El pasado sábado 5 de febrero, Francisco Igea, el candidato de Ciudadanos a la Junta de Castilla y León para las próximas elecciones recordaba en un mitin su visita a una fosa común de Medina del Campo. Allí, según cuenta, se exhumaron los cuerpos de varias personas asesinadas y lanzadas a un pozo, entre las que se encontraban un padre y un hijo cuyos esqueletos aparecieron abrazados: "Por eso estamos aquí. Porque no creemos en esa España. En esa mierda de España de unos contra otros. No creemos en la España del fascismo y el antifascismo. No creemos en la España del comunismo y el anticomunismo. Creemos en la España del abrazo. En la España del abrazo, pero de los vivos".
En todo el discurso, Igea no explica quién mató a esas personas, ni siquiera porqué. No explicó que fueron los falangistas quienes ejecutaron a ese padre y ese hijo, ni que durante los cuarenta años de dictadura y los siguientes más de 40 años de democracia, ningún gobierno se preocupó por recuperar ni esos ni los miles de cuerpos que siembran las cunetas y las fosas de todo el país. El relato ofrecido por el político, que, en honor a la verdad, ha mostrado durante su ejercicio cierta sensibilidad respecto al tema de la memoria histórica, fue una oportunidad perdida para reivindicar su trabajo al respecto en la vicepresidencia y en la consejería de transparencia de la Junta de Castilla y León. Y es que, ante un episodio de tamaña trascendencia política e histórica, cuyas heridas todavía supuran por la falta de verdad, justicia y reparación, como él bien sabe, la equidistancia sigue siendo el lugar natural de los vencedores y de los cobardes.
La España del abrazo que reivindica para los vivos no puede estar hoy más lejos. Y no precisamente por el empeño de quienes tratan de recuperar a sus familiares de cunetas y fosas y cerrar heridas, aún sabiendo que los culpables nunca pagarán por sus crímenes. Hoy es imposible abrazarse con quien escupe día tras día sobre esos muertos, con quienes dedican calles a sus verdugos o con quienes, como hicieron sus antecesores ideológicos, vuelven a poner en la diana a determinados colectivos y a cuestionar incluso la legalidad democrática de las instituciones, como aquellos que defienden o blanquean el reciente asalto al ayuntamiento de Lorca.
El relato equidistante en asuntos de memoria histórica sitúa en el mismo plano el carácter criminal de una ideología de naturaleza golpista, profundamente antidemocrática y genocida como fue el nazismo y el fascismo, con quienes se opusieron a ella defendiendo la legalidad democrática y los valores que reivindicaban y siguen reivindicando los antifascistas. No hay relato equidistante posible ante esto, lo siento, señor Igea, por mucho que usted haya hecho parte del trabajo que le corresponde en materia memorialista que cualquier democracia, gobierne quien gobierne, debería hacer para honrar a sus compatriotas y vacunar contra el odio que los asesinó. La "mierda de España" a la que hace referencia no fue sino la que impusieron quienes llenaron de cadáveres esa y las otras fosas que visitó durante el ejercicio de sus funciones. Porque la otra España no pudo ser.
Sigue estando lejos esa quimera que reivindica Igea precisamente por gente como la que dirige su partido. Y él lo sabe. Un partido que nació con el nacionalismo español como bandera, que lideró el relato del a por ellos que posteriormente rentabilizaría la extrema derecha, y que ha ido de la mano de los revisionistas de la memoria histórica y los herederos ideológicos de los golpistas del ‘36. Ciudadanos ha sido la muleta para colocar al PP en numerosas instituciones con el apoyo de Vox. No solo ha normalizado a la extrema derecha, sino que la ha cogido de la mano y han dado un buen paseo juntos. No le pida entonces a una persona migrante que abrace a quien se pasa el día culpándolo de todos los males del país, ni a una mujer que abrace a quien se niega a hacer un minuto de silencio por las víctimas de la violencia machista e incluso niega que esta exista. Ni a una familia desahuciada que abrace a los matones que el banco contrató para echarla de su casa gracias a las leyes que ustedes votaron.
Ese extremo centro donde algunos pretenden situarse siempre juega con esta equidistancia perversa que perpetua el statu quo en favor de quienes gozan de privilegios frente a quienes deben pelear por su supervivencia o por su dignidad. Ese extremo centro que no es machista ni feminista, ni racista ni antirracista, ni fascista ni antifascista. Es la posición de los cobardes, de quienes temen e impiden que otros ganen derechos. De quienes solo cumplen órdenes, hacen "lo que dios manda" y no molestan lo más mínimo a quienes perpetúan las miserias y esparcen el odio.
El abrazo de un padre y un hijo fusilados por fascistas no simboliza ninguna concordia. Por mucho que se quiera resignificar, ese abrazo simboliza más bien una terrible advertencia: permanezcan unidos quienes hoy son señalados, vilipendiados y castigados por el odio ultraderechista y por las políticas criminales que los arrojan a la miseria que esos mismos ultraderechistas y sus compañeros de viaje en las instituciones perpetúan. Es la lección que deberíamos haber aprendido ya, pero que quienes hoy se llaman liberales pretenden que olvidemos. Precisamente esta equidistancia es la que hoy ha difuminado ese extremo centro que reivindican, y de cuyas filas han huido la mayoría para abrazarse sin escrúpulos a los herederos de quienes lanzaron al pozo a ese padre con su hijo.
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