En estos días del final del verano
a uno se le ocurren pensamientos tontos.
En mil o dos mil años
no quedará casi ninguno de los valores del presente
como ahora mismo no queda casi ninguno
de los valores que se consideraban muy importantes
cuando César conquistó la Galia.
(¿Cuándo fue la última vez que oíste a alguien quejarse de que los jóvenes ya no respetan la mos maiorum o los derechos de los propietarios de esclavos?)
En dos o tres mil años
no quedará casi ninguna de las creencias del presente
como ahora mismo no queda casi ninguna
de las creencias que se consideraban muy importantes
cuando la dinastía Zhou depuso a la dinastía Shang.
(¿Cuándo fue la última vez que diste un óbolo para Asherah, Enlil, Bastet o destinado al culto de la Luna y el Sol?)
En tres o cuatro mil años
no quedará ninguna de las naciones del presente
como ahora mismo no queda casi ninguna (¿ninguna?)
de las naciones que se consideraban importantes
cuando los elamitas destruyeron Ur.
En cuatro o cinco mil años
no quedará casi nada de lo que hoy consideramos importante
como ahora mismo no queda casi nada
de las cosas que se consideraban importantes
cuando Narmer unificó el Alto y el Bajo Egipto.
(En la batalla de Uruk, ¿tú ibas con Sargón el Grande o eras más de los sumerios?)
Y eso es bueno. Lo que quede
será seguramente en lugares donde no merezca la pena vivir,
equivalentes a los peores agujeros del Tercer Mundo presente
si es que aún tenemos sitios así.
Añade otros mil o dos mil años más si quieres
(o menos, pues el progreso hace que las sociedades se recombinen y transformen cada vez más deprisa)
pero casi todo aquello por lo que la gente
vive, muere y mata hoy
serán notas a pie de página
o lo que usen entonces
para los historiadores del año diez mil.
(¿Quién se acuerda de Çatalhöyük?)
Lo único que pervivirá mientras haya humanos
son nuestras emociones más elementales, nuestra naturaleza
y la herencia del conocimiento
que leguemos a las generaciones futuras.
Pitágoras de Samos, Demócrito de Abdera, Kidinnu el Caldeo,
los ingenieros y científicos del mecanismo de Anticitera, los astrónomos del MUL.APIN
y el genio desconocido que se puso a contar con los dedos una vez
siguen teniendo tanta razón hoy,
su obra continúa siendo tan cierta y tan válida
como la noche en que tuvieron aquella ocurrencia genial.
Y ni siquiera eso es realmente para siempre
(al menos, en su formato actual).
Algún día la humanidad desaparecerá
o se transformará en otra cosa
que quizá mire nuestros huesos viejos y rotos
como nosotros miramos ahora los del neandertal.
O, quizá, no.
Comentarios
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