Cuando en los años ochenta la socialdemocracia se hizo neoliberal, los presupuestos ideológicos terminaron de convertirse en un carajal sin orden ni concierto. Cuando desapareció la URSS en 1991, la izquierda resistente se convirtió en un paria, por mucho que llevara décadas renegando de Stalin. La tercera vía de Blair y Schröder, abrazada por Aznar, acabaron de complicarlo todo. Cuando teníamos las respuestas nos cambiaron las preguntas. Por eso la izquierda empezó a recuperar amor de sí cuando empezó a entender que la pelea era contra el neoliberalismo. Ahí empezó a descongelarse otra vez la historia.
Decía uno de nuestros maestros, Jesús Ibáñez, que solo la izquierda puede hacer la política de la derecha. De la misma manera, aunque solo de vez en cuando, la única que puede hacer políticas de izquierda es la derecha. Esta paradoja tiene que ver con la correlación de fuerzas. Si en España hubiera sido la derecha la que hubiera puesto en marcha la reconversión industrial que hizo el PSOE, el país hubiera ardido por los cuatro costados. De la misma manera que solo partidos de derecha pueden, como ha ocurrido en la Unión Europea, mancomunar las deudas o poner en marcha un impuesto del 15% a los ricos. Si lo hiciera la izquierda, los poderes económicos volverían a llamar a los fascios de combate para frenar lo que llamarían "agresión bolchevique".
El PSOE ha apelado a la izquierda para hacer políticas de derecha, igual que Podemos y hoy Yolanda Díaz apelan a ir más allá de la derecha y la izquierda para poder hacer políticas de izquierda. La izquierda en España tiene su glamour, pero siempre dentro de un orden. No es solo la caía de la Unión Soviética, sino la propia historia de la península ibérica. Con cuarenta años de dictadura y otros cuarenta de convalecencia, con el PSOE representando a la parte progresista del binomio conservador (PSOE-PP) y que ha identificado oficialmente a la izquierda en España, y con Izquierda Unida como espacio de expresión electoral del Partido Comunista, la crisis del eje "derecha-izquierda" está especialmente amenazado en nuestro país. Somos el país donde el PSOE invitó a desfilar el 12 de octubre, de la mano de José Bono, a un representante del fascismo y a otro de la república ¿cómo no va a tener la izquierda complejo de inferioridad?
Somos el país donde el PSOE invitó a desfilar el 12 de octubre, de la mano de José Bono, a un representante del fascismo y a otro de la república ¿cómo no va a tener la izquierda complejo de inferioridad?
Sin embargo, enfrente, la extrema derecha, a través de partidos de extrema derecha –de partidos- está organizando una internacional reforzada en Europa –con grupo parlamentario- y en América Latina, donde defienden incluso golpes de Estado (con el PSOE aprobando darle la medalla Sajarov a los derechos humanos a una de esas golpistas, Jeanine Añez, detenida ahora en Bolivia como responsable del golpe y de las consiguientes muertes). La fórmula partido se critica más desde la izquierda que desde la derecha.
En España, la socialdemocracia puso en marcha políticas sociales por la presión popular, que impidió que el franquismo continuara en la figura de Arias Navarro, y aprobó una Constitución de claros tintes sociales (Franco murió en la cama pero el franquismo murió en la calle). Al tiempo que las élites libraban fondos para que la salida de la dictadura no desembocara en una insurrección popular, desmantelaron la industria y mantuvieron una estructura laboral que todavía hoy está caracterizada por la precariedad.
Esas mismas élites son las que en los noventa empezaron a presionar para empezar a desmantelar los logros laborales de la Transición, conscientes de que el riesgo de insurrección popular había desaparecido y que, por tanto, si la izquierda ya no era un peligro tampoco lo era desmantelar el Estado social. Esas mismas élites son las que financiaron a Ciudadanos para intentar frenar a Podemos y son las mismas que hoy apoyan a Vox para que sea la muleta de los gobiernos del Partido Popular.
Ha dicho la Ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, en una entrevista en La Cafetera de Fernando Berlín tres cosas dignas de pensarse: que los partidos son estructuras viejas, que no quiere colocarse en el hueco que le quiere dejar el PSOE a su izquierda y que logros civilizatorios como la sanidad pública no son de derechas ni de izquierdas. Tiene su razón en todas esas afirmaciones pero conviene aclararlas para evitar malentendidos.
Los partidos son estructuras necesaria que han dejado de ser parte de la sociedad para pasar a ser parte del Estado. Que es lo que explica que un diputado de izquierdas pueda estar más cerca de un diputado de derechas que de sus propias bases.
Que las estructuras partidistas están anticuadas forma parte de la reflexión de la ciencia política desde hace treinta años. Especialmente porque el bipartidismo cartelizó a los partidos que dejaron fuera de la discusión asuntos de enorme envergadura para la sociedad y que pactaron dejar fuera de la agenda. En España ahí está la monarquía, la Unión Europea, el endurecimiento de las pensiones, la estructura territorial, las inversiones extranjeras, la Justicia o el sistema electoral. Asuntos todos que con el 15M y luego con Podemos saltaron por los aires.
Los partidos son estructuras necesaria que han dejado de ser parte de la sociedad para pasar a ser parte del Estado. Que es lo que explica que un diputado de izquierdas pueda estar más cerca de un diputado de derechas que de sus propias bases. ¿No recordamos los elogios de Felipe González a Jordi Pujol? ¿No nos acordamos de las peticiones de una gran coalición entre el PP y el PSOE?
Desde la extrema derecha, la respuesta a la crisis de los partidos es hacer partidos más verticales. Desde la derecha, dejar las cosas como están o hacer listas personalistas donde la fuerzas políticas dependan del liderazgo. Desde la izquierda, la respuesta no puede ser imitar a la derecha o acabar con los partidos –eso lo hacen las dictaduras, al igual que prohíben los sindicatos- sino forzar a que los partidos se conviertan en "partidos-movimiento", con un pie en las instituciones y otro en las calles.
Llamaría poderosamente la atención que Mónica García anunciara la disolución de Más Madrid, que lo mismo hiciera Oltra con Compromís o Colau con los Comunes.
Lo primero que hace Yolanda Díaz para empezar a configurar su frente amplio es reunirse en València con el partido de Mónica Oltra, con el partido de Ada Colau y con el partido de Mónica García. ¿O alguien piensa que se va a disolver Cataluña en Comú, Compromís o Más Madrid? Como diría Teresa de Jesús, y "tan alta vida espero, que muero porque no muero". O la cuadratura del círculo.
El elefante en la habitación es Podemos, porque es la fuerza hegemónica en el espacio progresista ajeno al bipartidismo, la fuerza que, precisamente por su presencia y firmeza recibe los principales ataques de las élites. La fuerza que tendrá mucho que decir en lo que finalmente salga de esa renovación de las fuerzas políticas emanadas del 15M y que queremos que encabece Yolanda Díaz. Porque la mala prensa de los partidos políticos, una parte ganada a pulso y otra propia de una lectura interesada conservadora, no permite prescindir de ellos.
Una plataforma electoral puede ser más atractiva que los partidos políticos existentes y tiene que ser algo más que la suma de las partes –es lo que ocurrió con el Frente Amplio en Uruguay como ejemplo a estudiar-, pero no pasa por la disolución de los partidos que la integren. Llamaría poderosamente la atención que Mónica García anunciara la disolución de Más Madrid, que lo mismo hiciera Oltra con Compromís o Colau con los Comunes. Y por las mismas razones, Podemos estará como tal aunque el discurso, de manera correcta, exprese la necesidad de ir más allá de los partidos. Mientras que la idea de partido-movimiento se consolida.
Respecto del discurso "izquierda-derecha" es cierto que hay que ir más allá, porque lo que determinó ese eje eran las políticas de clase, las luchas obreras, el conflicto capital-trabajo y todo eso, siendo condición necesaria hoy de la política no es condición suficiente. Hay más gente que electoralmente se identifica con el eje "arriba-abajo" o "nuevo-viejo" que con el clásico clivaje –línea de tensión- de clase. Pero aunque no hables de ello, existir existe. Podemos tenía inicialmente ese discurso, pero el periplo de regreso de Pedro Sánchez a la Secretaría General del PSOE después de su defenestración fue precisamente con el discurso "somos la izquierda", que expulsó de la agenda el eje "arriba-abajo". La transversalidad es propia de la izquierda desde los años 70, con la incorporación de cristianos, funcionarios y clases medias.
Es verdad que la condición aspiracional hace que nadie quiera verse como trabajador y menos como pobre, pero esa trampa no puede arrastrar a la categoría de izquierda a la desaparición, porque desde esa debilidad desmantela el Partido Popular la sanidad pública y la sustituye por sanidad privada.
Solo la insistencia, no siempre bien expresada, por parte de cierta izquierda del olvido de los sectores más golpeados aleja a las clases medias de ese discurso. Aunque los que defienden los derechos humanos tendrán que hacerse mirar cómo es posible que para hacer políticas para las mayorías uno tenga que alejar de su discurso a los penúltimos y a los últimos. Es verdad que la condición aspiracional hace que nadie quiera verse como trabajador y menos como pobre, pero esa trampa no puede arrastrar a la categoría de izquierda a la desaparición, porque desde esa debilidad desmantela el Partido Popular la sanidad pública y la sustituye por sanidad privada. Esto es, golpea a la gente trabajadora, esto es, hace de la sanidad una pelea entre la derecha y la izquierda.
Lo que ha querido decir Yolanda Díaz es que los consensos constitucionales debieran estar por encima de las discusiones ideológicas, pero es ingenuo olvidar que hace tiempo que para la derecha española la Constitución le importa una mierda. ¿O no van tres años que el Consejo General del Poder Judicial está caducado? ¿O no ha estado el PP robando desde hace treinta años para ir a las elecciones dopado? ¿O no ha creado el PP una policía política para inventarse pruebas contra sus adversarios políticos?
En un momento de desmantelamiento de la sanidad y la educación pública por parte de la derecha, defender la sanidad pública es de izquierdas.
Como viene repitiendo Rafa Mayoral -y dejó claro Julio Anguita-, el Pacto Constitucional del 78 implicaba extender los derechos de ciudadanía a toda la población, mientras que el régimen del 78 se encargaba de asumir los cambios manteniendo las desigualdades en nuestro país (por eso el Emérito representa el régimen del 78 mientras que el Pacto lo expresaban las mejoras sociales de estos años). Estamos en un momento de auge de la extrema derecha que no va contra las mujeres o el movimiento LGTBI por capricho o identidad religiosa (la líder de la extrema derecha alemana es lesbiana con pareja e hijos o Salvini puede enfrentarse al Papa Francisco), sino en la medida en que ese ataque es funcional a una idea autoritaria de propiedad. En un momento de desmantelamiento de la sanidad y la educación pública por parte de la derecha, defender la sanidad pública es de izquierdas.
Como decía, el PSOE ha agarrado con frecuencia el violín con la izquierda pero lo ha tocado con la derecha. Le corresponde a Yolanda Díaz no dejarse encajonar en el espacio que los medios quieran atribuirle al rincón a la izquierda del PSOE, porque Unidas Podemos no expresa sin más el espacio a la izquierda del PSOE sino el espacio progresista más allá y frente al bipartidismo. Si el PSOE tiene que decir que es de izquierdas para poder hacer política de derechas, Díaz tiene que decir e ir más allá de la izquierda para poder hacer políticas de izquierda.
Si el PSOE tiene que decir que es de izquierdas para poder hacer política de derechas, Díaz tiene que decir e ir más allá de la izquierda para poder hacer políticas de izquierda.
Disparar contra la izquierda o disparar contra los partidos ahora mismo es pegarnos un tiro en el pie. Sin claridad y orden en la ideología, decía alguien, no puede haber claridad ni orden en la organización. Y de la misma manera, las etiquetas no pueden frenar y mucho menos impedir una articulación amplia donde no se quede fuera nadie que quiera honestamente cambiar las cosas a favor de las mayorías.
En conclusión, otra vez la cuadratura del círculo. Y para ello, nada mejor que la firmeza y la flexibilidad de Yolanda Díaz.
Comentarios
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