Dominio público

Fundación Franco: pura violencia política

Ana Pardo de Vera

La "democracia plena" española, de la que se hace alarde desde nuestras instituciones, tiene varios puntos negros que la enferman y uno de ellos es la existencia de una fundación creada para mayor loa del dictador Francisco Franco: un lobby destinado a conservar su legado ideológico autoritario y genocida y traspasarlo a cuantas generaciones sea posible. Hace 45 años que nació la Fundación Nacional Francisco Franco (FNFF), gracias al apoyo, entre otros, del exjefe de Estado y comisionista por excelencia, Juan Carlos I, como informa hoy en Público el periodista Danilo Albin.

Hace semanas que asistimos a un intento de blanqueamiento intensivo de la Fundación Franco por parte de sus propios integrantes. Lo hacen ante la inminencia de una extinción de esta guarida de franquistas anunciada en la Ley de Memoria Democrática de Pedro Sánchez, que es una actualización de la Ley de Memoria Histórica de 2007 promulgada por José Luis Rodríguez Zapatero. Mucho hemos esperado las demócratas y mucho hemos pagado por este dolor infligido a los familiares de la víctimas de la dictadura, que aún hoy buscan y desentierran restos de su misma sangre esparcidos por las cunetas. Mucho hemos pagado y pagamos, además  con ese sacar pecho de ahora por los 150.000 euros que José María Aznar dio a esta Fundación de los horrores porque sí.

La Fundación Franco y sus miembros, cuyos tentáculos ideológicos y económicos llegan a Vox y a grupos neofascistas y/o ultracatólicos de esta modernidad ultraderechista que nos asfixia, han vivido 45 años al amparo de una democracia más débil por el solo hecho de permitir semejante aberración. En este casi medio siglo de existencia -que desde Público exigimos que nunca se cumpla-, su trabajo no ha sido, como nos cuentan, el de digitalizar, conservar y cuidar el legado material de Franco y sus 40 años de tiranía. Su trabajo ha sido el de negar la memoria histórica, renegar del relato sobrecogedor de las víctimas del dictador, tratar de ocultar la abolición que hizo éste de los derechos y libertades fundamentales hasta la tortura y la muerte de quienes los defendían o esconder sus asesinatos racistas y genocidas, así como los robos de bienes y propiedades de los españoles.

La FNFF es hoy, probablemente, el más abyecto de los restos del franquismo, que ensalza los 40 años del régimen frente al Gobierno democrático de coalición, una proclama fascista que Vox se ha atrevido a llevar hasta el Congreso: mucho mejor la dictadura de Franco que el Ejecutivo del PSOE y Unidas Podemos, "el peor en 80 años". La existencia de fundaciones como ésta hacen un daño de difícil reparación a las democracias, son pura violencia política. En Alemania lo saben muy bien, porque tras el fin de la II Guerra Mundial se dedicaron a eliminar todos los vestigios nazis; y pese a todo, las ideologías permanecen latentes, aguardando en las tinieblas para aprovechar crisis, incertidumbres, democracias deficitarias o gobiernos decepcionantes para ir a la yugular de los sistemas liberales y tratar de exterminarlos. Tomen nota de lo que está ocurriendo en Polonia, porque aquí tenemos a una ultraderecha aventajada y a un PP acomplejado y más decidido que nunca a imitarla. Son organismos como la FNFF quienes les dan la publicidad y el apoyo necesarios a ambos.


Cada día que sume de existencia la fundación proFranco será un día más de riesgo para la democracia española, muy maltratada ya con la extrema derecha que vela por sus intereses en las instituciones y una Justicia que nos ha dejado constancia estos días de la peor de las sentencias sobre el avalista más ilustre de la FNFF: "La justicia no es igual para todos. Circulen".

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