Tentativa de inventario

Es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde

Es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde
Almeida degusta su pulgar en la Plaza Mayor de Madrid.- EFE

Almeida se chupa el dedo. A su izquierda Andrea Levy comparece risueña provista de pompón y a su derecha, mullido como un brioche, el señor repostero no le quita ojo al bizcocho que sostiene el munícipe. El encuadre rezuma jovialidad, con su puntito disfrutón, no en vano la rotundidad del señor repostero, su rostro ufano y su doble papo confieren a la composición la promesa de un futuro mejor, o al menos más fecundo, sin privaciones. La instantánea fue tomada el pasado miércoles durante la degustación de una corona de la Almudena de 17 metros de longitud en la Plaza Mayor de Madrid.

Apenas unas horas antes el señor alcalde inauguraba otra movida. En este caso no un bizcocho apaisado sino algo mucho menos esponjoso y dispuesto en vertical, un monumento a la Legión de 6 metros de alto y 20 toneladas de peso. En la inauguración, el alcalde ensalzaba al fundador del cuerpo, José Millán-Astray, un hombre que pasó a la historia con su célebre "¡muera la inteligencia, viva la muerte!". Luego se gritó al unísono un severo "¡viva España!". Incluso un abuelito, ajeno quizá al "proyecto de convivencia democrática que nos dimos los españoles", tuvo a bien completar la consigna. Lo hizo un poco a destiempo, como quien se aprovecha del desconcierto y la algarabía para pearse fuertemente y le sale mal.

Horas después se pudo ver al alcalde inserto en un parterre pero sin plantas ni flores. Era gravilla lo que allí yacía. Miraba hacia arriba con sus ojillos celestes, como el primo de Zumosol miraba a su primo (el de Zumosol), entre orgulloso y consentido. Así miraba el alcalde la plaquita de la nueva plazuela que llevará el nombre de Lina Morgan, insigne vedette y actriz dramática de primer orden. Y si te he visto no me acuerdo. Porque el alcalde ubicuo regresa al camino. A fin de cuentas es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde. Y esto, lo que quiera que signifique, no se hace solo. Hay que hacerlo. Y él lo hace entre confitados, estatuas y plazuelas.

Yo le sigo mucho la pista al alcalde. A veces por motivos profesionales (el periodismo tampoco se hace solo), otras por cuestiones de índole personal. Y es que un día le vi pasear por Bravo Murillo y me pareció un tipo la mar de simpático. Un vecino se le acercó y estrechó su mano con solvencia, luego le dijo algo al oído. Algo sin pretensión de confidencialidad pues se lo dijo de viva voz, pero al oído. Le dijo: "A por ellos". El munícipe, sin soltar su mano, le respondió cómplice que, en efecto, iría "a por ellos". Desde entonces trato de averiguar quiénes serán ellos y quiénes nosotros. Cada vez lo tengo más claro pero aún me sorprende. Ya sabemos que no tiene nada contra los bizcochos, los legionarios y las vedettes. Tampoco contra los militares tuertos.

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