Dominio público

Caso Alves: ¿qué pasaría si una víctima de violación cambiara cinco veces de testimonio?

Ana Bernal-Triviño

Periodista

Dani Alves del FC Barcelona durante el partido de la Liga contra el Sevilla FC en el estadio Camp Nou el 03 de abril de 2022, en Barcelona, ??España. Foto: AFP7 / Europa Press
Dani Alves del FC Barcelona durante el partido de la Liga contra el Sevilla FC en el estadio Camp Nou el 03 de abril de 2022, en Barcelona, ??España. Foto: AFP7 / Europa Press

Dani Alves dijo primero que no conocía a la víctima. Luego, sí la conocía pero no pasó nada entre ellos. Después, solo se cruzaron en el baño. Luego, ya no fue solo un cruce, sino una felación sin penetración. Más tarde, las pruebas de ADN confirmaron que el semen encontrado pertenecía a él y que, por lo tanto, hubo penetración. Luego, que fue consentida. Casualmente, su mujer pide la separación. Ahora, justo eso, es el motivo de su nueva versión: antes quería "proteger su matrimonio" y ahora, ya separado, puede contar "su verdad". 

Recordamos que el Estado de Derecho permite, como acusado, todas estas versiones e incluso mentir. Esto, de recordatorio para quienes dicen que los hombres acusados están indefensos ante malvadas mujeres, frente a un sistema que no deja de mostrar señas de ser garantista por completo.

Frente a diferentes versiones de su testimonio, está una víctima con solidez, contundencia y persistencia en su declaración, con la investigación desarrollada por la Unitat Central d’Agressions Sexuales de Mossos, con pruebas forenses y testigos. Una víctima, además, que rechazó cualquier tipo de acuerdo económico o indemnización porque sino no iba a ser creíble ante los ojos de un sistema y una sociedad machista. 

Entre medias, la defensa de Alves solicitó que la víctima pasara por un psicólogo de parte. Pero es que la víctima ya había pasado por uno, el equipo independiente vinculado al proceso. Esto conllevaba dos cosas: por un lado, no había plena confianza en el trabajo del equipo independiente del juzgado y, por otro, se dudaba una vez más del testimonio de ella. Una nueva prueba incluso podía afectar a su proceso de recuperación. Al final, la jueza no admitió esta petición. Todo esto a pesar de que se sabe, por equipos forenses, que en la disociación de la agresión, para superar el trauma, puede hacer que no haya lesiones internas en las víctimas.

En su nueva declaración, Alves indica que en un encuentro previo entre él y la víctima hubo "tensión sexual", que fueron relaciones "consentidas", y que quizás la víctima se sintió "ofendida o enfadada" por no ser "más atento con ella". 

Recordemos que la mayoría de las violaciones suceden con personas conocidas o del entorno donde te mueves en ese momento. Quiere eso decir que muchas mujeres violadas han conocido o conocen de antes a quienes serán sus agresores (parejas incluidas). Incluso quizás pueden estar interesadas en conocer más a esa persona o incluso desear algún contacto más. La gran diferencia es que en cualquier momento puede decir "para" o "no" sin ser sometida, ni forzada, y sin que la aceptación a un primer contacto sea carta blanca para todo. Recuerdo la frase de Catherine McKinnon cuando decía "la regla legal del consentimiento es tan perversa que la mujer puede estar muerta y haber consentido". 

Y cómo no, está el recurso de dar a entender que la víctima se inventa la violación porque está "ofendida o enfadada" a posteriori. Otro mito más donde de nuevo se elimina la culpabilidad de él para trasladarla a ella y se deduce que la mujer actúa por despecho, y no por el criterio de una víctima a la que se ha vulnerado su libertad sexual.

Todo el foco sigue centrado en Alves, pero mientras los días pasan no dejo de preguntarme por el otro lado. ¿En qué medida esta víctima se está recuperando? ¿En qué medida este juego de luz de gas a distancia, cuestionando una y otra vez su declaración, afecta a su recuperación? ¿Cómo llegará esta víctima a juicio? ¿Qué sería de cualquier víctima si cambiara cinco veces su versión, qué diría de ello la parte contraria y la sociedad?

Pero, además en unos días clave en el futuro de la ley del sí es sí, vemos cuáles son las bazas de la defensa de Alves: unas imágenes de vídeo y la duda sobre el consentimiento. ¿Qué es de nosotras, a estas alturas, si no hay cámaras que nos graben siendo violadas? ¿Qué es de nosotras cuando no nos dejan señales en la penetración o en el resto del cuerpo? ¿Qué es de nosotras si nos ven hablar minutos antes con nuestro futuro agresor? ¿Qué es de nosotras frente a la idea de que denunciamos no por justicia sino por despecho? ¿Qué es de nosotras cuando en el debate prevalece la importancia de los años de pena frente a cómo somos juzgadas, sin que las dos cosas vayan a la par? Al final, en las defensas, todas las preguntas siguen en torno a qué hacemos y cómo reacciona nuestro cuerpo. 

Y frente a todo esto, Alves llegará a juicio con la baza de la separación, justo ahora. Qué él no contaba su verdad por querer "proteger el matrimonio", dice. Quizás le ha venido muy bien para cerrar "su versión". Y quizás antes hay que empezar a aprender, para cualquier persona, que para proteger a un matrimonio no hay nada como la lealtad, la verdad y, por supuesto, no agredir a nadie. Así se soluciona todo: sin crear víctimas y sin dañar a las parejas por nuestros actos.

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