Dominio público

Amistades peligrosas y contradicciones en una Europa en economía de guerra

Ruth Ferrero-Turrión

Profesora de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid e Investigadora Adscrita al Instituto Complutense de Estudios Internacionales (ICEI)

Amistades peligrosas y contradicciones en una Europa en economía de guerra
El presidente ruso Vladimir Putin, el presidente iraní Ebrahim Raisi y el presidente turco Recep Tayyip Erdogan posan para una foto antes de una reunión trilateral sobre Siria en Teherán el 19 de julio de 2022. (Foto de Sergei Savostyanov / SPUTNIK / AFP)

Durante este mes de julio se estrenaba en el Teatro Real de Madrid la ópera Nabucco, que no venía a Madrid desde 1871. Y prácticamente en paralelo la Unión Europea firmaba un acuerdo con Acuerdo con Azerbaiyán para duplicar el suministro de gas hasta 2027. Pasará de los más de 8000 metros cúbicos al año actuales a los 20.000 millones de metros cúbicos al año. Llegará a territorio europeo a través de territorio turco.

Este gaseoducto es heredero directo del proyecto Nabucco, que comenzó a gestarse allá por el año 2002. Su nombre estaba directamente inspirado en la ópera homónima cuando tras escuchar la función en Viena los ejecutivos de las empresas energéticas europeas y turcas decidieron ponerle ese nombre al proyecto de gaseoducto que surtiría de gas a Europa desde el Caspio y Oriente Medio. El gas procedería fundamentalmente del campo Shah Deniz en Azerbaiyán, pero también de Asia Central, Oriente Medio y el Mediterráneo Oriental y el consorcio estaba compuesto por empresas de Austria, Alemania, Hungría, Bulgaria, Rumanía y Turquía con el total apoyo de la UE. Sin embargo, los intereses rusos por poner en marcha el South Stream a través del Mar Negro, Bulgaria y Ucrania y el miedo de Azerbaiyán a enfrentarse con Moscú propiciaron que este proyecto fuera cancelado en 2013. Las facilidades ofrecidas por Rusia junto con los objetivos medioambientales europeos hicieron el resto para que Bruselas no tuviera interés en respaldar nuevas infraestructuras de combustibles fósiles. Así que Nabucco se quedó varado, aunque la empresa sí que respaldó la construcción de dos oleoductos regionales, uno transanatolio que surtía a Turquía y otro transadriático que alimentaba a Grecia, Italia y Albania. Y este último acondicionado en 2018 para transportar gas el que está operando con Europa desde 2020.

El acuerdo firmado entre Bakú y Bruselas se suma al que han llegado en estos días Italia y Argelia y que convierte a este país en el principal proveedor de gas a Italia desplazando a Rusia que hasta ahora aportaba el 40% del gas al país transalpino. De esta forma se materializa el desplazamiento de España a Italia como socio preferente de los recursos procedentes del gaseoducto Trasmed.

Como es fácilmente observable Europa está intentando reforzar todo suministro de hidrocarburos que evite a Rusia. Si antes de la invasión rusa había tres corredores activos y con los que cubrían las necesidades energéticas europeas, desde Rusia, Noruega y Norte de África, ahora a estos tres se suma un cuarto corredor, el antiguo proyecto Nabucco, hoy transadriático que quiere reforzar el suministro.  La Agencia Internacional de la Energía ya apuntó en marzo que las importaciones procedentes de gaseoductos y oleoductos no rusos deberían aumentar.

La actual emergencia energética en la que se encuentra Europa ve con fundado temor un posible cierre de suministros por parte de Moscú, que ya ha enseñado la patita con el cierre por mantenimiento del Nord Stream I y ha hecho que las predicciones de la Agencia Internacional de la Energía se materialicen haciendo imprescindible la revitalización de los corredores de suministro energéticos alternativos.

Y toda esta estrategia en abstracto no tendría apenas pegas. Terminar con la dependencia energética está presente en la hoja de ruta europea desde hace años. Sin embargo, hay varias piezas que, a todas luces, no terminan de encajar.

La primera tiene que ver con las energías verdes. Hasta hace pocos meses esta era la prioridad número uno de Bruselas, transición verde y digital decían. Poco antes de la agresión rusa, concretamente en Año Nuevo, sin embargo, la Comisión Europea lanzaba una propuesta, polémica entonces, para declarar a la energía nuclear y al gas natural como energías verdes hasta 2045, la intención era la de atraer inversiones. Curiosamente esta es la idea que se viene a reforzar en el plan que lanza ahora la Comisión y al que se suma ahora también el carbón y la reducción del consumo. Muy poco se ha hablado de renovables o de transición verde. La emergencia prevalece, así que el cambio de modelo tendrá que esperar.

La segunda está vinculada a la tan nombrada y nunca puesta en marcha autonomía estratégica. Si efectivamente se prioriza la emergencia en el modelo productivo, esto quiere decir que la UE va a continuar siendo dependiente de hidrocarburos, aunque estos sean tremendamente contaminantes y caros como el gas de esquisto norteamericano. De este modo, la brújula estratégica aprobada en marzo de 2022 queda definitivamente enterrada bajo el peso, por un lado, del nuevo concepto estratégico de la OTAN y por otro, de la ausencia de avances en el modelo energético.

Y, por último, y en tercer lugar, la última pieza que no encaja, las relaciones que se están articulando para cerrar los acuerdos de suministro del gas. Para los más moralistas defensores de la paz democrática esto debe haber sido un golpe tremendo, ya que negociar acuerdos comerciales con gobiernos no democráticos y claramente responsables de vulneraciones flagrantes de derechos humanos no es algo tolerable cuando llevan cinco meses lanzando a la esfera pública consignas que han alimentado el relato de que la guerra en Ucrania es la lucha entre el bien y el mal, entre las democracias y las no democracias.  A ver cómo se explica ahora a una opinión pública convencida de estos argumentos que todo depende de las necesidades y que en ocasiones hay que ser inflexible, aunque en otras el pragmatismo impere.

Sea como fuere la cuestión es que llegamos al ecuador del verano de 2022 con incendios y temperaturas de escándalo en todo el continente, sin cambios sustantivos en el modelo energético, con la nuclear y el gas consideradas energías verdes, con una UE más dependiente que nunca de Estados Unidos y más militarizada, estrechando lazos comerciales con regímenes políticos más que cuestionables por razones pragmáticas y a las puertas de una crisis alimentaria sin precedentes y todo ello en el contexto de una guerra que no se quiere parar, a pesar de que es imprescindible hacerlo. Para pensar ¿no creen?

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