Tierra de nadie

Una esperanza para Cuba

Tantas veces denostado y ridiculizado hasta la caricatura, Moratinos y la Iglesia católica, que también es capaz de hacer buenas obras si no hay niños delante, han conseguido del Gobierno cubano la liberación de los 52 presos políticos del grupo de los 75 que aún permanecían en la cárcel desde la primavera de 2003. Es un paso trascendental que debería cambiar no sólo la relación de Cuba con la UE, singular herencia de nuestro estadista con bigote, sino también la de EEUU, cuyo bloqueo es tan extemporáneo como el propio castrismo.

Si Cuba ha generado verdaderos problemas de conciencia en la izquierda, para la derecha terminó por convertirse en una auténtica obsesión. En medio han estado los cubanos, resistiendo como la aldea gala de Astérix pero sin poción mágica y pasándolas canutas. Las exigencias hacia el régimen han sido desorbitadas, lo que contribuyó a su numantino encastillamiento. Como se ha dicho aquí, si las artificiales demandas de democratización que durante décadas determinaron las relaciones comerciales de Cuba con Occidente se hubieran dirigido hacia China, ahora veríamos en Pekín un sistema parlamentario y hasta una cámara de los lores. El doble rasero ha sido indignante.

Es a los cubanos y no a ninguna superpotencia a quienes corresponde decidir el futuro de la isla. La Revolución ha hecho lo más difícil: ha formado médicos, educadores, físicos y arquitectos, y les ha puesto a vender puros falsos a los turistas porque no hay mucho más que pueda hacerse salvo contemplar el cansino romper de las olas en el malecón de La Habana. Siendo culpable de muchas cosas, el bloqueo no lo justifica todo. El país merece albergar la esperanza de prosperar, y sus habitantes la de gozar de una libertad que parece que sólo se echa en falta cuando se carece de ella.

La excarcelación de los presos podría ser la antesala de un nuevo tiempo en Cuba siempre que Raúl Castro cumpla sus promesas de cambio, Obama las suyas –"si ellos no dan pasos también será muy difícil que podamos continuar"- y la UE arroje a la papelera su dichosa Posición Común. Para llegar a este punto, un hombre en huelga de hambre, Orlando Zapata, acabó con su vida y otro, Guillermo Fariñas, ha expuesto gravemente la suya. A Moratinos habrá que agradecerle que no haya necesidad de nuevos suicidios.

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