Ecologismo de emergencia

Los límites del planeta y la población mundial

Francisco Pineda Zamorano

Director del Observatorio de Población Mundial de la ONGD Paz y Desarrollo

Freepik.
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El aumento de población mundial hasta 2100 es imparable y llegaremos al máximo de 11.000 millones de habitantes, momento en el que comenzaremos a descender de forma progresiva. 

Según los datos del Fondo de Naciones Unidas para la Población (UNFPA), en el momento actual contamos con 8.200 millones de habitantes en el Planeta. Esta cifra, según NNUU, seguirá aumentando hasta el año 2100, momento en que alcanzaremos los 11.000 millones de habitantes, comenzando a decrecer a un ritmo continuado. 

Conviene retener algunos datos que nos ayuden a comprender los posibles efectos y consecuencias de este crecimiento poblacional, así como a poner los medios desde este momento para planificar ese nuevo escenario.  

Mientras el sudeste asiático congelará su crecimiento hacia el año 2050, el continente africano crecerá de manera exponencial. Actualmente, la población africana cuenta con 1.500 millones de habitante y a finales de siglo su población se multiplicará por tres, llegando a los 4.500 millones. Podríamos decir, que el aumento de población vendrá, sobre todo y en gran medida, del aumento de población en África.  

Mientras la Vieja Europa lleva años disminuyendo o congelando sus crecimientos de población (solamente en positivo por los nacimientos de personas de procedencia de terceros países), apuntando a una población de 650 millones en 2100, nos encontramos con que un solo país africano, Nigeria, contaría a esa fecha con 800 millones de habitantes. 

La explosión africana está garantizada, más allá de epidemias locales, guerras y conflictos, ya que la edad media de su población actual es de 25 años, mientras que la de la Unión Europea de sitúa en los 47 años. El primer reto a afrontar será la necesidad de garantizar la soberanía alimentaria a toda la población africana, creando posibilidades de una vida digna en sus países que eviten grandes movilizaciones de personas entre territorios o continentes. 

La segunda cuestión a plantearnos es la necesidad de afrontar este periodo de crecimiento poblacional con las garantías mínimas exigibles del respeto absoluto a un Medio Ambiente sano, que no sea más dañado por el crecimiento económico y ponga las bases para el sostenimiento de un vivir bien sin que acabemos con el Planeta. Esto significa, indefectiblemente, la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero, lucha contra el calentamiento global y cambio en las directrices de nuestro modo de consumo y de relación con los distintos ecosistemas.  

El tercer aspecto a destacar, tiene que ver con el envejecimiento de la población, no solo en el primer mundo, sino también en el segundo. Es decir, no solo en occidente, también en Asia y América Latina. Las políticas de crecimiento actuales consideran a las personas como clave del desarrollo industrial y de servicios. Pero si esas personas se encuentran en su mayoría fuera del mercado económico, se convierten para los gobernantes en un gasto de jubilaciones y de prestación de servicios que no van a ayudar precisamente a las políticas de crecimiento de los PIB en cada país. En este sentido, se hace necesario planificar con habilidad una distribución poblacional que garantice el vivir bien en todos los continentes. 

Un peligro añadido a los crecimientos de población, viene dado por la gran concentración de personas en torno a las grandes ciudades o megaciudades, que ponen en jaque la atención y la prestación de servicios con un mínimo de garantía. Grandes bolsones de pobreza y Villas Miseria, en ciudades de más de 10 millones de personas. También hay que observar la superpoblación de las zonas costeras en todo el todo el mundo, lo que implica un abandono progresivo y permanente del área rural, poniendo en peligro los niveles de producción básico para la alimentación equilibrada de toda la población. 

Otro elemento importante a contemplar es la movilidad de las personas, bien sea a nivel del propio país, bien con los países limítrofes o hacia otros continentes. Podríamos asistir a una movilidad permanente, agrandada por las necesidades no cubiertas en los lugares de origen, que puede desestabilizar a los estados receptores. Sólo con una planificación adecuada de esta movilidad continental conseguiremos que la estabilidad quede asegurada y poder dar respuesta a las necesidades básicas de las personas migrantes. 

Por último, quisiera destacar el problema del agua potable que, unido al necesario aumento de la producción agropecuaria para el consumo humano, representa el mayor desafío a tener en cuenta para el tope previsto de los 11.000 millones de habitantes. 

Los gobiernos y las instituciones internacionales multilaterales, deberían ir cambiando sus índices de crecimiento, basados actualmente en los PIB de cada país, por los índices de redistribución de la riqueza, que garanticen la aplicación de los servicios básicos de Salud, Educación, Alimentación y Vivienda en todo el mundo. 

Muestro mi confianza en que la inteligencia política sabrá planificar, en cada Estado y a nivel regional, las medidas a aplicar para hacer posible una convivencia global. De lo contrario, podríamos enfrentarnos a conflictos de baja y mediana intensidad en distintas zonas y en periodos continuados. 

Si bien a partir de 2100 la población global mundial comenzará a bajar gradualmente, lo que hagamos desde ahora hasta esa fecha nos garantizará el poder superar un pico de población sin poner en riesgo la habitabilidad del Planeta. Y las medidas no pueden tomarse cuando tenemos los problemas encima, sino que han de adelantarse a los mismos con planes a corto, medio y largo plazo, que garanticen una vida digna en un mundo equilibrado y sostenible. 

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