Porque vivimos a golpes (a los que juegan con el fascismo)

Milei y Abascal en el evento ultra Viva Vox.- Vox
Milei y Abascal en el evento ultra Viva Vox.- Vox

Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmando,
como un pulso que golpea las tinieblas. 

Me entrevista un periodista veterano jubilado que va a probar fortuna en un podcast. Dice en la presentación que, con frecuencia, acompaño mis afirmaciones con citas. Deja caer que eso es pedante. Le contesto que cuando uno cita ideas que son de otros, ¿no es de justicia citar al autor? Salvo el rector de la Universidad Rey Juan Carlos y su claustro, que son más de los hechos alternativos. El Senado romano, como ese claustro, nombró también senador al caballo de Calígula. Cuando no citamos por pudor, precisamente para no parecer pedantes, en realidad estamos robando el trabajo de otros sin darles el crédito. Nos pasa a menudo. Es de justicia decir quién nos prestó ese pensamiento. Es humilde. Goethe dice: "él ha aprendido: que nos enseñe". Nos abre camino para el conocimiento. "Primero fascinan a los tontos, luego amordazan a los inteligentes". La cita es de Bertrand Russell alertando sobre el fascismo.  El fascismo, de Mussolini a Bukele, pasando por Franco y Pinochet, siempre ha robado.

Cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades. 

Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo. 

Quieren convertir a Madrid en una ciudad de consumidores. Convertidas nuestras ciudades en escaparates, incuban a la bestia de las camisas pardas, negras o azules. Nos relacionamos solo comprando y vendiendo. Usando y desechando. Entretenidos y huecos. Desatentos. Hay muy pocos espacios donde las relaciones no sean mercantiles. Eso nos enfría el alma. Si nos vemos como objetos consumibles, nos deshumanizamos. Unmenschen llamaban los nazis a los judíos. Hoy, los sionistas llaman animales a los palestinos. Luego los asesinan. 

Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo. 

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica. 

¿Qué hacemos con el fascismo convertido en sentido común, repetido en los medios, convertido desde las palabras de dirigentes políticos en una autorización para desterrar la empatía y celebrar la violencia sobre los otros? Cuando Trump dijo que podía matar a alguien en la Quinta Avenida y no pasaría nada, cuando Isabel Díaz Ayuso condena a 7291 ancianos sin seguro privado a una muerte horrenda en las residencias, cuando VOX pide que a los inmigrantes sin papeles se les retire la atención médica, cuando el PP le quita la dignidad a las víctimas del franquismo, se está autorizando a que vuelvan otra vez a las andadas los que hacen listas para eliminar a media España. No hay que tener miedo a que venga el fascismo. Hay que entender que ya ha llegado. 

Porque vivimos a golpes, porque a penas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.

Estamos tocando el fondo. 

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho. 

Se dolía Jorge Riechmann en Fracasar mejor (Kaótica Libros, 2024) de la naturalidad con la que un paisano se quejaba en una conversación en un tren de la España actual. Ese tipo, más anciano que adulto, hablaba de las dificultades para prosperar, de los aprietos del campo, del precio de la vivienda, para terminar expresando una sincera nostalgia del franquismo. No es cierto que se pueda combatir el auge del fascismo que expresan estos individuos mayores (o sus nietos, carentes de un horizonte emancipador). Esa gente que canaliza su ira hacia toda la política y busca sosiego reinventando la memoria del franquismo ignora su desolación, sus torturas, encarcelamientos, fusilamientos, censuras, homofobia, subordinación de las mujeres y condena al exilio de cualquier mente libre. No basta para desterrar esa nostalgia convocar un "movimiento antifascista" si no se convoca antes una "cultura antifascista". Porque el movimiento de arriba abajo se configura con unos lineamientos generales, un programa, conclusiones aprendidas de procesos complejos que nunca convencerían a esos individuos que tranquilizan su conciencia creyendo en el autoritarismo. Porque ellos llegan al fascismo desde una suerte de "sentido común", mientras que el antifascismo que se enseña es estudio y formación militante. Claro que es importante el antifascismo, pero hay que combatirlo donde nace, no simplemente acorralando al paisano que se hace fascista porque tiene rencor de clase pero no tiene conciencia de clase. Le faltan palabras y conceptos para convertirlos en armas de futuro. Otra cosa son los señoritos, los pijos, los del alma negra, los que siempre han visto inferiores, mujerzuelas, bárbaros o bandidos. Al fascismo se le combate políticamente donde es más débil e intelectualmente donde es más fuerte (Gramsci). 

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica, qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros. 

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho. 

Es esencial la batalla cultural tanto como la batalla material. Cuando los ricos nórdicos votan a la extrema derecha es porque reciben una oleada de emigrantes -por ejemplo de la guerra en Siria- que viven, ayudados por los medios, como una amenaza a su statu quo. El argentino lerdo que ha votado a Milei y se va a comprar a Brasil porque allí los productos son más baratos, pero cuando le hacen ver su incongruencia insulta a la dictadura brasileña es un claro ejemplo de la irracionalidad que nos habita. ¿Qué se puede discutir con quien vive en la irracionalidad? Es necesario volver a mirar las corrientes profundas materiales que construyen nuestras relaciones sociales. Si nos ponen a pelear a todos contra todos, el penúltimo odiará por encima de todas las cosas al último, donde ve el espejo que refleja su destino.  El discurso sirve para convencer a gente, pero hay una realidad de fondo construida por la materialidad de la mercancía y sus relaciones que hay que recuperar.  Puedes convencer a través de medios y redes de odiar, pero no de amar. Para amar hay que bajar a la calle. 


No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos. 

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos. 

"La dialéctica de los puños y las pistolas", defendía José Antonio Primo de Rivera, un enamorado del fascismo italiano que fundó el fascismo en España. Con su himno de fondo, el Cara al sol, fusilaron a Lorca y a otros 200.000 españoles. Porque vivimos a golpes, escribía Gabriel Celaya y cantaba Paco Ibáñez. Hay que combatir al fascismo que ya está aquí. Usa a jueces corruptos para frenar a la izquierda, usa a comisarios y policías corruptos para inventar pruebas, usa a publicistas corruptos para señalar a las víctimas.  

Si nos convertimos como ellos, nos habrán ganado. Que no se nos olvide nuestra fragilidad, que entendamos la fuerza del agua y de las mayorías, que recordemos sin ingenuidad el ejemplo de la no violencia. Para todo ello, no sobra hoy, en tiempos tan violentos, reivindicar la amable furia de la ternura.