ya avisamos- generó grandes expectativas entre la (ultra)derecha y así se reflejó en las encuestas, que dieron un subidón al PP, ahora parece que en retroceso. El "gran gestor", el "político moderado y pragmático", "el barón de las mayorías absolutas" ... venía al PP a revolucionarlo entero, no "a echar a Pedro Sánchez, sino a ganar a Pedro Sánchez", frase con la que confirmó su fama (¿?) de pactista y "hombre de Estado". Feijóo se reunió con Sánchez en La Moncloa, acordaron no pactar la reforma del Poder Judicial hasta después de las elecciones andaluzas, que el PP de Juanma Moreno ganó con mayoría absoluta; pasó el verano, llegó el otoño, dimitió el presidente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes; vino el comisario de Justicia europeo, y a partir de ahí, en el in extremis más in extremis, se parió un texto del acuerdo ... que nunca se firmó.
El líder del PP, cabeza de la oposición al Gobierno, había recibido en las últimas semanas constantes mensajes públicos de Ayuso y Federico Jiménez Losantos que se le metían en la almohada todas las noches: "No pactes con quienes pactan con los golpistas catalanes, no lo hagas ...". Y Feijóo, el hombre que vino de las aguas mediáticas de Galicia, sometidas a su férreo control, tuvo miedo: recordó lo del maricomplejines contra su mentor, Mariano Rajoy, que junto a otras lindezas similares, recitaba el mismo Losantos desde la cadena COPE y con el beneplácito de Esperanza Aguirre, entonces lideresa madrileña, como hoy Ayuso. Rajoy cedió al acoso y empezó una campaña de oposición infame contra José Luis Rodríguez Zapatero, entonces presidente. Baste recordar aquella ya famosa frase "Usted ha traicionado a los muertos" con la que Rajoy entregó a Losantos y Aguirre su alma.
Feijóo lo ha hecho también, pero las circunstancias han cambiado: el bipartidismo, por más que parezca que se refuerza un poco, se ha terminado, y existe Vox (por desgracia). Rajoy pudo aplacar a las bestias, endurecer su discurso y ganar las elecciones en 2011, a lomos de una crisis finaciera cuyas recetas de austeridad impuestas desde el FMI, el BCE y la Comisión Europea, se llevaron a casi todos los gobiernos por delante, incluido a un Zapatero que mostró una debilidad tambaleante en mayo de 2010. Con la actual crisis, provocada por la pandemia y la invasión rusa a Ucrania, las recetas europeas para intentar paliarla son completamente diferentes y desde España, se lidera el discurso anti-inflacionista y energético en Bruselas, un discurso socialdemócrata, no radical, pero socialdemócrata hasta las trancas.
Mientras Feijóo va dando bandazos, sin conocimiento aún del terreno que pisa, mucho menos el europeo; sin cogerle la medida a Sánchez (que no es fácil), sin entender la envolvente que le están haciendo desde la Puerta del Sol, la pregunta que surge irremediablemente es la siguiente: ¿Por qué el PP no eligió a Isabel Díaz Ayuso presidenta del PP directamente si la quieren a ella y sus recetas (y los votantes de Vox también)? ¿Habrá un machismo psicópata para elegir a la cúpula del PP (Aguirre, no; Soraya Sáenz de Santamaría, no; Dolores de Cospedal, no; Ayuso, tampoco...)? ¿Qué ha impedido tomar una decisión en abril que habría evitado a Feijóo hacer el ridículo junto a quienes confiaron en él (el Gobierno y el Poder Judicial, sin ir más lejos)? Y mira que algunas avisamos sobre el Señor Esto-y-lo-Contrario, sobre el político sin discurso mimado por sus medios ...
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