Dominio público

ETA, moros y Podemos

Miquel Ramos

Periodista

ETA, moros y Podemos
José María Lara, Txepe, reducido en el suelo por la Policía Municipal de Madrid el pasado 15 de abril. — Twitter

El pasado sábado por la tarde se viralizaron las imágenes de una intervención policial en el barrio madrileño de Lavapiés, en las que se podía observar cómo varios agentes de la Policía Municipal reducían y detenían a varios individuos. La imagen más llamativa era la de un hombre mayor que, tras aparecer observando los hechos, volvía a aparecer ya reducido y detenido, faltando un fragmento previo de la escena grabada en video que nadie, hasta ahora, ha publicado. No hemos podido ver qué sucede para que este señor de 75 años acabe en el suelo y posteriormente en comisaría, convirtiéndose en el foco de atención de un acontecimiento que minutos antes tan solo observaba desde la distancia.

Los medios de comunicación publicaron al día siguiente la identidad del anciano detenido: se trataba de José María Lara, Txepe, un productor de cine, represaliado por el franquismo, y antiguo militante hace 50 años (durante la dictadura franquista) de ETA-pm, organización que de disolvió en 1981. Sin embargo, cómo se ha instrumentalizado la figura de este protagonista involuntario es lo que ha permitido desviar la atención sobre los hechos sucedidos en Lavapiés y sobre los que misteriosamente faltan los segundos clave para entender la escena. Y también sobre el resto de los detenidos, claro, que, aunque Txepe sea el personaje popular, de los otros chavales del video nada se sabe. Ni siquiera por qué los detienen y cómo empieza todo.

Tanto la identidad y el pasado de Txepe, como de dónde venía esa tarde de abril eran el combo perfecto para la máquina del fango que algunos vienen usando reiteradamente para cambiar los marcos y los relatos de cualquier asunto: Un exetarra que venía de un acto de Podemos, que le arrebató la porra a un agente y le amenazó con "metérsela por el culo" tras ponerse en medio de una intervención contra dos moros que se estaban peleando por droga. Ni el mejor de los guionistas podría haberlo encajado mejor.

Las asociaciones policiales saben que los medios de comunicación raras veces ponen en duda sus versiones y comunicados, pues son fuentes a las que hay que cuidar para seguir recibiendo información, esto es, mercancía para la empresa. Pero la obscenidad llega hasta tal punto de llevar al titular la palabra "exetarra" para hablar del caso, al mismo tiempo que ni te esfuerzas por consultar al protagonista, ciñéndote únicamente a la versión policial. Fueron medios como Público, El Salto, Naiz o Canal Red los que sí han dado espacio al cineasta para que se explique y cuente su versión de lo sucedido, y han contado así ambas versiones, algo que la mayoría del resto de medios no han hecho esta vez.

Más allá de la accidental aparición de Txepe en este episodio, hace tiempo que existe un gran interés por parte de determinados poderes en presentar las grandes ciudades como zonas acechadas por una delincuencia descontrolada e impune. Escenarios apocalípticos donde los agentes de la Ley luchan sin medios contra "los malos", que además son apoyados por una masa social que los odia y que no solo no acata su autoridad, sino que la confronta. Relatos atávicos de sheriffs que deben poner orden en el lejano oeste o de policías atados de pies y manos por sus superiores, que se pasan de prudentes y dejan que el crimen se apodere de la ciudad. Sin embargo, los datos siguen contradiciendo estos relatos, y muestran que los índices de criminalidad en España son de los más bajos de Europa, y que nuestras estas ciudades no son esas "junglas" que nos pretenden hacer creer con un vídeo de dos individuos peleando en el Raval de Barcelona. Y sí, con toda la mala intención racista de la palabra "jungla", pues atribuyen no pocas veces a la diversidad y al supuesto ‘buenismo’ de los gobernantes (los de las muertes impunes de Melilla y los CIEs, sí), el apocalipsis hacia el que nos precipitamos.

Hay diversos intereses interrelacionados en este tipo de relatos, que van desde el ataque político a los gobernantes culpándolos de la supuesta criminalidad, hasta la instauración del binomio diversidad-delincuencia para apuntalar a la extrema derecha como la única capaz y dispuesta a poner orden con su siempre dispuesta mano dura. Muestra de ello son los recientes videos del miembro de Vox, Javier Ortega-Smith, confrontando con manteros y okupas, tratando de reforzar esa imagen de sheriff, y que muestra una vez más como nunca confronta a las élites sino a los pobres. Estos relatos consiguen extender el mantra de la necesidad de endurecer el Código Penal y aumentar las penas, y por extensión, de que la pobreza y sus consecuencias se combaten con más mano dura antes que con políticas sociales. Porque inseguridad es que vendan porros en la calle, no que no llegues a fin de mes o que te desahucien de tu casa. Esfuérzate, pobre.

Resulta curioso que quienes insisten en relacionar diversidad y delincuencia, se indignan cuando alguien sugiere que existen identificaciones de la policía por perfil racial. Incluso amenazan con denunciar a quien así lo afirme, a pesar de haber sido denunciadas, documentadas e incluso acreditadas en anteriores ocasiones. Ahora bien, hace tiempo que muchos aprendieron a esquivar las acusaciones de racismo, y hoy hablan de culturas y no de razas, cuando insisten en la supuesta relación de estas con la delincuencia.

Una vez más hay que recordar que no está siendo nada disimulado el paso de varios funcionarios de las FCSE a las filas de la ultraderecha, primero dejándose caer como conferenciantes en sus actos, y después ya entrando en campaña. Algo que, aunque sea legal, no deja en buen lugar al resto de compañeros que tratan de esquivar ese supuesto estigma del que a menudo se quejan. Como tampoco deja en buen lugar al Cuerpo mentir en sede judicial siendo funcionario para imputar a alguien y valiéndote de la veracidad que te otorga tu condición de policía, como el recién conocido caso de un excoordinador de los antidisturbios de Madrid que acusaba de una supuesta agresión a una manifestante durante una manifestación y que se demostró que mentía.

Imaginen si no llega a haber vídeos (en este y en muchos otros casos similares). Imaginen que existe una ley que impide grabar una intervención policial, como la vigente Ley Mordaza que el Gobierno ha mantenido, traicionando su promesa electoral. Imaginen la importancia de dudar siempre de la versión oficial. Imaginen dar siempre carta blanca a las fuerzas del orden justificando cualquier actuación. E imaginen para qué sirve el periodismo si no es precisamente para esto, para averiguar si lo que nos cuentan desde las instituciones es cierto o no. Nuestro trabajo como periodistas no es dar por buena siempre una versión que nos encaje mejor en nuestra ideología o que nos interese para alguna contrapartida a pesar de no tener pruebas, sino dudar siempre, sobre todo de las informaciones que provienen del poder. Todo relato oficial que se reproduzca sin contrastar no es información, es propaganda.

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