Tierra de nadie

El deporte nunca fue muy sano

A Eufemiano Fuentes, detenido este jueves en la Operación Galgo contra el dopaje, le apodaron Asterix, posiblemente porque siempre tenía a mano una dosis de poción mágica para el que se la reclamase. En 2006, la primera vez que se cayó con todo el equipo junto una amplia selección de esteroides, anabolizantes, corticoides, hormonas y casi un banco de sangre y plasma para autotransfusiones, ya se conoció que el doctor era multidisciplinar y que los ciclistas no constituían su única clientela. Había atletas, como se ha evidenciado ahora, tenistas y futbolistas, cuyos nombres quedaron ocultos al no estar el dopaje tipificado como delito en aquel momento.

Fuentes puede pasar por un demonio, pero alguna de la cosas que declaró entonces al diario Le Monde y a varios medios españoles estaban llenas de sentido común. Sostenía que siempre había velado por la salud de los deportistas y que lo realmente peligroso no eran sus brebajes ni sus jeringuillas sino el deporte de alto nivel, algo sobre lo que merecería la pena reflexionar. ¿Puede ser saludable correr una maratón a todo trapo o ascender el Tourmalet después de llevar 200 kilómetros en las piernas? Evidentemente, no.

Venía a reclamar Fuentes un dopaje terapéutico, de manera que los médicos tuvieran autonomía suficiente para administrar cualquier tratamiento, incluidas sustancias como la EPO, siempre que sirviera para proteger al deportista. En su opinión, la droga mata, pero lo suyo es medicina, administrada por alguien como él con capacidad y experiencia. Así considerado, que el medicamento en cuestión esté incluido en la lista de sustancias dopantes resulta indiferente.

El doctor encontrará quien le defienda, aunque no sería justo que fuéramos ahora a caernos del guindo. Nos gusta imaginar que con un bote de Aquarius y un plátano hay quien puede atacar los Alpes, correr como el viento, levantar a un elefante y cruzar a nado el Atlántico, y pensamos que los récords están para batirse porque los potitos no han hecho más altius, citius y fortius, dicho además en latín que siempre queda más elegante. Sabemos, sin embargo, que el espectáculo y la química van siempre de la mano. Lo del superhombre no es creíble; fue una teoría de Nietzsche y la locura de un tipo bajito, malhumorado y con bigote, que no era Aznar.

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