Tierra de nadie

El nacionalismo ya no muerde

Hasta Machado sabía que la política es una actividad muy marinera. Si se quiere navegar rápido hay que poner la vela allí donde hay viento y no pretender que sea el viento el que sople donde se larga el foque. Es puro pragmatismo, el mismo que evita que entre los partidos la sangre llegue al río. Lo que aparenta ser un divorcio irrevocable se convierte, pasado el tiempo, en una simple crisis de pareja. Resulta mágico. Se puede estigmatizar al adversario y presentarlo como la cizaña disgregadora de la unidad de la patria porque cuando convenga, algo que ocurre de un día para otro, las pretendidas termitas del Estado se transformarán con un soplido y varios pases de varita en los socios más leales y responsables.

Para su travesía al poder, Rajoy ha comenzado a beber los vientos del nacionalismo, que cuando se pone tiene más pulmones que el lobo de los tres cerditos. Y si hace unas semanas se veía con CiU, ésta lo ha hecho con el PNV en la persona misma de su presidente Iñigo Urkullu, con el quiere normalizar relaciones. ¿Sería posible el matrimonio del PP con una fuerza que, según su programa marco, mantiene "una actitud siempre obstruccionista" en la lucha contra el terrorismo y "no colabora en su derrota? Pues sí, sería posible el matrimonio y hasta el sexo duro llegado el caso. Es que Iñigo tiene un punto, especialmente tras las generales.

Lo que algunos consideran ya el inicio de una gran amistad a lo Casablanca ha de tener muy confundido a ese público fiel del gallego que durante años ha creído sus diatribas contra los demonios nacionalistas, a los que si no les veíamos el rabo era porque se lo tapaban con el traje. Demuestra hasta qué punto era innecesario tanto odio como se ha sembrado en la ciudadanía, y encierra la enseñanza de que los políticos son como esos viejos cines de barrio que, una vez llena la sala, cambiaban de programa sobre la marcha y sin previo aviso.

Tres cuartos de lo mismo cabe aplicar a la inversa. A los notarios se les acabó el chollo de certificar que la parte contratante de la primera parte promete no ir con el PP ni a la vuelta de la esquina. Urkullu ha dicho que perdona pero no olvida, aunque la memoria siempre fue tan frágil como el cristal de Bohemia. En realidad, se puede olvidar cualquier cosa si el precio merece la pena.

Más Noticias