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¿Un busto para Fraga? Así fue su reunión con el primer ministro británico en noviembre de 1975

Ángel Viñas

Economista e historiador especializado en la Guerra Civil y el franquismo

¿Un busto para Fraga? Así fue su reunión con el primer ministro británico en noviembre de 1975
Busto de Manuel Fraga en el Congreso

El fundador de AP (posteriormente PP) fue siempre un político muy discutido. Tiene varias biografías. Como "representante" del MAE siguiendo instrucciones del ministro Fernando Morán lo conocí en un encuentro restringido. Versaba sobre el tema entonces de moda: la política del Gobierno socialista de cara a la OTAN. Debió de ser hacia 1983. No guardé notas, pero sí recuerdo lo que dije al ministro el día siguiente: me había parecido que Fraga, catedrático de Universidad, exministro de (Des)Información y Turismo, diplomático, exembajador en Londres, tenía una postura ambigua y no sabía muy bien de qué hablaba. No era posible fiarse de él.

Pasaron los años. Tras haber sido funcionario del Estado y de la Comisión Europea, sentí curiosidad cuando buceaba por numerosos archivos por saber algo más de Fraga en su período de embajador. Me encontré un expediente desconocido.

Contenía los preparativos para una entrevista secreta entre Fraga y Harold Wilson, entonces el primer ministro británico, y un resumen de la misma. Tuvo lugar a comienzos de noviembre de 1975. Franco estaba ya en la agonía. El Foreign Office y sus equivalentes extranjeros seguían la situación política española con asiduidad. Varios investigadores, españoles y británicos, han escrito sobre el tema, pero no he visto (quizá por mi propia ignorancia) que se haya resaltado aquella conversación. También ignoro si Fraga ya había hablado antes con Wilson, aunque me parece que no. El mediador fue Lord Mountbatten, años después víctima de un atentado del IRA.

Que hubiera un intermediario de tal calibre me hace pensar que Wilson no conocía a Fraga, lo cual podría ser sintomático de la escasa capacidad de penetración de este en las altas esferas de la política gubernamental. Wilson, por ejemplo, había recibido formalmente a Soares, entonces en la oposición e invitado a Londres por los sindicatos británicos.

En el caso de Fraga, Wilson solicitó información sobre el embajador. Se le preparó un dossier. En él se reconocía que Fraga tenía en España numerosos seguidores en la derecha y en el centroderecha. Era altamente posible que, tras la muerte de Franco, gozara de gran influencia en los meses siguientes. Menos seguro era que pudiese llegar a la presidencia del Gobierno. Esto dependería de circunstancias que escapaban a su control. Fraga ya estaba en Londres cuando el asesinato de Carrero Blanco y no tardó en darse cuenta de que algunos "liberales" (sic) le habían arrebatado su ropaje mientras paseaba por Hyde Park (sic). En febrero de 1975 había viajado a España con la esperanza de lanzar una asociación política, pero las condiciones eran demasiado restrictivas incluso para él. En julio montó con algunos allegados una sociedad (FEDISA) para difundir sus ideas. Ello le permitió mantenerse con un perfil elevado sin comprometerse más con un régimen absolutamente moribundo (sic).

Lo que el Foreign Office sabía de Fraga se resumió como sigue:

- Dividía el complejo espectro político español entre ultras (que no querían cambios), evolucionistas (en los que se incluía) y la izquierda.

- En los dos primeros años tras la muerte de Franco consideraba necesarias varias medidas. Había recomendado al futuro rey tres imprescindibles: a) cambio de gobierno para demostrar quién mandaba; b) revisar la estructura de las Cortes y por decreto-ley crear dos cámaras -una elegida y otra de tipo corporativo, en la que figurarían miembros de designación real- y someter la modificación a referéndum; c) liberalización política, salvo para el PCE, con elecciones a celebrar en un plazo de año y medio.

- En relación con el PCE no debería legalizarse en los 5 a 10 años siguientes. Ello permitiría echar raíces a los demás partidos. Se ignoraba lo que Fraga pudiera pensar sobre cómo tratar a los comunistas durante tan largo período.

Cabía afirmar que la posibilidad de que el futuro rey lo nombrase presidente del Gobierno era muy remota. No se creía que disfrutase ni de su confianza ni de su respeto. El propio Fraga reconocía que sus posibilidades dependían de la evolución. Su mantra era que si lo que necesitaba "era alguien que hiciera colaborar a la derecha y al centro, él era el hombre". Fraga era despiadado (ruthless) y muy ambicioso, con rasgos profundamente autoritarios a pesar de sus manifestaciones en términos "liberales". Hablaba inglés atropelladamente y en cascada, sin parar.

La conversación se celebró en la residencia de Mountbatten. Wilson ya estaba en ella cuando Fraga pasaba por allí y se hizo el sorprendido al verle. Duró unos cincuenta minutos y el primer ministro le dejó hablar. Fraga no ocultó en ningún momento su deseo de convertirse en presidente del Gobierno. Creía tener un papel importante que desempeñar y disponía de los medios necesarios para alcanzar sus ambiciones. Describió la situación como la interacción entre tres grupos: a) quienes divisaban en la reforma algo peligroso porque la liberalización llevaría a la revolución y al caos; b) quienes creían, como él, que era necesario continuar las reformas graduales ya comenzadas y confiaban en el rey; c) quienes estimaban que todas las instituciones y personalidades del franquismo debían desaparecer lo más rápidamente posible. Por lo demás, el futuro rey contaba con el apoyo del Ejército y de la Armada así como con el de la amplia mayoría de la clase media.

Fraga pensaba que lo más importante era no ir demasiado deprisa. El necesitaría, cuando menos, dos o tres meses para presentar sus propuestas de reforma que después requerirían de dos a tres años para surtir efecto. Por diversas razones, que explicó pormenorizadamente, la situación en España era muy diferente de la de Portugal. Con respecto a los socialistas señaló que estaban divididos en tres grupos. Confiaba en que los socialistas europeos hicieran todo lo posible para unirlos.

Para la sorpresa de Wilson el embajador le pidió consejo sobre cómo abordar el tema sindical. Sus interlocutores en España tenían opiniones muy diversas sobre si convenía desmantelar la organización sindical y empezar de nuevo o trabajar sobre la existente. Wilson eludió dar una respuesta clara, pero le preocupaba la ascensión que pudieran tener los maoístas y el trotskismo en caso de rápido desmantelamiento. Ofreció su ayuda en favor de la adhesión de España a las Comunidades Europeas. En la nota que he consultado no hay la menor referencia a la OTAN. Sin embargo, a la mañana siguiente Fraga exultó en la embajada ante sus colaboradores con respecto a este tema (información privada).

Naturalmente, los especialistas podrán completar y profundizar los extremos tocados, formalmente, en la entrevista. De los documentos británicos publicados se desprende que al Reino Unido le preocupaba en primer lugar la futura política española ante la cuestión OTAN y la posibilidad de que la transición que se avecinaba no fuera tan tranquila como sería deseable.

Analizar, desde mi perspectiva de entonces, los saltos de liebre que AP hizo durante el gobierno socialista en la cuestión OTAN me llevó tiempo. No quedé impresionado. Tampoco guardé los papeles. Pensé que no eran de mi propiedad y los pasé por la trituradora. No lo lamento, pero sigo considerando que a Fraga se le ha sobrevaluado. Su aportación a la Transición fue limitada, a la solución del tema del día casi nula, y su gestión en primera línea terminó como el rosario de la aurora. Que se le mantenga un busto o no en el palacio del Congreso es un tema que no me corresponde juzgar. De los archivos consultados no se desprende que se tratara de una gran figura.

La fuente para la anterior entrevista se encuentra en los Archivos Nacionales británicos, Kew, legajo PREM 16/1128.

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