"Comentarios racistas, manifestaciones homófobas, violencia fascista: ¡Basta!: contra la extrema derecha, ¡tú decides!". La pasada semana, la cadena de tiendas FNAC en Francia retiró de la venta al público un juego de mesa titulado Antifa, del colectivo antifascista La Horde y la editorial Libertalia. Las protestas del Sindicato de Comisarios de la Policía Nacional (SCPN) y de varios representantes del partido ultraderechista Reagrupación Nacional (RN) del clan Le Pen habían iniciado una campaña para que la popular cadena de tiendas cancelara la venta de Antifa le jeu, un juego de simulación y gestión que da vida a un grupo antifascista local mediante la implementación de "acciones que requerirán su tiempo, recursos y un poco de organización", según explica la web de la editorial que lo publicó.
"Entendemos que la comercialización de este juego puede haber ofendido a algunas de nuestras audiencias. Estamos haciendo lo necesario para que en las próximas horas ya no esté disponible", contestó la FNAC en un comunicado poco después de las quejas de los ultraderechistas. Sin embargo, la reacción de miles de personas en redes sociales ante esta censura hizo que el juego se popularizara todavía más y, en pocas horas, se agotara de todos los puntos de venta, obligando a la editorial a reeditarlo ante la enorme demanda. El efecto Streisand funcionó bien esta vez, gracias a los fascistas, e incluso aparecieron editoriales de varios países interesadas en traducirlo y comercializarlo fuera de Francia. La FNAC, finalmente, pidió disculpas y volvió a comercializar el juego.
Sin embargo, no siempre es así, y hay múltiples casos en los que esta censura consigue hacer daño de verdad a los autores. Recuerdo los numerosos conciertos cancelados de grupos como Soziedad Alkoholika, Berri Txarrak o Fermin Muguruza, quien, además de recibir un atentado con explosivos en un concierto en Barcelona, tuvo que cancelar una gira entera con Manu Chao ante la campaña de criminalización y el acoso de la extrema derecha a las salas. Recuerdo también a Los Chikos del Maíz pasar por la Audiencia Nacional por la letra de una canción, y cómo no, a Pablo Hásel en prisión y a Valtònyc en el exilio. La bomba a Leo Bassi en el Teatro Alfil, la censura y la persecución contra Willy Toledo o las concentraciones de neonazis contra Raimon en València hace pocos años, cuando todavía recibíamos las visitas de los fascistas a las librerías y los boicots a festivales de música y cine en valenciano. Hace diez años, ojo, no durante la Transición.
Hoy está de moda hablar de la cultura de la cancelación, del puritanismo progre o de la supuesta dictadura de lo políticamente correcto. Casualmente, quienes hacen caja con esta supuesta amenaza tienen cada semana tribuna en grandes medios de comunicación, publican libros en las editoriales más grandes del país e incluso tienen espacio en las principales cadenas de televisión. También artistas que algún día fueron o creían que eran de izquierdas se lamentan de la deriva de esta sociedad y de cómo, con el tiempo, se han vuelto más fachas por culpa de los demás. Están sometidos constantemente a la terrible crítica en redes sociales por parte de tuiteros, las feministas ya no les pasan ni una, y los negros y los maricones cada vez se callan menos. Eso debe ser insoportable, seguro que sí.
Por otra parte, el reciente asalto de Elon Musk a Twitter fue aplaudido por todo el fondo ultra de la red, a pesar de tenerla colonizada desde hace tiempo y disfrutar del sesgo de los algoritmos, denunciados mil veces tras comprobarse en varios análisis que facilitaban la promoción de los discursos de odio para generar más interacciones. A pesar de que el nuevo Twitter está siendo objeto de cierta improvisación por parte del cantamañanas megalómano que hoy lo controla, muchos fascistas han encontrado un nuevo aliado para acelerar su guerra en las redes. En EEUU está siendo descarado el compadreo de Musk con personajes de extrema derecha que se dedican, además de criticar la supuesta cultura de la cancelación, a señalar y a exponer a antifascistas, feministas y antirracistas. También existen listas negras de tuiteros de izquierdas que están siendo ya eliminados de esta red, en acciones de denuncia coordinada de varios internautas de extrema derecha y la complicidad de los nuevos responsables de Twitter. Mientras, supremacistas blancos de varios países celebran que estos días, sus cuentas suspendidas tiempo atrás por incitar al odio, están siendo devueltas.
Recientemente, la asociación PEN America, dedicada desde hace un siglo a defender la literatura por los derechos humanos y la libre expresión, publicó los datos sobre la censura de libros en centros escolares de EEUU entre 2021 y 2022. Durante este periodo, según este informe, se produjeron prohibiciones en 138 distritos escolares en 32 estados. Estos distritos representan 5.049 escuelas y alcanzan a cuatro millones de estudiantes. Los resultados dejan bastante en evidencia las mentiras de la supuesta dictadura de lo políticamente correcto: el 41% de estas obras contenían temas LGTBIQ+. Le siguen las obras con protagonistas no-blancos, obras con contenido sexual, sobre racismo y otras discriminaciones, activismo o críticas a la policía. El libro más prohibido del año escolar, según este ranking, fue Gender Queer: A Memoir, de Maia Kobabe. Se eliminó de las bibliotecas escolares y/o de las estanterías de las aulas en 41 instancias distintas.
Esta semana, los neonazis de Patriot Front y de los Proud Boys volvieron a salir a las calles armados con rifles de asalto y ropa militar para protestar contra un espectáculo de Drag Queens en Ohio, EEUU. Llevan ya un tiempo presentándose a este tipo de actos y consiguiendo que varios organizadores los cancelen por miedo a represalias. Hace poco más de un mes, un homófobo asesinó a varias personas en un club LGTBIQ+ en Colorado, también en EEUU. Lo mismo sucedió en octubre en Bratislava, Eslovaquia, cuando un neonazi abrió fuego contra otro local gay de la ciudad. En junio, lo mismo en Oslo, Noruega, con más víctimas mortales por parte de un homófobo armado.
Los mismos medios que hoy promocionan el llanto de los políticamente incorrectos son los que hace no tanto señalaban a los artistas anteriormente citados cada vez que anunciaban una actuación, provocando así que las hordas fascistas actuasen contra ellos y las salas, los promotores y las instituciones que los contrataban se echasen atrás. Los mismos artistas que maldicen la corrección política y su política de la cancelación siguen tranquilamente con sus carreras, y hasta les dedican películas o tienen programas de televisión en prime time.
Podemos seguir hablando de la cultura de la cancelación y la dictadura woke si quieren. De cómo molesta que te critiquen ese chiste homófobo o ese comentario machista, y de lo quejicas que son estos progres. Mientras, al menos alguien se atreve a entrevistar en un bosque a ese pobre chaval tan majete y políticamente incorrecto que salía antes en la tele y que ahora se esconde huyendo de la venganza del feminismo.
Comentarios
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