El mapa del mundo

¿No podían mandar al rey a otra parte?

Qué cosas se han dicho y escrito últimamente sobre Hugo Chávez: Que era un dictador que oprime a su gente, que iba contra la libertad de expresión, que era un peligroso chamán estrafalario, etc. Pocas veces un mandatario extranjero había causado tanta indignación en la prensa española. Y ahora esto: Se recibe en Madrid al coronel Muamar el Gadafi con todos los honores del Estado y, al parecer, casi nadie se molesta, ni siquiera los autodeclarados campeones de la libertad en Génova. Al lado del tirano libio, gente como Chávez parecen democrátas modélicos.

El Gobierno socialista defiende el encuentro con Gadafi, porque sólo hablando se entiende la gente. Para forjar la Alianza de Civilizaciones no hay que hacer ascos a nadie, bien es cierto. Ahora, se puede defender la conveniencia de hablar con el dictador libio. ¿Pero, de verdad, es necesario recibirle en la capital española con todos los honores que ofrece el protocolo, incluido una comida con los Reyes en el Palacio Real? ¿No había forma de inventarse algún compromiso imprescindible del rey para que no tuviera que estrechar la mano de este torturador de enfermeras? A los ciudadanos, que en otras ocasiones están tan preocupados por los derechos humanos, tampoco les interesa el periplo del coronel y su abultado séquito. A ver si el martes la Plaza de Oriente se llena de manifestantes cuando Gadafi comparta mesa y mantel con sus majestades.

El argumento que repiten líderes como Zapatero o Sarkozy respecto al trato de Gadafi es que Occidente debe premiar a dictadores que se comprometen a colaborar con la comunidad internacional. Dicen que eso sirve de ejemplo para otros malos alumnos, como el iraní Ahmadineyad.

Quiere decir: mientras un régimen poco higiénico deja de ser una amenaza, importa bastante menos si sigue encarcelando y torturando a su propia gente.

Thilo Schäfer

Más Noticias