Dominio público

Galicia, sitio distinto

Ana Pardo de Vera

Galicia, sitio distinto

Entiendo que desde fuera de Galicia no se comprenda bien que, tras la última campaña del PP, pésima desde la óptica española, y la del BNG, magnífica desde la ídem, el Partido Popular gallego de Alberto Núñez Feijóo ... perdón, de Alfonso Rueda, haya conseguido mantener la mayoría absoluta. Tres cuestiones marcaron la campaña del PP para mal -e insisto en la óptica no-gallega-: la ocultación de Rueda como candidato, la voluntaria percepción de que éste seguía siendo Feijóo, el giro de timón a media campaña con la relación con los independentistas catalanes (indultos o amnistía a Puigdemont ya no son merda) y el desembarco de Isabel Díaz Ayuso con sus románticos paseos bajos los eucaliptos gallegos, que no debe de saber ella que son uno de los acelerantes de los cada vez más virulentos incendios en Galicia.

Partimos, pues, del hecho de que Feijóo y su equipo han dirigido la campaña gallega exactamente en el sentido contrario a cuando él era candidato en teoría y práctica. Y lo han hecho, primero, convocando las elecciones para este domingo 18-F en un momento de gran debilidad del PSOE por sus negociaciones con Junts, es decir, en clave estatal. Y han seguido en esa estrategia estatal incomprensible con respecto a elecciones anteriores -que eran en clave gallega- porque la fortaleza del BNG de Ana Pontón, efectivamente, preocupaba y mucho en Génova: "Si hablamos de Galicia, nos estrellamos". Y eso es lo que esperábamos gallegos y gallegas de todos los/as candidatas. Las preocupaciones, sobre todo, de las nuevas generaciones en Galicia pasan por la sanidad, el desempleo, el estrangulamiento del sector pesquero y agroalimentario o el propio Gobierno de la Xunta: preocupaciones de futuro en una tierra muy envejecida. Este es el balance tras 15 años de PP con mayoría absoluta, así que de eso, el PP no comenta, incluso huye.

No convenía a Feijóo-Rueda, pues, hablar de Galicia y, además, había que esconder a un candidato "sin glamour", como le piropeó -o eso creía- uno de los dirigentes del PP de Galicia. ¿Y los debates electorales? Uno y gracias, en su controladísima TVG y como quien va a la rueda de la tortura. Lo dicen los manuales del político en el poder: si no suma, no vayas. Y Rueda no fue a ningún debate electoral más, ni al de RTVE con el candidato del PSdeG, José Ramón Besteiro, y la del BNG, ni al de la Cadena Ser, un cara a cara con Pontón, líder de la oposición gallega.


Feijóo solo arriesgó un poco con la voladura controlada que hizo filtrando a 16 periodistas, durante una cena en Lugo, el contenido de los contactos del PP con Junts, puesto que Puigdemont había amenazado horas antes con cantar la Traviata al respecto de este asunto. ¿Qué repercusión tuvo el tema entre el Bierzo hacia el Atlántico? Ninguna, pese a los rasgados de vestiduras de la M-30 para adentro, que pensaron que Galicia se iba al carallo porque el PP dejaría de gobernarla y entraría Bildugá. Pero si mi tierra tiene una peculiaridad, y lo expliqué aquí en otras ocasiones, es que derecha e izquierda son galleguistas -por eso Vox no tiene representación ni pagando y eso nos llena de orgullo y satisfacción- y ni la cuestión catalana ni la vasca influyen en el electorado conservador del ámbito rural, el inamovible del PP. Ese voto sigue siendo conservador y tiene que ver con el envejecimiento de la Galicia interior y la implantación de una televisión pública hecha a medida del PP y su martilleo incesante (hay que estar allí para ver hasta dónde llega la manipulación mediática en la Galicia rural, no pueden ni imaginarlo).

Alfonso Rueda, no obstante, no es Feijóo, aunque conoce igual de bien Galicia, así que la oposición no debería confiarse ni hacerse ilusiones, como ha hecho este 18-F: son muchas décadas de clientelismo, de control férreo de instituciones y medios de comunicación, así como de otros organismos representativos del cada vez más débil tejido productivo gallego. Un ejemplo: gran escándalo en Madrid por las promesas y esmolas (limosnas) de la Xunta a sanitarios horas antes de votar; también por las monjas cazadas con los mayores y su papeleta-PP bien colocada en la mano caminito de las urnas. Pues nada nuevo por Galicia, porque esto es lo de todas las campañas desde que tuvimos las primeras elecciones autonómicas en 1982; aunque antes, se regalaban sacos de patatas en las aldeas, te instalaba una bañera en casa el mismo Fraga si era necesario o votaban los muertos (al PP, claro, que la Santa Compaña siempre va a caballo ganador).

Resulta sorprendente, con todo, que con los pronósticos que manejaba el PSdeG de José Ramón Besteiro, y aun asumiendo su papel de tercerón tras un BNG en ascenso con la candidata más potente de la campaña, los socialistas creyeran que todo eso era suficiente para el vuelco. ¿Pero quién carallo asesora en Galicia a la izquierda no nacionalista? ¿Madrid?


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