Japón he hecho historia. Nueve años después de liderar el ránking de superordenadores, vuelve a relegar a EEUU al segundo lugar, prácticamente triplicándolo en rendimiento. Se trata de la supercomputadora Fugaku (nombre con que también se llama al Monte Fuji), desarrollada conjuntamente por el Instituto Nacional de Investigación de Japón Riken y la compañía Fujitsu. Se culmina así el trabajo iniciado hace una década, cuando comenzó a proyectarse, siendo en 2014 cuando oficialmente arrancara su construcción.
El poderío de Fugaku se ha hecho notar en la lista general del Top500, que clasifica las máquinas más rápidas del planeta. El sistema japonés alcanzó los 415,53 petaflops, mientras que su rival directo, Summit de IBM, se quedó anclado en los 148,6 petaflops. No sólo eso, sino que también se ha impuesto en otras tres categorías: ocupa el primer lugar en la clasificación HPCG, que se centra en las aplicaciones del mundo real (simulaciones); en HPL-AI, que analiza el rendimiento con aplicaciones de Inteligencia Artificial (IA); y en Graph 500, que examina el comportamiento de los sistemas ante cargas intensivas en datos.
Por otro lado y desde un punto de vista medio ambiental, Fugaku no es de las máquinas más contaminantes. Con un desempeño de 14,67 gigaflops por vatio, ocupa el noveno puesto en la clasificación Green500, a unos cuantos cuerpos de ventaja del sistema más eficiente desde la óptima energética: el MN-3, de Preferred Networks, capaz de tener un rendimiento de 21,1 gigaflops/vatio.
Fugaku, que ha costado 1.220 millones de dólares, se encuentra en el Centro Riken de Ciencias Computacionales en Kobe (Japón) y forma parte de un plan gubernamental desarrollado para disponer de un superordenador destinado a aplicaciones científicas y sociales. Entre estas aplicaciones, se espera que juegue un papel crucial en áreas como la medicina preventiva, el desarrollo de fármacos, simulaciones climáticas y de desastres naturales o el desarrollo de energía limpia, entre otros. Otros usos menos populares de este tipo de máquinas son las simulaciones de pruebas nucleares, por lo enmarcan dentro de los esquemas de seguridad nacional de los gobiernos.
Aunque se espera que esté a pleno rendimiento para 2021, Fugaku ha echado a andar de manera experimental poniéndose a disposición de la investigación del ÇOVID-19, tanto en su propagación y diagnóstico como en su vacuna y tratamiento. Sólo en éste último punto, el sistema cruza información de cerca de 2.000 tipos de medicamentos existentes que podrían tener un efecto positivo en las personas enfermas por coronavirus.
Desde junio de 2011 un superordenador nipón con conseguía el primer puesto, cuando lo hizo la máquina K, predecesora de Fugaku y también desarrollo conjunto de Riken y Fujitsu. En el ranking total, el tercer puesto también es para EEUU, con otra máquina de IBM (Sierra), mientras que la cuarta y quinta posición es para China con Sunway TaihuLight y Tianhe-2A, creados por el Centro Nacional de Investigación de Ingeniería y Tecnología de Computadoras Paralelas (NRCPC) y la Universidad Nacional de Tecnología de Defensa de China (NUDT), respectivamente.
No se trata únicamente de una batalla entre EEUU, Japón y China por el dominio de la supercomputación, también entre fabricantes. En este sentido, Fugaku también destacado por otro hecho inédito: se ha convertido en el primer líder de la clasificación con procesadores ARM en sus entrañas, frente a los Power9 de IBM o los Intel Xeon de los sistemas chinos.
Si miramos a Europa, el superordenador más rápido en nuestro continente se encuentra en Italia, con un rendimiento de 35,5 petaflops. Se trata de HPC5, un desarrollo de Dell con su gama de servidores PowerEdge, que está instalado en la empresa energética Eni. Para encontrar a España es preciso bajar hasta el puesto 30, con el sistema MareNostrum, en el Centro de Supercomputación de Barcelona, cuyo rendimiento es de 6,47 petaflops.
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