Dominio público

No es distopía, es España

Gabriela Wiener

Escritora, poeta y periodista.

Vista de la lona que Vox ha instalado en la madrileña calle de Alcalá, en la precampaña del 23J REUTERS/REUTERS/Violeta Santos Moura
Vista de la lona que Vox ha instalado en la madrileña calle de Alcalá, en la precampaña del 23J REUTERS/REUTERS/Violeta Santos Moura

No extrañe que nos debatamos entre "nos tendrán al frente" y "busquemos una ruta de escape". El tema de conversación entre familias LGTBQI+ privilegiadas es que hay que tener los ahorritos en su sitio, los pasaportes preparados y un territorio del mapamundi elegido en caso de que el asunto se ponga serio. El convencimiento es que en este mes del orgullo hay que salir más fuertes que nunca a las calles, pero mientras vamos juntando monedas para construir un refugio, bunker rural, con túnel secreto y un ferrocarril. La teoría de poner el cuerpo y la realidad de temer por nuestres hijxs.

En una sola semana España dejó de ser el país gayfriendly a convertirse en otro país europeo tentado por la vuelta del fascismo y a punto de hacerse la autoasfixia erótica votando por el PP (socios de Vox) o no votando, que viene en estas circunstancias a ser lo mismo. La noticia de que en Italia se han comenzado a dar pasos para recortar derechos a los hijxs y a sus madres lesbianas pone los pelos de punta. Que el mismo día Ayuso anuncie, como si fuera tan fácil, que se va a cargar la Ley Trans en la Comunidad de Madrid, noquea. Que se prohíban las banderas arcoíris y las manifestaciones contra la violencia de género en cierta ciudad, parece un meme.

Pero no es distopía, es Valencia. No es distopía, es España.

Hace un año nuestras familias diversas, disidentes de la cisheteronorma, marchaban por las calles de orgullo. Nuestros hijitos gritaban "si tengo dos mamás, a ti que más te da" bañados en purpurina. Nos sentíamos cómodas. Sosteníamos como podíamos a nuestras compañeras trans que llevaban una larga temporada soportando odio pero su redención parecía cerca. Espantábamos a los machitos de derecha que nos negaban la existencia y a los machitos de izquierda que nos negaban un hueco en la clase obrera. Y algunas no dejamos de señalar que no, que nativa y extranjera no es la misma clase obrera, que no vamos en el mismo barco como demuestra el naufragio "dejémoslos morir en el mar" y la impunidad a un año de la masacre de Melilla. Que debemos actuar en consecuencia.

El premio a la frase más fascista de esta semana tan fascista ha sido "en España entre hispanos y africanos no está claro dónde acabará la cosa, pero sí que los nativos estamos cada vez más en peligro de extinción". Hay que agregar: como alguna vez los dinosaurios.

Pero pongámonos con victimismos más verosímiles: faltan dos minutos para que nos digan que no somos madres y padres de nuestrxs hijxs. Si no saben por quién votar, voten por nosotrxs. Si no saben por quién votar, voten por las personas sin derechos y por aquellas que los están viendo ser amenazados.

Nos quieren echar en la misma papelera porque hay gente que no entiende la diferencia entre la vida y la propaganda. La libertad de expresión no es un cartel que propaga el odio y la mentira. La libertad es que nuestrxs hijxs no tengan que toparse en la calle con un cartel que niega a sus familias (ni con estatuas de esclavistas). Como con aquél del metro contra los menores migrantes que fue avalado puntualmente por la justicia racista de este país, no van a ver delito de odio hasta que no seamos exhumados. La libertad es que no nos persigan, que no nos maten, por ser, migrar, amar, desear, existir. Si es que Europa siempre huele a muerte. La papelera de Vox es tan profunda como la fosa del mar Jónico de la que nunca sacarán los más de 500 cuerpos de migrantes desaparecidos. Ahí se quedan, como en las cunetas, como en los campos de concentración, como en los hornos nazis.

Este año también, las que nos reunimos en torno a Familias HD y toda la gran comunidad de adres lgtbqi+ con sus hijxos para enfado del reino, viviremos un rato como si no existieran Vox y su España macabra, como si izquierda y derecha europea no representasen la misma indolencia para quienes migran por desesperación, como si no siguieran escupiendo sobre las políticas de igualdad de género mientras siguen matando mujeres. Saldremos a marchar de la mano de los babys de ternura multicolor, lo haremos con la misma energía e insurrección de otros años.

Es posible que si nos ven pasar con nuestras familias, logren atisbar entre tanto brilli-brilli, un brillo nuevo en nuestros ojos, mezcla de miedo y ferocidad leonina, de resolución y valor, en un mundo cada vez más salvaje. Nosotrxs tememos por nuestrxs cachorrxs, es cierto, pero en este mismo momento se ahogan en el Mediterráneo madres y padres pobres con sus hijxs. Y otras madres, defensoras de los territorios en Puno o Jujuy, con sus hijxs portadxs en la espalda, son gaseadas por la policía. No lo olvidemos. No es una distopía, es nuestro presente.

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