Puigdemont, el rey y un payaso

Puigdemont, el rey y un payaso
El expresidente de la Generalitat de Catalunya Carles Puigdemont aplaude durante un acto de bienvenida, a 8 de agosto de 2024, en Barcelona. - Europa Press

En un chiste de esos tiempos en donde Alfonso Guerra era feliz porque se podían contar chascarrillos de enanos y maricones, preguntabas a tu interlocutor: "¿sabes que Hitler asesinó a seis millones de judíos y a un payaso?", y cuando preguntabas extrañado: "¿y un payaso?", te contestaban: "¿ves? Te interesa más un payaso que la vida de seis millones de judíos". Lógica aplastante, que diría algún tertuliano del duopolio mediático antes de pasar a hablar de Venezuela o de la okupación.

Ante la pregunta: "¿sabes que han investido al socialista Salvador Illa?", más de uno contestará: "¿pero no se ha fugado Puigdemont?". De manera que olvídate de comentar que la investidura de Illa ha sido con los votos de un partido independentista, que el PSC ha recuperado la Generalitat después de 14 años, y que Puigdemont, quien no ha podido hacer su show en el Parlamento, se ha fugado porque le perseguían, pese a estar amnistiado, por la voluntad de un juez que se pasa las leyes por el forro de la toga

Pues sí, porque el Estado de derecho en España sigue dejando mucho que desear. En Italia, acaban de condenar al diario ABC por publicar una noticia falsa donde decía que, a Cinco Estrellas, el partido de Beppe Grillo, lo había financiado, como no, Venezuela. La misma falsedad que han dicho mil veces en España de Podemos y no ha pasado nada. Es lo que ocurre cuando un dictador termina con las patas para arriba colgado por los partisanos o cuando se muere en la cama, una parte del pueblo hace una larga cola para despedirle y nos deja de regalo de nuevo a los Borbones. O lo que pasa cuando en Europa no persiguen ni extraditan a Puigdemont, y en España, pese a haberle amnistiado, una parte del personal, envenenado, anda loco porque le pongan los hierros y lo manden a una mazmorra sin luz y con ratones.

En cualquier caso, lo mires por donde lo mires, hemos hecho el ridículo. Parece que, al igual que el PP tiene jueces amigos que les hacen favores, Junts per Catalunya tiene mossos amigos que le echan un cable. No es el único partido. Vox tiene a sus colegas de Jusapol y a un sector del SUP que ve en Desokupa a la versión hispana de la loca academia de Policía. Y el PP siempre ha andado tan suelto que hasta creó una Policía paralela, a la que llamó patriótica porque llamarla fascista generaba alarma social. La derecha siempre está cerca de la ratio última del Estado, que es la violencia legítima expresada por policías que detienen y reprimen y jueces que sancionan y encarcelan, todo pagado por los ciudadanos y, supuestamente, soportado por la Constitución y las leyes. En la zarzuela hispana, si Marchena, García-Castellón o Escalonilla dejan a la judicatura en el más clamoroso de los ridículos, los mossos que supuestamente han ayudado a Puigdemont a hacerse un Houdini y desaparecer en una plaza enjaulada, dejan en ridículo la capacidad de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado de hacer valer la ley. Aunque antes hayan sido los mismos jueces los que han envuelto con la ley un bocadillo de sardinas.

Es cierto que es ridículo que se detenga a Puigdemont por delitos que no son válidos en nuestra admirada Europa para extraditarle o limitarle sus movimiento, pero, si el sistema policial y judicial sigue mostrando estos agujeros -expresión clara de la ilegalidad en la que ha vivido el Consejo General del Poder Judicial y de la sospecha extendida por la derecha a toda la Policía autonómica catalana-, volvemos a hacer el ridículo como país y luego nos va a costar convencer a los turistas de que no meen desde la terraza a los viandantes.

Si aguantas durante años al Gobierno de los jueces fuera de la legalidad, si callaste cuando se fulminaron o entorpecieron la tarea a jueces y fiscales que gozaban de reconocimiento popular -ahí está el ex juez Garzón, Mariano Bermejo, el juez Castro, el fiscal Mena o Victoria Rossel-, si has perseguido ilegalmente a partidos de la oposición de manera evidente y te daban la razón el 100% de los telediarios y las tertulias, si amnistiaste a los responsables civiles y militares del terrorismo de estado y a los golpistas del 23-F, si has permitido la ópera bufa y sucia del rey Emérito, si has dicho hasta la saciedad una cosa y has hecho la contraria, si has permitido que la gente decente que estaba en la política fuera perseguida, vilipendiada, acosada, vetada y ninguneada ¿alguien se extraña que algo que debiera tener cierta solemnidad, como es la investidura del president de Catalunya, se convierta en un número propio de un circo de provincias?

Como en las redes sociales, la basura política, la astracanada y el barullo, se hacen más virales que los contenidos serios. De manera que esta farsa catalana, que comenzó Artur Mas huyendo de un previsible mal resultado electoral, y preparó Mariano Rajoy, prefiriendo señalar como enemigos a los catalanes para ahorrarse hablar de la mucha corrupción de su Gobierno, oculta cosas mucho más importantes que el regreso de Puigdemont a su ya inveterada costumbre de huir en maleteros o coches en marcha. La novedad es el sombrero de paja.

Las carracas y las panderetas de la carpa política no nos dejan prestarles atención a asuntos de enorme enjundia. Entre ellos, que la investidura de Illa frena la caída del Gobierno de Pedro Sánchez, así como la llegada de un Gobierno de la derecha con la extrema derecha que devolvería a la política española la intolerancia de los años de la Transición. No nos permite evaluar con sosiego que el Gobierno de Salvador Illa, apuntalado con promesas al independentismo que debilitan la condición federal de España, hacen más difícil el crecimiento de la izquierda en el conjunto del Estado. Deja fuera de foco que el regreso del PSC al Gobierno demuestra que el procés ha muerto (aunque las reivindicaciones independentistas sigan vivas). O no reparamos en que el franquismo sigue vivo y coleando en la judicatura, que se orina en las leyes del Parlamento, del mismo modo que hemos calificado como delito que se pregunte al pueblo qué opina sobre asuntos relevantes en un referéndum. El PSOE -que sabe que en cuanto deje de mandar se desmorona-, ha tomado decisiones de enorme calado y profundidad sin evaluar su efecto en la solidaridad territorial de nuestro complejo país de países, abundando en que el regreso del bipartidismo, tras las incursiones bélicas sobre Podemos y el zigzagueo de Sumar, dejan todo bastante peor que como estaba antes de la salida de los morados del Gobierno.

El periodista Gerardo Tecé ha resumido con certeza una de las colaterales de este circo. Vox ha publicado en el vertedero X, pretendiendo hablar de Puigdemont, lo siguiente: "Es una puñetera vergüenza que a un delincuente, golpista y prófugo de la justicia se le permita poder entrar en España sin que nadie lo detenga, pueda subir a un escenario entre vítores a lanzar sus consignas y retransmitirlo en directo por TVE para así humillar, todavía más, a nuestra patria y a los españoles". Y decía el periodista que a quien le convenía más esa arenga era a Juan Carlos I de Borbón que al político catalán. Para que no caigamos en la trampa de los judíos y el payaso y preguntemos solo por el clown. Por cierto, creo que payasos sin fronteras no han podido ir a Gaza. Allí, los judíos ahora son los palestinos.